La trágica historia de la osa grizzly más famosa del mundo y su legado en peligro
Grizzly No. 399 y su cría Grizzly No. 1058: un símbolo de la vida salvaje en EE. UU. que refleja la creciente amenaza de los encuentros entre humanos y animales en los parques nacionales
Una familia bajo los focos: de celebridades a tragedias
La historia de Grizzly No. 399, conocida como la osa grizzly más famosa del mundo, ha conmovido a generaciones de turistas, conservacionistas y amantes de la naturaleza. Durante casi tres décadas, esta imponente hembra de más de 2 metros de altura y 180 kilogramos de peso se convirtió en un ícono dentro del Parque Nacional Grand Teton, en Wyoming, gracias a su comportamiento tolerante hacia los humanos y su frecuente aparición cerca de caminos transitados.
Sin embargo, esta historia de admiración y resiliencia natural adquirió un matiz trágico en octubre de 2024, cuando Grizzly No. 399 murió tras ser atropellada por un vehículo. Meses después, en mayo de 2025, uno de sus cuatro cachorros nacidos en 2020, Grizzly No. 1058, falleció también tras ser embestido por un automóvil. Su cuerpo fue encontrado a unos 114 metros de la autopista 26, cerca del río Buffalo Fork. Así, terminó la vida de un símbolo del ecosistema de Yellowstone, revelando una peligrosa tendencia: los encuentros entre vehículos y fauna silvestre siguen en aumento.
No. 399: la madre de los osos famosos
No. 399 fue etiquetada por primera vez con un transmisor en la oreja por biólogos en el año 2001. Desde entonces, esta osa ha criado exitosamente 18 oseznos en ocho camadas diferentes, convirtiéndose en la madre reproductora de grizzly más longeva conocida en el ecosistema de Yellowstone. Su fama se disparó en 2006 cuando condujo a sus crías cerca de la carretera, lo cual le permitió ser fácilmente fotografiada por turistas y científicos.
Su tendencia a criar a sus cachorros cerca de áreas humanas, algo poco común para su especie, la convirtió en una figura polarizante: amada por ecoturistas y fotógrafos, pero fuente de preocupación para los gestores de los parques. **¿Una osa problemática o una embajadora de su especie?** La línea entre ambas interpretaciones ha sido debatida durante años.
Los parques nacionales: una vía de alto riesgo para la fauna
Según datos del Instituto de Defensa Animal, aproximadamente los accidentes de tránsito matan a entre 150 y 200 osos grizzly cada año en América del Norte, una cifra alarmante si se considera que las poblaciones de esta especie están entre las más vigiladas del continente. La población total de osos grizzly en el ecosistema de Yellowstone está estimada en alrededor de 1.000 individuos, lo que hace que cada pérdida tenga un impacto considerable.
En el caso de No. 1058, las autoridades del Parque Nacional Grand Teton afirmaron que el oso había sido destetado en 2022 y desde entonces había sido avistado esporádicamente. No había reportes de su presencia esta primavera hasta el hallazgo de su cadáver. La autopsia reveló que el oso buscó refugio entre los sauces tras el impacto, donde finalmente pereció.
Colisión mortal cerca de Yellowstone agrava el problema
La muerte de No. 1058 ocurrió solo días después de un trágico accidente vial que involucró a un vehículo de turismo cerca de Yellowstone, en Idaho, en el que murieron siete personas, incluyendo cinco turistas chinos, un italiano y el conductor estadounidense del vehículo que provocó el choque. El incidente, que ocurrió bajo condiciones climáticas favorables y en plena visibilidad, ha reabierto el debate sobre el tráfico en las inmediaciones de parques nacionales.
La Administración Nacional de Seguridad del Transporte (NTSB) estudia el caso debido al tipo de vehículos involucrados y la magnitud del accidente. La cantidad de visitantes a parques nacionales en EE. UU. ha crecido exponencialmente en las últimas dos décadas. Según el Departamento de Comercio de Estados Unidos, el 36% de los visitantes internacionales en el país incluyen al menos un parque nacional entre sus principales destinos turísticos.
Convivencia forzada entre humanos y fauna
Pero ¿pueden los animales salvajes y los humanos compartir espacio sin consecuencias fatales? Grizzly No. 399 demostró, durante años, que una coexistencia pacífica era posible. Sin embargo, su trágico final y el de su cría revelan una realidad más cruda: la infraestructura humana, especialmente las carreteras, representa una amenaza cada vez más seria para las especies que habitan o atraviesan los parques.
En los últimos años ha habido propuestas para construir más pasos de fauna, puentes verdes e infraestructuras que permitan a los animales cruzar las carreteras de forma segura. En Canadá, por ejemplo, los corredores de fauna en el Parque Nacional Banff han reducido la mortalidad de animales grandes en carretera hasta en un 80%, según datos de Parks Canada.
El futuro incierto de su legado
Lo que hacía especial a No. 399 era su habilidad para generar apego. No era solo una osa. Era la osa. Su historia era contada en blogs, libros, documentales y redes sociales. Tenía cuentas de Instagram no oficiales con miles de seguidores e incluso una biografía titulada: "Grizzly 399: The Bear Who Changed My Life", de la escritora y fotógrafa americana Jennifer Leigh Warner.
Su descendencia, sin embargo, enfrenta un mundo más hostil. De los cuatro cachorros nacidos en 2020, ahora solo se sabe del paradero de uno. Su legado biológico se ve amenazado, añadiendo urgencia a la conversación sobre cómo proteger efectivamente a estos animales en libertad sin comprometer la experiencia del visitante.
¿Cómo honrar a No. 399 y los suyos?
- Reducción de velocidad obligatoria en zonas con alta presencia animal, apoyada por nuevas tecnologías como radares con sensores de movimiento.
- Educación para visitantes, con campañas robustas sobre el comportamiento seguro en áreas silvestres.
- Inversión en infraestructura verde, como pasos subterráneos o puentes vegetados en puntos críticos del parque.
- Mayor presupuesto para monitoreo de fauna, para identificar patrones de desplazamiento y diseñar planes a largo plazo.
La vida y muerte de Grizzly No. 399, seguida por la de su hijo, plantea una enorme pregunta: ¿Estamos preparados para convivir con la naturaleza sin destruirla? Su historia nos obliga a reflexionar, no sólo sobre nuestra relación con los animales salvajes, sino también sobre nuestra capacidad de actuar con responsabilidad antes de que sea demasiado tarde.
Grizzly No. 399 fue mucho más que una osa. Fue una mensajera del equilibrio perdido, una figura majestuosa cuyo recuerdo seguirá rugiendo en las montañas del Gran Teton mucho después de su último aliento.