Israel, Gaza y el futuro incierto: una crisis que ahoga a todos
El plan israelí para tomar control total de la Franja de Gaza intensifica el drama humano, agrava las tensiones y aleja aún más cualquier esperanza de paz o solución duradera.
Un conflicto sin tregua ni esperanza
Tras casi dos décadas de tensiones, bloqueos, enfrentamientos esporádicos y guerras, el conflicto entre Israel y Hamas ha llegado a una de sus etapas más dramáticas. En mayo de 2025, Israel aprobó un plan sin precedentes: la toma completa de la Franja de Gaza para permanecer allí por tiempo indefinido. El objetivo, según funcionarios israelíes, sería presionar a Hamas a aceptar condiciones de alto al fuego, liberar a los rehenes y facilitar negociaciones.
Esta medida ha alarmado no solo al pueblo palestino, sino también a parte de la sociedad israelí, grupos internacionales de ayuda humanitaria, e incluso a aliados estratégicos como Estados Unidos. Pero ¿cómo se llegó hasta aquí? ¿Qué está en juego? ¿Y qué podemos prever para el futuro cercano?
Las cifras de la devastación
La ofensiva israelí contra Hamas inició luego del brutal ataque del 7 de octubre de 2023, en el que murieron más de 1.200 personas, mayoritariamente civiles, y 251 personas fueron secuestradas por el grupo militante. Desde entonces, Israel ha lanzado una de las campañas militares más intensas de su historia.
- Más de 52.000 personas han muerto en Gaza, según cifras del Ministerio de Salud palestino.
- Se estima que el 70% de las víctimas son mujeres y niños.
- Más de 1,9 millones de palestinos (el 85% de la población de Gaza) han sido desplazados de sus hogares.
La cifra de muertos es tan abrumadora que muchos habitantes recurren al GPS para encontrar las ruinas donde alguna vez estuvieron sus hogares. “¿Qué más queda por bombardear?”, se pregunta Moaz Kahlout, uno de los desplazados.
La dimensión humana: hambre, desalojos y desesperación
Fuera de las cifras frías, la situación humanitaria en Gaza se deteriora minuto a minuto. El bloqueo impuesto por Israel desde marzo ha cortado completamente el acceso a alimentos, medicinas, combustible y materiales de ayuda.
Organismos como la ONU y la Cruz Roja Internacional han lanzado alertas de una posible hambruna masiva. La comida está tan escasa que centros comunitarios como Tikeya apenas pueden ofrecer un único tipo de comida durante semanas: pasta hervida.
“No tenemos miedo de morir por los misiles. Lo que realmente nos preocupa es que nuestros hijos mueran de hambre frente a nosotros”, dice Nidal Abu Helal, desplazado y colaborador del comedor comunitario.
Protestas dentro y fuera de Israel
Paradójicamente, dentro de Israel también crecen las divisiones. La ampliación de la guerra no agrada a todos. Cientos de personas se manifestaron frente al Parlamento para exigir un alto el fuego inmediato y la negociación urgente por los 59 rehenes restantes aún en manos de Hamas.
“No veo que la expansión de la guerra sea una solución. Ya estuvimos aquí hace un año. Es un déjà vu”, lamenta Adi Alexander, padre de Edan Alexander, uno de los soldados secuestrados durante el ataque de Hamas en 2023.
Las familias de los rehenes están especialmente preocupadas. Temen que una operación aún más agresiva ponga en peligro a sus seres queridos. Moshe Lavi, cuñado del rehén más viejo aún con vida —Omri Miran, 48 años—, describe el sentimiento general: “Esperamos que esto sea solo una señal para Hamas, no el inicio de una catástrofe peor.”
¿Dónde está la comunidad internacional?
El rol de la comunidad internacional ha sido, cuando menos, ambivalente. Estados Unidos sigue siendo el principal aliado de Israel, aunque ha intensificado la presión diplomática por un alto el fuego. La visita programada del expresidente Donald Trump a la región la próxima semana podría ser un punto de inflexión.
Trump, quien ha mencionado frecuentemente a Edan Alexander en discursos, no visitará Israel como tal, pero su paso por países aliados cercanos podría influir en el desarrollo del plan de anexión de Gaza.
Organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch han denunciado posibles crímenes de guerra. Sin embargo, más allá de las palabras, poco se ha hecho para detener el conflicto. El mundo parece cansado y desbordado, mientras en Gaza se muere, literalmente, de hambre.
Un sistema al borde del colapso
Los hospitales funcionan a menos del 30% de su capacidad. Muchos han sido destruidos. Según datos de la OMS, más del 90% de las instalaciones sanitarias de Gaza están inhabilitadas. La población enfrenta infecciones, traumatismos y desnutrición sin acceso a medicinas ni doctores.
La escasez de agua potable se ha convertido en una amenaza aún más inmediata que los bombardeos. En Khan Younis o Rafah, personas caminan más de 15 km al día para encontrar un balde de agua.
¿Hacia una ocupación total?
El plan israelí aprobado por el gabinete ministerial prevé una ocupación por tiempo indefinido de Gaza. Sin embargo, Israel no ha explicado cómo mantendrá gobernabilidad sobre dos millones de palestinos mientras combate a Hamas en la clandestinidad.
Expertos alertan que los intentos anteriores de ocupación (como el de 1967 a 2005) sólo exacerbaron el odio, el resentimiento y nutrieron a organizaciones extremistas. Hoy, la historia corre el riesgo de repetirse.
La moral militar y la sociedad israelí
La moral dentro del ejército israelí también está divida. Aunque miles de reservistas han sido llamados para cumplir funciones en Gaza, no son pocos los que se cuestionan la utilidad estratégica del plan.
“Dices luchar por tu seguridad, pero ni tú, ni tus hijos, ni tus padres están seguros con esta política”, escribía recientemente un oficial retirado en una carta abierta publicada por Haaretz.
¿Una nueva Nakba?
Para muchos palestinos, estos meses representan una nueva Nakba (catástrofe), como la expulsión forzada de cientos de miles de árabes en 1948. Hoy muchas familias han sido desplazadas más de una vez. “Nos matan, nos desplazan, nos dejan con hambre. Solo pedimos paz y un rincón para vivir”, clama Enshirah Bahloul desde una tienda improvisada en Khan Younis.
Un conflicto sin horizonte
¿Qué sigue? Nadie lo sabe con certeza. Hamas no muestra signos de rendición. Israel parece decidido a imponer su narrativa por la fuerza. Las víctimas siguen aumentando. La paz parece un recuerdo lejano. Y mientras tanto, los niños mueren —de hambre, de bombas, de miedo.
“No queda nada aquí. Ni casas, ni escuelas, ni futuro”, resume Sara Younis, madre de cuatro hijos, mientras espera una olla de pasta hervida para compartir entre siete personas.
El conflicto entre Israel y Gaza es una herida abierta que sangra frente al mundo, y el mundo —al parecer— ya no quiere mirar.