El ajedrez fiscal de Trump: ¿Populismo estratégico o contradicción ideológica?

Entre promesas rotas, presiones partidistas y giros comunicacionales, el expresidente navega el espinoso debate sobre impuestos a los millonarios

Un vaivén fiscal digno de campaña

En un nuevo capítulo de la política económica estadounidense, el expresidente Donald Trump vuelve a capturar la atención del país al proponer —y luego matizar— una subida de impuestos a los millonarios. Esta estrategia, presentada en medio de la redacción de un megaproyecto de ley fiscal por parte del Partido Republicano, no solo reabre el eterno debate sobre justicia tributaria, sino también evidencia las tensiones internas dentro del partido conservador.

"El problema con incluso un aumento 'pequeño' de impuestos para los RICOS [...] es que los Lunáticos Demócratas de Izquierda Radical empezarían a gritar 'Lean mis labios'", escribió Trump en su red social. Con esta frase, evocó la famosa promesa de George H. W. Bush en 1988 —“Read my lips: no new taxes”— que más tarde quebró, sellando su derrota electoral ante Bill Clinton en 1992.

Una danza ideológica entre populismo y ortodoxia republicana

¿Está Trump realmente dispuesto a subir los impuestos a los más ricos o es solo una jugada para evitar las críticas demócratas de que su política beneficia únicamente a los millonarios? A juzgar por los movimientos públicos y privados del expresidente, probablemente se trate de lo segundo.

Según fuentes cercanas a las negociaciones, Trump pidió en conversaciones privadas con el presidente de la Cámara, Mike Johnson, que se incluyera una subida fiscal para ingresos individuales superiores a 2,5 millones de dólares (5 millones para parejas) en el nuevo proyecto. Sin embargo, también se mostró flexible si el partido decidía no implementarla.

Este órdago fiscal no se produce en el vacío. Trump sabe que una reforma fiscal con sabor populista le permitiría desactivar las críticas de que su administración solo legisla para magnates como Elon Musk o Vivek Ramaswamy. En este sentido, podría entenderse como una herramienta política pragmática, más que como una convicción ideológica.

La herencia del recorte de 2017 y el reloj en contra

Durante su presidencia, Trump impulsó uno de los recortes fiscales más agresivos en décadas. En 2017, redujo la tasa impositiva máxima del 39,6% al 37%, un beneficio sustancial para las rentas altas. Pero esta reducción caduca a finales de 2025. De no ratificarse o modificarse, el Congreso permitirá que se revierta automáticamente al 39,6%.

Con elecciones en el horizonte y un clima económico aún marcado por la inflación, el debate sobre qué hacer con ese tramo del impuesto es crucial. Trump ha sugerido incluso limitar la nueva tasa a rentas mucho más elevadas, eximiendo así a una parte significativa de la clase alta tradicional.

División en el Partido Republicano: entre la ortodoxia y el trumpismo

El ala tradicional del Partido Republicano, liderada por figuras como Grover Norquist —presidente de Americans for Tax Reform—, continúa demonizando cualquier tipo de subida impositiva. Norquist alertó en varias oportunidades sobre el peligro de reabrir el debate fiscal, calificándolo de “suicidio electoral”.

El ex presidente de la Cámara, Newt Gingrich, también ha advertido sobre las consecuencias históricas de romper promesas fiscales. Según Trump, Gingrich tiene razón, aunque culpa a Ross Perot como el verdadero causante de la derrota electoral de Bush padre. Como suele suceder en el trumpismo, la coherencia es secundaria frente al impacto político del momento.

¿Una estrategia electoral camuflada?

Revisando la historia reciente de las subidas y recortes fiscales, es evidente que pocas han sido neutrales políticamente. Obama, por ejemplo, mantuvo en parte los recortes de Bush para evitar una recesión aún más profunda. Biden, por su parte, ha intentado subir impuestos a los ricos y corporaciones sin mucho éxito en el Congreso. El giro de Trump puede entenderse como un intento de *reposicionarse para 2024-2025 como un conservador moderado*, o al menos populista.

Esto explicaría por qué, en plena elaboración de un proyecto fiscal masivo, el expresidente decide contradecirse en público y en privado, solo para plantear una opción transaccional: que el Congreso sea responsable de la subida impositiva, pero que él no la haya pedido formalmente>.

Tensión entre recortes sociales y ayudas internacionales

Simultáneamente, este debate fiscal tiene efectos colaterales. El progresivo desfinanciamiento de programas sociales y ayudas internacionales —que comenzó bajo Trump— está forzando a organizaciones humanitarias a reconfigurarse. David Miliband, presidente del International Rescue Committee, advirtió esta semana en Washington:

“No se puede mantener el sistema de ayuda actual. Solo el 14% de la ayuda va a fines humanitarios, mientras que los países de ingresos medios reciben más dinero que los de extrema pobreza”.

Los recortes propuestos por Trump para 2025 reducirían en un 84% el presupuesto de ayuda internacional. Esto impacta directamente en países como Sudán, Yemen, Haití y Somalia, dejando a millones sin alimentos, medicinas o refugio. La paradoja aquí es evidente: mientras se discute si subir 2 o 3 puntos porcentuales al tramo más alto del IRPF, cientos de ONG luchan con presupuestos mínimos para evitar hambrunas y epidemias.

Populismo fiscal en tiempos de incertidumbre

Trump no es el primero —ni será el último— político en usar el sistema fiscal para fines políticos. Lo que llama la atención es la poca consistencia discursiva, que parece diseñada para maximizar opciones sin asumir responsabilidad final. Desde el "I'm OK if they do it!" hasta la referencia protectora a su círculo millonario, todo indica que más que un plan económico, estamos ante una operación de posicionamiento electoral.

Pero ¿funcionará esta estrategia? La historia de Bush padre y el eslogan de "Read my lips..." sugiere que no hay espacio para la ambigüedad en el terreno de los impuestos. Trump quiere apelar al votante de clase media que cree en el castigo a las élites, pero sin alienarse a sus aliados financieros. Camina en una cuerda floja retórica, donde un paso en falso puede ser costoso en las urnas.

Líneas de ruptura: entre los nuevos GOP y los republicanos clásicos

El caso de Trump es solo una cara del conflicto más profundo entre el viejo establishment republicano y la nueva ola políticos con escasa o nula trayectoria institucional, como Vivek Ramaswamy, quien recientemente obtuvo la nominación para gobernador de Ohio. Este contraste evidencia un Partido Republicano en plena transformación, donde los principios tradicionales como no subir impuestos ceden a la narrativa antiélite y el espectáculo electoral.

¿Podrá convivir esa flexibilidad estratégica con una base electoral históricamente intransigente en materia fiscal? Está por verse. Pero si la historia sirve de guía, la incoherencia fiscal tiene su precio.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press