La campaña albanesa que quiere 'hacer Albania grandiosa': Trumpismo en los Balcanes

El exmandatario Sali Berisha, sancionado y acusado de corrupción, confía en los arquitectos de Trump para volver al poder, apostando por el populismo al estilo MAGA

Un Trumpismo adaptado al Adriático

En una movida que combina política internacional, populismo y un inusitado cruce de fronteras ideológicas, Albania se ha convertido en el nuevo campo de batalla electoral donde estrategas estadounidenses del círculo de Donald Trump intentan repetir la receta que llevó al magnate a la Casa Blanca. Al frente de este esfuerzo se encuentra Sali Berisha, ex primer ministro y presidente de Albania, ahora líder de la oposición y aspirante a un retorno al poder… mientras enfrenta un juicio por corrupción y sanciones internacionales.

El equipo MAGA aterriza en Tirana

Chris LaCivita, co-jefe de la campaña de Trump en 2024, el veterano encuestador Tony Fabrizio y el polémico Paul Manafort han sido contratados por el Partido Democrático de Albania para diseñar su estrategia electoral de cara a las elecciones parlamentarias del 11 de mayo. LaCivita ha viajado tres veces al país y no oculta su entusiasmo: “Es el único Partido Demócrata con el que alguna vez habría considerado trabajar”, bromeó.

Estos nombres no son ajenos al escándalo. Manafort, quien presidió la campaña de Trump en 2016, fue condenado por ocultar trabajos como cabildero de dictaduras extranjeras y posteriormente indultado por el propio Trump. Berisha ha usado su conexión con este equipo para reforzar su mensaje central: al igual que Trump, él es víctima de un sistema corrupto que lo persigue políticamente.

Un eslogan con sabor a conflicto

La campaña de Berisha empezó con un lema muy familiar: "Make Albania Great Again". Sin embargo, el eco del mensaje trumpista pronto se encontró con una barrera regional. La frase evocaba, para muchos en los Balcanes, la sombría idea del nacionalismo expansionista. Así que el eslogan fue modificado cuidadosamente por "Hagamos Albania grandiosa", cambiando “e madhe” por “madheshtore”, una palabra más enfocada en la grandeza cultural y espiritual que en la territorial.

El toque de marketing de esta campaña llega a la estética: Berisha, al estilo Trump, ha adoptado una gorra como símbolo, en su caso azul con un gran número 1, correspondiente a la posición de su partido en la boleta.

Populismo transatlántico

Esta no es una excepción. Argentina y El Salvador ofrecen ejemplos recientes del éxito electoral de figuras que imitan a Trump. Javier Milei alcanzó la presidencia argentina con una actitud libertaria y propuestas rupturistas. Nayib Bukele, en El Salvador, reforzó sus lazos con figuras trumpistas y se ganó la simpatía de muchos votantes conservadores en EE.UU. En Albania, la cercanía a Washington sigue siendo capital político, y esto Berisha lo sabe y explota hábilmente.

Corrupción, sanciones y juego geopolítico

Pese a su discurso contra las élites, Berisha es parte del establishment albanés desde hace décadas. Fue primer ministro entre 2005 y 2013. En 2021, el entonces secretario de Estado Antony Blinken lo sancionó por “corrupción significativa”, incluyendo el desvío de fondos públicos y el favorecimiento de familiares con bienes inmuebles. El Reino Unido se sumó en 2022.

En 2023 fue imputado dentro de una investigación por corrupción que involucra supuestas maniobras para que su yerno pudiera construir departamentos en terrenos públicos en Tirana. Aunque su juicio aún no ha comenzado, su equipo legal y político asegura que es víctima de una conspiración, al más puro estilo trumpiano.

La ofensiva legal: levantar sanciones con lobby estadounidense

El ala internacional de esta campaña incluye un contrato de dos años y $6 millones con la firma Continental Strategy, comandada por Carlos Trujillo, exembajador ante la OEA durante el gobierno de Trump. El objetivo: revertir su estatus de “persona non grata” y normalizar su relación con EE.UU., crucial para la diáspora albanesa en Nueva Jersey y Nueva York.

Este lobby no es gratuito. El contrato se financia a través de la fundación Make Albania Great Again Foundation, encabezada por Nuredin Seci, un empresario albanés-americano del cual poco se sabe y quien ha evitado responder a los medios. El acuerdo ha levantado una investigación local por parte de la unidad albanesa de lucha contra el crimen organizado (SPAK).

El efecto Trump en la política mundial

Lo que ocurre en Albania forma parte de un fenómeno más amplio: la exportación del populismo de derechas estadounidense como modelo político viable en el extranjero. Desde Jair Bolsonaro en Brasil hasta Viktor Orbán en Hungría, pasando por la reciente victoria de Milei, el estilo Trump sigue generando réplicas globales. Como señala el politólogo Yascha Mounk: "Trump creó un manual para populistas antisistema que quieren convertir la indignación social en poder político".

La popularidad de este modelo depende del contexto. En países como Canadá y Australia, los candidatos que han emulado estas estrategias han sufrido retrocesos electorales, señal de que el backlash también es parte del juego. Pero en naciones con instituciones débiles o donde el antiamericanismo ha disminuido, el vínculo con figuras mediáticas estadounidenses —incluso sancionadas o polémicas— puede resultar rentable.

¿Una injerencia bienvenida?

Irónicamente, en países donde la influencia exterior suele ser motivo de alarma, la contratación de asesores extranjeros como LaCivita no ha generado un rechazo social radical. De hecho, la campaña albanesa lo presenta como una ventaja diferencial. Como él mismo señaló en una entrevista: “Ese es un lugar donde... que Estados Unidos meta las manos en las elecciones se considera algo bueno, en lugar de malo”.

Esta postura ha irritado a su rival, el primer ministro Edi Rama, líder del Partido Socialista, quien ha atacado repetidamente la interferencia extranjera. En una sátira electoral, se refiere a Berisha como “el búho del pantano”, y ha incluido a LaCivita en propagandas negativas.

¿Puede ganar Berisha?

Los sondeos en Albania no son fiables ni del todo libres, según observadores internacionales. Aun así, el Partido Democrático insiste en que esta elección será la del regreso. “LaCivita manejó una de las campañas más espectaculares de la historia, haciendo presidente a un hombre al que todo el mundo se oponía”, afirmó el equipo de prensa. “Es la misma situación que aquí”.

Sus simpatizantes presentan al partido como defensor del libre mercado, la familia tradicional y opositor a la “cultura woke”. En este relato, Berisha no es un político tradicional, sino un mártir perseguido por fuerzas globalistas.

Más que una campaña: un experimento global

La campaña de Sali Berisha se ha convertido en uno de los experimentos más claros de cómo el trumpismo se internacionaliza. Combina el uso de marketing emocional, antielitismo, ultranacionalismo, victimismo político y una narrativa de redención que se ajusta perfectamente al nuevo ecosistema político global.

No hay certezas sobre su destino electoral, ni sobre si podrá revertir su estatus sancionado. Pero su campaña es desde ya un estudio de caso de cómo la política interna estadounidense sigue exportando fórmulas —e incluso equipos humanos— a elecciones extranjeras donde el populismo quiere perforar el orden establecido.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press