Geoducks y guerras comerciales: El marisco más raro de América y su drama global

Cómo un molusco gigante llevó riqueza a Washington, China y Canadá, hasta que las tensiones entre EE.UU. y China hundieron todo un mercado.

Por décadas, el geoduck (pronunciado "gúidak") ha sido un tesoro biológico, cultural y económico para las comunidades indígenas de la región del noroeste del Pacífico en Estados Unidos, especialmente para la tribu Suquamish del estado de Washington. Con apariencia fálica y un sabor marino irresistible, este molusco escurridizo encontró su fama a más de 8,000 kilómetros de distancia, en China, donde se convirtió en un manjar deseado y símbolo de estatus. Pero en el 2025, una nueva guerra comercial entre Estados Unidos y China puso en jaque toda esta cadena de valor.

¿Qué es exactamente un geoduck?

El geoduck (Panopea generosa) es el molusco bivalvo más grande del mundo. Puede pesar más de 2 kilogramos y vivir más de 100 años. A diferencia de la mayoría de las almejas, el geoduck mantiene su sifón (cuello)y se entierra profundamente en los sedimentos marinos. El método de extracción es artesanal y laborioso, involucrando buzos capacitados que desentierran uno por uno los ejemplares valiosos.

Este producto es particularmente valioso en China, donde es consumido en sopas, salteados y sobre todo como sashimi. Es común en banquetes importantes de negocios y celebraciones, donde una libra de geoduck puede alcanzar fácilmente $100 USD antes de aranceles.

Herencia indígena y orgullo local

Joshua George, buzo de cuarta generación de la tribu Suquamish, ha participado durante 24 años en la recolección de geoducks. Es un trabajo que dice amar, no solo por su conexión con el mar, sino por el legado ancestral que representa. La recolección de geoducks no es solo una fuente de ingreso: representa sostenibilidad, cultura e identidad para su comunidad.

El geoduck es tan importante en el estado que se ha convertido en la mascota oficial de Evergreen State College en Olympia. También representa millones en ingresos: en 2024, se recolectaron 3.4 millones de libras de geoducks salvajes, generando $22.4 millones solo para el estado, que se invierten en restauración acuática.

El impacto de la guerra comercial

En febrero de 2025, el presidente Donald Trump retomó su enfoque de presión económica sobre China. Para abril, había impuesto aranceles de hasta 145% sobre ciertos productos chinos, lo que llevó a las autoridades chinas a responder con aranceles de 125% en productos estadounidenses. El geoduck fue una víctima inesperada pero severamente afectada.

A diferencia de productos con larga vida útil, el geoduck se transporta con vida y debe llegar a su destino el mismo día en que se cosecha. La imposición de aranceles paralizó la cadena de suministro:

  • Exportadores de Seattle vieron cómo compradores en China cancelaban órdenes.
  • Empresas tribales como Suquamish Seafoods quedaron sin actividad.
  • Familias enteras ligadas al oficio de buceo quedaron sin ingresos.

“Es la primera vez en 24 años que no sé si voy a volver al trabajo”, dijo Joshua George.

El efecto dominó en la industria

Jim Boure, gerente general de Suquamish Seafoods, lo resume así: “El mercado entero simplemente tuvo que detenerse”. A finales de abril, apenas se había recolectado el 50% del volumen esperado de geoducks en terrenos del estado de Washington. Esto significa que el ingreso proyectado por el estado también fue cortado a la mitad.

El efecto ha sido tan inmediato como inesperado. Otros productores, como el agricultor Ian Child, tampoco pueden sembrar nuevas generaciones debido a la acumulación de cultivos sin vender.

Más allá del drama económico, el drama humano es palpable. Kyle Purser, otro buzo, expresó su angustia: “Cuando ves cómo desaparece tu dinero mientras tienes familia que alimentar, es una situación muy estresante”.

La ganancia canadiense

Mientras el mercado estadounidense se desmoronaba, los exportadores canadienses celebraban su momento. Aunque también enfrentaban aranceles (de solo 25%), tenían una ventaja comparativa brutal. James Austin, presidente de Underwater Harvesters Association de Canadá, lo dijo claro:

“Ahora mismo no tenemos competencia”.

En 2025 se espera que Canadá coseche 2.75 millones de libras de geoducks, lo que equivale a ingresos por 60 millones de dólares canadienses (unos $43.4 millones USD). China sigue comprando —solo han reemplazado a EE.UU. por Canadá.

Un ejemplo claro: después de los aranceles, el precio canadiense por libra de geoduck subió de $12 a $17. Mientras tanto, los consumidores chinos, como Yang Bin de Beihai Huaxiashougang Health Industry Company, prefieren pagar más a Canadá antes que lidiar con la inseguridad de precios del marisco estadounidense:

“No nos importan los aranceles de EE.UU. porque podemos conseguir geoducks de otros países con precios más estables”.

Perspectiva geoestratégica

Este mini-drama de mariscos revela algo mayor: cómo hasta las industrias de nicho se ven atrapadas en conflictos entre superpotencias. El geoduck pasó de ser una criatura curiosa a emblema de globalización, cultura indígena y tensiones geopolíticas.

Los buzos estadounidenses ahora esperan una resolución diplomática para poder volver al agua. Mientras tanto, siguen realizando tareas menores —como recolecciones para pruebas de laboratorio o mantenimiento de equipos— esperando que "China vuelva a llamar".

Derrick y Daniel McRae, dos hermanos buzos, recolectaron 800 libras de geoducks en un solo día de abril, luego de semanas de inactividad. Cada buceo es una esperanza, pero también un recordatorio de la fragilidad del comercio internacional moderno. “Estamos esperando con los dedos cruzados a ver qué pasa”, confiesa Derrick.

Más que comercio: orgullo y preservación

El caso del geoduck también muestra cómo la economía indígena se ve afectada por las decisiones de potencias globales. Las tribus como los Suquamish no solo están viendo desaparecer un ingreso, sino también una forma de vida.

La cosecha de geoducks no es simplemente otra industria pesquera. Es cultura viva, es comida ceremonial, y sobre todo, es una actividad que conecta generaciones.

El chef Mike Holbein lo resume mientras prepara una pieza para sashimi en Olympia: “Es uno de esos productos que une tierra, mar, historia, familia y sabor. Y ahora, también política internacional”.

¿Y ahora qué?

Está previsto que este fin de semana haya conversaciones en Suiza entre delegaciones de alto nivel de EE.UU. y China. Serán las primeras desde que se impusieron los nuevos aranceles. Pero el resultado sigue siendo incierto.

Si algo queda claro es que hasta un molusco puede convertirse en protagonista silencioso del tablero político global. Miles de personas —pescadores, exportadores, consumidores, chefs y familias enteras— esperan que este curioso tesoro marino no sea el siguiente en extinguirse por causas políticas.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press