Trump y la trampa de los aranceles: ¿estrategia brillante o caos económico?
Una mirada crítica a la política comercial de Donald Trump, sus negociaciones contradictorias y la incertidumbre global que generan sus medidas arancelarias.
El arte del trato... ¿o del caos?
Desde su primer mandato, Donald Trump ha enfocado su política comercial en los aranceles como herramienta de negociación. Su bestseller “The Art of the Deal” es citado por su equipo para sugerir que detrás de su errática estrategia hay una lógica profunda, una jugada maestra. Sin embargo, para muchos analistas internacionales y aliados comerciales, sus decisiones parecen más una ruleta rusa diplomática que una táctica planificada.
Para Estados Unidos y el mundo, la imprevisibilidad de Trump en materia de comercio ha generado volatilidad de mercados, incertidumbre regulatoria y posiciones polarizadas. En este análisis de política y economía internacional, profundizaremos en cómo se construye (o se destruye) la confianza global a través de decisiones como las tomadas desde la Oficina Oval.
Una política arancelaria sin rumbo fijo
Trump ha anunciado, des anunciado e impuesto aranceles de forma casi unilateral, en muchos casos sin consultar al Congreso ni a los propios socios comerciales de Estados Unidos. Bajo la Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional de 1977, impuso gravámenes del:
- 145% a productos chinos
- Hasta 25% a acero, aluminio y autos
- 10% como tarifa base para negociaciones
Trump asegura que estos impuestos son una forma de financiación para reducir el déficit y pagar la abultada deuda nacional, que en 2024 alcanza los $36 billones. “Nos haremos ricos”, ha dicho, prometiendo con ello bajar impuestos. Según el Bipartisan Policy Center, en lo que va de año su política ha recaudado $45.9 mil millones. Pero al ritmo actual, alcanzar los $2 billones anuales que necesitaría para sus objetivos es matemáticamente imposible sin colapsar la economía.
Un rompecabezas internacional complejo
Para sus 18 principales socios comerciales, las reglas del juego han cambiado radicalmente bajo Trump. La mayoría ha entregado “term sheets”, es decir, listas preliminares de posibles compromisos. Pero falta una visión clara de lo que EE. UU. realmente desea.
En el pasado, incluso después de firmar el Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá (USMCA) en 2020, Trump impuso nuevos aranceles a México y Canadá en 2024. Una especie de chantaje comercial constante, donde el mensaje parece ser: “si no me gusta, cambio las reglas”.
El primer ministro canadiense Mark Carney dijo esta semana que “algunas cosas van a tener que cambiar”, refiriéndose al acuerdo comercial norteamericano que fue saboteado por los aranceles al fentanilo aplicados por Trump a Canadá.
La guerra (comercial) con China
Si existe una pieza central en este ajedrez comercial, es sin duda China. La imposición de aranceles del 145% por parte de EE. UU. (correspondida con un 125% de parte de Pekín) ha hecho implosionar el diálogo. Aunque las negociaciones están previstas para empezar en Suiza esta semana, las posibilidades son mínimas. Según el Secretario del Tesoro, Scott Bessent, estos aranceles “no son sostenibles”.
China es el mayor exportador mundial y una economía volcadas hacia la producción, lo que genera superávit con el resto del mundo. El problema es que Trump también impuso aranceles a socios potenciales (como la UE o México), debilitando así un frente común.
El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino, Lin Jian, fue claro: “Estados Unidos debería dejar de amenazar y presionar, y dialogar en base al respeto mutuo”. Sin embargo, la ofensiva retórica continúa. Trump ha dicho que no necesita acuerdos: “podría firmar 25 ahora mismo, pero no hace falta”.
¿Qué es una negociación “normal” para Trump?
William Reinsch, asesor en el Center for Strategic and International Studies, explica que “Trump hace exigencias maximalistas pero tiende a retroceder mientras avanzan las conversaciones”. Esto convierte el proceso en una montaña rusa de ofertas, amenazas y promesas. No se trata de pactar concesiones mutuas, sino de satisfacer condiciones impuestas unilateralmente.
De hecho, no siempre busca el aval del Congreso para modificar aranceles o firmar acuerdos. Durante su primera administración, firmó el “Phase One” con China (2020), limitado a cuestiones arancelarias. Posteriormente, en 2023, firmó otro limitado para minerales críticos, sin una revisión integral.
El modelo de negociación unilateral: el caso de los “Liberation Day Tariffs”
El 2 de abril de 2024, Trump anunció nuevos impuestos a la importación en una jornada que llamó “Día de la Liberación”. ¿Resultado? Los mercados reaccionaron con ventas masivas y Trump congeló parte de sus anuncios por 90 días. Sin embargo, dejó en pie aranceles del 10% como punto base para seguir la negociación.
Este patrón se repite: amenaza con sanciones, luego retrocede temporalmente y empieza a negociar sin dar nada a cambio. El mensaje es unidireccional: los países deben adaptarse a la posición estadounidense. Si no aceptan, las sanciones persisten.
Europa como víctima colateral
Trump no ha hecho distinción entre rivales estratégicos y aliados históricos. Impuso o amagó con imponer aranceles a la UE, criticó sus impuestos al valor agregado y las normas de seguridad, y se negó a considerar subsidios internos como obstáculos a la competencia. Incluso en acuerdos comerciales con Japón, exigió cláusulas que beneficiaran exclusivamente a EE. UU.
En este ambiente, la confianza se convierte en un recurso escaso. Las relaciones trasatlánticas han sufrido, y dentro de la UE hay divisiones sobre cómo responder. Ni siquiera Canadá y México, parte de un acuerdo comercial firmado con bombos y platillos, han escapado a modificaciones unilaterales.
La lógica política de la incertidumbre
¿Es confusión o estrategia? Su equipo lo llama “incertidumbre estratégica”, una técnica para mantener a sus interlocutores desestabilizados. Pero como escribió Chad Bown del Peterson Institute for International Economics: “Estoy luchando por entender esto”.
La táctica le ha brindado popularidad política interna, sobre todo en sectores industriales que sienten que China ha erosionado su competitividad. Trump promete reindustrialización y empleos, aunque los resultados sean mixtos o inexistentes. Las fábricas aún no regresan en masa, y los precios al consumidor han subido por el efecto de los aranceles.
¿Un nuevo orden económico o puro proteccionismo?
El proteccionismo no es nuevo en la política económica de EE. UU., pero Trump ha llevado esta postura a extremos raramente vistos en la era moderna. Su enfoque choca con el sistema internacional basado en reglas, ya que lo reemplaza por caprichos presidenciales.
La paradoja es clara: busca fortalecer a EE. UU. debilitando las alianzas que lo han sostenido. Si bien sus políticas pueden funcionar a corto plazo como elemento de presión, es poco sostenible construir relaciones comerciales basadas en amenazas.
Al final, tanto si se considera una táctica brillante como una fuga hacia adelante sin dirección, la política arancelaria de Trump nos recuerda que en economía internacional, la confianza y la coherencia son tan valiosas como el acero y el aluminio.