La cruzada de Trump contra las universidades de élite: Impuestos, ideología y la batalla por los fondos
El expresidente intensifica su disputa con Harvard, Yale y otras universidades en una ofensiva fiscal sin precedentes que amenaza con transformar la educación superior en EE. UU.
Una enemistad que volvió con más fuerza
Donald Trump ha reavivado una de las batallas más polémicas de su carrera política: su guerra contra las universidades de élite en Estados Unidos. Desde Harvard hasta Columbia, el expresidente intensifica su retórica contra instituciones que acusa de "adoctrinamiento izquierdista", y ahora, la ofensiva va más allá de lo discursivo. En la mira están los fondos multimillonarios que estas casas de estudio resguardan en endowments (fideicomisos o dotaciones), cuya tributación podría cambiar radicalmente si se aprueban las propuestas republicanas.
Durante su reunión con el primer ministro canadiense Mark Carney, Trump aseguró que su administración daría fin inmediato a los bombardeos contra los hutíes en Yemen, subrayando una supuesta rendición del grupo rebelde respaldado por Irán. Pero en paralelo, lo que realmente está desatando una tormenta política es su intento de multiplicar por diez (o más) los impuestos sobre las ganancias de inversión de los endowments universitarios más ricos del país.
¿Qué es un endowment universitario?
Un endowment es un fondo compuesto de donaciones que las universidades invierten con el propósito de sostener operaciones a largo plazo. Estas inversiones generan ingresos que suelen cubrir becas estudiantiles, salarios de profesores, investigación, mantenimiento de infraestructura y otras necesidades. Los líderes universitarios argumentan que estos recursos son fundamentales para garantizar la estabilidad institucional y la accesibilidad a la educación.
La crítica, sin embargo, radica en cuán grande se han vuelto estos fondos. Harvard maneja una dotación de más de $53 mil millones, seguida por Yale con más de $42 mil millones, y Stanford con $36 mil millones. En total, unas 50 universidades tienen endowments superiores a los mil millones de dólares. Sin embargo, la gran mayoría de las instituciones de educación superior trabajan con presupuestos considerablemente más modestos.
Los impuestos que sembraron la discordia
Trump introdujo por primera vez un impuesto a los endowments en 2017, como parte de su paquete fiscal. Ese gravamen fue del 1.4% sobre las ganancias de inversión de universidades con más de 500 estudiantes y dotaciones de más de $500,000 por alumno. Desde entonces, el impuesto ha generado controversias legales, académicas e ideológicas. En 2023, recaudó unos $380 millones provenientes de 56 universidades.
Ahora, en 2024, la Cámara de Representantes controlada por los republicanos baraja aumentar esa tasa al 14% o incluso al 21%, equiparándola con el impuesto corporativo. Pero algunos senadores, como el vicepresidente J.D. Vance, han propuesto ir aún más lejos: subirla al 35%.
Una medida que podría cambiar el panorama académico
Los efectos de una subida de este calibre serían profundos. Por ejemplo, Davidson College, una universidad liberal con una firme política de admisión basada en necesidades económicas, estima que su factura fiscal crecería de $1 millón a $11 millones anuales. Eso representaría la pérdida de financiamiento suficiente para otorgar becas completas a 200 estudiantes. Para Middlebury College, su impuesto podría pasar de $1 millón a $12 millones.
Douglas Hicks, presidente de Davidson, declaró: “Esa cantidad de dinero sería astronómica para nuestro presupuesto. Si los líderes realmente quieren reformar la educación superior, existen muchos mejores incentivos que esto.”
Trump y la “guerra cultural” desde la Casa Blanca
Más allá del aspecto financiero, Trump ha convertido su cruzada contra las universidades en parte central de su narrativa ideológica. Acusa a las instituciones de ser centros de “adoctrinamiento radical de izquierda” y de haber perdido su función educativa como formadoras de ciudadanos críticos. En una carta dirigida a Harvard, el expresidente cuestionó que se beneficie de un estatus libre de impuestos, mientras maneja recursos mayores que el PIB de algunos países.
Esto ha generado apoyo entre los republicanos en el Congreso, que ya planeaban formas de aumentar ingresos fiscales para financiar recortes tributarios. El representante Troy Nehls (Texas) escribió en una carta enviada a Brown University: “Esta es una industria educativa que opera en gran parte libre de impuestos, y necesitamos verificar si realmente está sirviendo al bien público.”
¿Una amenaza al modelo sin fines de lucro?
Entre los temores de académicos y asociaciones como el American Council on Education (ACE) está la posibilidad de que estos impuestos sienten precedentes negativos para el estatus exento de impuestos de otras organizaciones sin fines de lucro. De hecho, la ACE ha calificado las propuestas fiscales como “un impuesto a las becas.”
Steven Bloom, vicepresidente asociado del ACE, declara: “Esto no se trata realmente de dinero, porque no es tanto lo que se recauda: se trata de deslegitimar políticamente a las universidades.”
Las cifras detrás del debate
- El impuesto actual del 1.4% generó $380 millones en 2023.
- Un aumento al 14% generaría $10 mil millones en una década.
- Harvard, con más de $53 mil millones en su endowment, pagó más de $40 millones bajo el actual sistema.
- El costo anual de algunas universidades puede alcanzar los $95,000 por alumno, sumando matrícula, alojamiento y alimentación.
¿Reforma justa o venganza ideológica?
El trasfondo ideológico es inevitable. Desde 2016, Trump ha canalizado el descontento de ciertos sectores conservadores hacia las universidades, que él considera como bastiones del liberalismo cultural y político. En actos de campaña, acusó a estas instituciones de “convertir a los jóvenes en enemigos de su país.”
El impuesto a los endowments se ha vuelto entonces una herramienta política para debilitar a lo que el trumpismo percibe como una élite intelectual desconectada de la “América real.” El profesor de derecho Noah Feldman señala: “No se trata de eficiencia económica; es una manera de castigar a quienes cuestionan la narrativa conservadora.”
Una ofensiva que va más allá de los impuestos
El cerco contra las universidades también incluye restricciones a financiamientos federales, auditorías ideológicas y nombramientos estratégicos. La Casa Blanca bajo Trump bloqueó nuevos fondos a Harvard como forma de presión, una táctica que puede verse replicada con otras instituciones.
Además, la administración impulsa cambios en los criterios para determinar qué universidades estarían sujetas a los impuestos, limitando el cálculo del número de estudiantes solo a ciudadanos y residentes, lo que afectaría negativamente a universidades con alto porcentaje de estudiantes internacionales.
¿Qué implicaría para el futuro de la educación?
En lo inmediato, una mayor carga tributaria podría hacer que universidades de élite reduzcan sus programas de becas, recorten plazas docentes o limiten su inversión en ciencia e investigación. Para las universidades más pequeñas, el impacto podría ser aún más devastador.
Pero hay algo más en juego: la redefinición del papel de la educación superior en Estados Unidos. Mientras unos consideran que es hora de que las universidades millonarias “paguen su parte justa”, otros ven en estas acciones una amenaza directa a la autonomía académica y a la misión histórica de ofrecer oportunidades a las nuevas generaciones.
En esta batalla que mezcla impuestos, ideología y poder, la pregunta crucial sigue abierta: ¿está EE. UU. dispuesto a redefinir radicalmente su modelo universitario en nombre de una guerra cultural?