Caos aéreo en Newark: ¿Estamos volando hacia el colapso del sistema de control aéreo en EE.UU.?

Una falla crítica en las comunicaciones aéreas y una crisis de personal han desencadenado un efecto dominó que amenaza la seguridad y la eficiencia del espacio aéreo estadounidense

Un silencio peligroso en los cielos

El 28 de abril de 2025 pasará a la historia como uno de los días más tensos para la aviación comercial en Estados Unidos. Ese día, el centro de control de tráfico aéreo en Filadelfia, responsable de coordinar los vuelos hacia y desde el Aeropuerto Internacional Liberty de Newark, perdió contacto total con los aviones en su sector: sin radar, sin comunicaciones. Una situación límite en el sector donde el margen de error es cero.

Los controladores —según la Asociación Nacional de Controladores de Tráfico Aéreo (NATCA, por sus siglas en inglés)— quedaron “sin poder ver, oír ni hablar” con los pilotos. La causa: la caída de la línea principal de comunicaciones y la falla de la línea de respaldo, que no se activó automáticamente como debería.

Repercusiones inmediatas: retrazos, cancelaciones y caos

El efecto fue inmediato. Para garantizar la seguridad, el tráfico hacia el aeropuerto de Newark fue reducido drásticamente. Según el secretario de Transporte, Sean Duffy, esto fue una medida de precaución necesaria. Sin embargo, provocó cientos de vuelos retrasados y cancelados, y no solo en Newark, sino en todo el país, desde Los Ángeles hasta Dallas.

United Airlines, la principal operadora en Newark, redujo 35 vuelos diarios y su CEO, Scott Kirby, pidió limitar las franjas horarias de llegada y salida, aludiendo a que “el aeropuerto no puede manejar la cantidad actual de tráfico sin comprometer la seguridad”.

¿Es esta una anomalía? Los expertos dicen que no

La pérdida de contacto breve con una aeronave es algo que ocurre ocasionalmente, incluso considerado normal dentro de cierto margen. Pero perder la conexión con todos los aviones simultáneamente es un evento verdaderamente excepcional. Jordan Morales, ex controlador aéreo con 12 años de experiencia, resalta que en esos casos entra en juego la coordinación con centros de control adyacentes y el sistema anticolisión de los propios aviones, pero reconoce que es un momento de alta tensión.

“No es que la seguridad haya colapsado, pero sí se puso al límite”, comenta Morales.

Todd Yearly, quien fue controlador en Chicago durante 13 años, coincide: “La seguridad se mantuvo, y ese debe ser el verdadero titular”.

Trauma laboral y escasez estructural

Tras el incidente, varios controladores tomaron licencias por causas traumáticas, autorizadas por cláusulas sindicales. Esto agravó la ya conocida escasez de personal en el centro de Filadelfia, el cual fue asignado el año pasado como nuevo encargado del tráfico de Newark tras años de problemas en Long Island.

Pero la transición no fue completa: solo 24 de los 33 controladores esperados hicieron la mudanza. Desde entonces, el centro ha operado por debajo del mínimo ideal.

Una infraestructura obsoleta con fallas recurrentes

No es el primer fallo técnico grave. La revista especializada The Air Current reportó desde 2023 interrupciones frecuentes en el envío de datos entre Nueva York y Filadelfia. A ello se suma el hecho de que los equipos utilizados para manejar el tráfico en Newark están desactualizados.

“Todo el sistema necesita ser reconstruido desde cero”, afirmó Duffy en una conferencia en la Casa Blanca el pasado martes, delineando un plan multimillonario para modernizar la tecnología de control aéreo.

Una crisis nacional: el déficit de controladores en números

Estados Unidos debería tener al menos 15,000 controladores activos. Actualmente, según cifras de la Federal Aviation Administration (FAA) existen poco más de 11,500 habilitados —y alrededor de 10,000 en funciones operativas—. Esto significa que hay un déficit de aproximadamente 4,000 especialistas, lo que representa un desafío crítico para la capacidad nacional de gestionar el espacio aéreo en condiciones de seguridad y eficiencia.

Formar un nuevo controlador no es tarea rápida: toma entre 3 y 5 años de entrenamiento intensivo y supervisión. Incluso los programas anunciados recientemente por la administración Trump para incentivar la retención y atraer nuevos alumnos tendrán efectos completos quizás no antes de 2028.

“No puedes simplemente abrir un armario y sacar un nuevo controlador”, dijo con crudeza David Soucie, ex inspector de seguridad de la FAA.

El lado humano del colapso

Además de la infraestructura, deben considerarse las consecuencias psicológicas. Ser controlador es uno de los trabajos más estresantes del mundo. Estar a cargo de la vida de miles de personas diariamente sin margen de error es una carga mental inmensa. La decisión de muchos de tomarse licencias tras el apagón de comunicaciones es una muestra de que, al margen de la tecnología, el sistema también depende de seres humanos. Y ellos también colapsan.

El sindicato NATCA ha advertido durante años sobre la necesidad de tener más personal, mejores condiciones y redundancias más sólidas. Para muchos en el sector, este evento en Newark es solo el resultado lógico de años de advertencias ignoradas.

Un llamado urgente a repensar la aviación moderna

El incidente no ha dejado víctimas, pero sí ha dejado una pregunta inquietante: ¿qué hubiera pasado si la falla ocurría en plena tormenta, o en medio de una maniobra crítica? ¿Y si duraba dos minutos en lugar de treinta segundos? La respuesta tranquilizadora es que los protocolos funcionaron. Pero también nos deja ver cuán frágil puede volverse todo cuando el sistema ya opera al límite.

La crisis en Newark es una llamada de advertencia. Los aviones pueden estar entre los medios más seguros de transporte, pero dependen de un entramado humano y tecnológico que no se puede dar por sentado.

Invertir en controladores, en tecnología moderna y en planificación estratégica no es un lujo, es una necesidad nacional inaplazable.

Desde los retrasos hasta la angustia de los controladores, este evento nos recuerda que incluso en la era digital, las comunicaciones pueden fallar, y cuando eso ocurre a 35,000 pies de altura, las consecuencias pueden ser globales.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press