China y América Latina: Una alianza estratégica en tiempos de tensiones comerciales
Mientras Occidente lidia con guerras comerciales y presiones inflacionarias, Beijing fortalece sus vínculos con América Latina en comercio, tecnología y desarrollo sostenible
Por qué importa América Latina para China en este momento
En un contexto global marcado por el proteccionismo, las guerras comerciales y la incertidumbre económica, China está reconfigurando su estrategia exterior para blindar su economía y expandir su influencia global. Una de las piezas clave en ese ajedrez geoeconómico es América Latina, una región rica en recursos naturales, con creciente inestabilidad política y económicos desafíos persistentes —todos factores que Beijing sabe capitalizar con diplomacia activa y financiamiento estratégico.
A través del Foro China-CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), que inició en 2015, China ha estrechado relaciones con países como Brasil, Colombia y Chile. En su más reciente cumbre celebrada en mayo de 2025, el presidente Xi Jinping anunció programas ambiciosos de colaboración en áreas que van desde energía limpia y seguridad global hasta inteligencia artificial y redes 5G.
Más que retórica: cifras que reflejan un crecimiento acelerado
La relación comercial entre China y América Latina ha registrado cifras sin precedentes. En 2024, el comercio bilateral superó los $500 mil millones de dólares, con una clara tendencia a favor de las exportaciones latinoamericanas de materias primas: soja, petróleo, hierro, carne y minerales.
Tan solo el gigante asiático importó más de 85 millones de toneladas de soja desde Brasil en 2023, según datos del Ministerio de Comercio chino. Además, empresas como State Grid y China Communications Construction Company han ejecutado o proyectan infraestructuras claves en la región: desde puertos en Perú hasta plantas hidroeléctricas en Argentina.
La nueva ronda de propuestas de Xi: diplomacia multicanal
- Línea de crédito de 66 mil millones de yuanes (aproximadamente $9.2 mil millones) para financiar proyectos regionales.
- 300 miembros de partidos políticos latinoamericanos serán invitados anualmente a China hasta 2028 para cursos diplomáticos y técnicos.
- 3,500 becas gubernamentales para estudiantes y funcionarios de América Latina.
- Exención de visa para al menos cinco países latinoamericanos (aún no anunciados cuáles).
Estos anuncios revelan un plan coordinado no solo para incrementar la dependencia económica de la región hacia China, sino también para fortalecer vínculos ideológicos, académicos y políticos.
El Proyecto de la Franja y la Ruta (BRI): ¿nueva dependencia o progreso regional?
El BRI ha sido la principal manera en la que China ha exportado su modelo de desarrollo infraestructural. Colombia, por ejemplo, se unió formalmente a la iniciativa en mayo de 2025, lo cual fue visto como un espaldarazo a Beijing luego de que Panamá se retirara en febrero, presionada por Washington.
Mientras que proyectos como el ferrocarril bioceánico entre Brasil y Perú aún no se han concretado, otros han sido abandonados: BYD y Tsingshan cancelaron sus planes de producción de cátodos de litio en Chile por la caída en los precios de ese mineral. Sin embargo, la tendencia general es de adhesión creciente, con al menos 21 países de la región actualmente firmantes del BRI.
¿Qué está ofreciendo China y qué está buscando a cambio?
El presidente Xi no dejó duda sobre las motivaciones estratégicas de China. En su discurso durante el foro China–CELAC, afirmó:
"Estamos listos para unir fuerzas con América Latina frente a las corrientes turbulentas de confrontación política y el aumento del unilateralismo y proteccionismo".
En otras palabras, Xi busca una alianza con regiones que se sientan alienadas o excluidas de las esferas de influencia tradicionales de Occidente. Para América Latina, esta es una oportunidad de acceso a capital e infraestructura sin los condicionamientos ideológicos o de gobernanza que suele demandar el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial.
Impacto sobre Estados Unidos: ¿se repliega o contraataca?
El giro de varios países latinoamericanos hacia Beijing ocurre mientras Estados Unidos recicla narrativas de seguridad nacional para frenar esa expansión. Desde la administración Trump hasta la actual, Washington ha mantenido una actitud ambivalente frente a la región. Las guerras arancelarias, que en 2024 elevaron el promedio de tarifas a 18%, han afectado también los precios que los latinoamericanos exportan a EE. UU.
A pesar de algunos logros —como la reducción temporal de tarifas fruto de un acuerdo reciente con China—, las consecuencias inflacionarias persisten. Según la Yale Budget Lab, los aranceles han elevado el costo promedio de vida estadounidense en $2,800 anuales por hogar, afectando sobre todo a los consumidores con ingresos medios y bajos.
China también enfrenta desafíos en América Latina
No todo es expansión sin obstáculos para el gigante asiático. En varios países latinoamericanos hay preocupaciones respecto a la dependencia tecnológica de China, especialmente en sectores como comunicaciones y autos eléctricos. Además, hay críticas recurrentes sobre las condiciones laborales en proyectos con empresas chinas y sobre el impacto ambiental de grandes infraestructuras financiadas por Beijing.
Aun así, en términos netos, la percepción de China como socio estratégico y financiero se ha fortalecido en gobiernos de corte progresista como los de Lula Da Silva en Brasil y Gustavo Petro en Colombia.
¿Un nuevo bloque geopolítico en formación?
La narrativa propuesta por Xi Jinping —un frente común contra el proteccionismo y el unilateralismo— resuena en una América Latina deseosa de autonomía. Dicho discurso no solo contrasta con la evidente desconfianza hacia Estados Unidos en varios sectores sociales y políticos de la región, sino que también articula una visión multipolar en la geopolítica del siglo XXI.
Con acciones tangibles como el financiamiento a infraestructura, becas académicas, transferencia de tecnología y acceso preferencial a mercados chinos, Beijing está construyendo algo más que un simple partenariado económico. Está sembrando una especie de hegemonía suave, basada en beneficios mutuos y pragmatismo geopolítico.
¿Será esto sostenible en el tiempo? Mucho dependerá de cómo desempeñen las economías latinoamericanas, de los cambios políticos en Washington y del comportamiento del dragón asiático, que por ahora muestra sus garras con guantes de seda.