La revolución cafetera de Meridah Nandudu: el empoderamiento femenino desde las montañas de Uganda
Cómo una emprendedora ha transformado la economía y autonomía de más de 600 mujeres rurales a través del cultivo del café en Sironko
En las montañas orientales de Uganda, donde el café arábica de altísima calidad crece en condiciones ideales, una revolución silenciosa está cobrando fuerza. No se trata de tecnología ni de grandes inversiones extranjeras, sino del poder transformador de una mujer: Meridah Nandudu.
Un cambio de paradigma: mujeres al frente del café
El cultivo del café es una de las bases económicas de Uganda, el segundo mayor productor de este producto en África, sólo detrás de Etiopía. De septiembre de 2023 a agosto de 2024, Uganda exportó más de 6 millones de sacos de café, generando ingresos superiores a 1.300 millones de dólares, según datos de la Uganda Coffee Development Authority (UCDA).
Pero en este paisaje económico dominado por hombres, Meridah Nandudu decidió romper los esquemas. Fundadora de Bayaaya Specialty Coffee, una empresa cafetera con sede en Mbale, su objetivo no era sólo vender café, sino cambiar vidas.
Su fórmula fue tan sencilla como ingeniosa: pagar 200 chelines ugandeses adicionales por cada kilo de café vendido por una mujer. En un país donde los márgenes de venta son ínfimos, ese pequeño incentivo resultó ser una puerta de entrada a un cambio profundo.
De la invisibilidad al protagonismo económico
"Las mujeres hacen el trabajo de burro", explica Nandudu, quien conoce de primera mano las dinámicas rurales de su región natal, el distrito de Sironko. Desde pequeña ayudaba a su madre a mantener las plantas de café: sembrar, deshierbar, recolectar, despulpar, fermentar, lavar y secar —las mujeres lo hacían todo. Pero a la hora de cobrar, aparecían los hombres.
El ciclo típico concluía en conflictos, violencia doméstica y discusiones sobre las ganancias. Según relata la propia Nandudu, los hombres muchas veces no rendían cuentas de lo vendido y las necesidades básicas se quedaban sin cubrir.
En 2018, ya graduada en ciencias sociales por la Universidad Makerere, con estudios financiados por ingresos del propio café, fundó Bayaaya Specialty Coffee como una plataforma que prioriza a las mujeres productoras: “Cuando una mujer vende café, tiene voz en el hogar”, afirma con convicción.
Del patriarcado al círculo de sororidad
Hoy en día, Bayaaya representa a más de 600 mujeres caficultoras, una cifra que ha crecido exponencialmente desde las pocas decenas que comenzaron en 2022. Las mujeres ahora acuden directamente a los puntos de recolección, muchas veces con el beneplácito de sus esposos, quienes han aprendido que los beneficios son reales y tangibles.
Además de la prima por kilogramo, Nandudu ofrece bonificaciones fuera de temporada, desde febrero hasta agosto. De este modo, las familias no sólo tienen acceso a ingresos más regulares, sino también a préstamos a través de una cooperativa de ahorro exclusivamente femenina.
Entre los testimonios, Linet Gimono, integrante de Bayaaya desde 2022, destaca: “Ahora discutimos en familia cómo usar el dinero del café”. Por su parte, Juliet Kwaga comparte: “Antes mi madre no siquiera pensaba en tocar el dinero del café; ahora yo soy la que lo lleva a casa”.
Justicia económica en cada taza
La estrategia empresarial de Nandudu se basa en una verdad silenciada durante generaciones: el café no podría producirse sin el trabajo de las mujeres. Reconociendo esa realidad, Bayaaya se ha posicionado no sólo como una comercializadora, sino como un mecanismo de justicia económica y social.
En Uganda, donde la mayoría de las parcelas son de una o dos hectáreas, incluso una diferencia de $0.20 por kilo puede representar un gran cambio. En tan sólo una década, el precio del kilo ha pasado de $2 a $5, lo que ha incentivado el interés por ofertas más equitativas como la de Bayaaya.
Esta política ha creado un ecosistema basado en la confianza y la participación femenina. Lejos de excluir a los hombres, Nandudu los incluye como parte del cambio, pero devolviendo a las mujeres el lugar que siempre les estuvo vetado: el del control económico.
El café como puerta de entrada al empoderamiento
El impacto del trabajo de Nandudu va más allá del dinero. Las mujeres ahora pueden comprar productos de higiene básica sin tener que discutir o suplicar. “Puedo comprar jabón o azúcar sin rogarle a mi esposo”, relata una productora.
Además, el proyecto ha despertado nuevos intereses profesionales entre las más jóvenes. En la ciudad de Mbale, muchas ahora se forman en técnicas de tueste, control de calidad y comercialización, creando una futura generación de empresarias del café.
Phoebe Nabutale, responsable de control de calidad en Darling Coffee, es un ejemplo de este nuevo perfil urbano. Sus amigas le preguntan cómo entrar al negocio, ya sea como tostadoras o como exportadoras. “Ellas también quieren una vida hecha de café, pero una donde puedan decidir”.
Un cambio que huele a futuro
Curiosamente, muchas mujeres rurales que cultivan café nunca lo han probado. Al ser un cultivo de exportación, el consumo interno es escaso. Algunas productoras incluso se sonrojan al ser preguntadas por su sabor. Sin embargo, esta realidad también está cambiando.
En los centros urbanos, cada vez más mujeres se convierten en consumidoras habituales de café. Es una pequeña revolución cultural que va de la plantación a la taza, y que coloca a la mujer en el centro de cada eslabón de la cadena productiva.
Meridah Nandudu, mientras sueña con exportar directamente a mercados internacionales, ve en cada incremento de participación femenina una victoria. Y probablemente tenga razón: lo que comenzó como un gesto modesto —un pago extra por kilo— se ha convertido en un modelo replicable de empoderamiento rural.
Bayaaya: sororidad con aroma a café
El término “Bayaaya” proviene del idioma lumasaba y evoca una hermandad de mujeres. Para Nandudu, no se trata sólo de un nombre: es una filosofía de trabajo, una causa compartida, una comunidad de iguales.
“Las mujeres ahora están en el café no sólo como trabajadoras, sino como dueñas de su destino económico”, afirma Meridah.
Con más de 200,000 habitantes, el distrito de Sironko es un ejemplo de cómo las pequeñas acciones pueden desencadenar grandes transformaciones sociales. Y si Uganda continúa en esta senda, la historia del café no solo se medirá en dólares exportados, sino en igualdad conquistada.
Porque si el café mueve el mundo, que también mueva el lugar de la mujer en él.