Haití arde entre violencia de pandillas y abandono político: un país al borde del colapso
Mientras comunidades enteras resisten incursiones armadas y miles huyen por su vida, la población exige la renuncia del Consejo Presidencial de Transición y del primer ministro, en una nación asfixiada por la anarquía y la indiferencia internacional.
Una nación herida: protestas en las colinas de Puerto Príncipe
“¡Libertad o muerte!”. Esta consigna se ha vuelto una súplica desesperada en las calles y colinas de Puerto Príncipe, donde decenas de haitianos marchan día tras día exigiendo seguridad, justicia y, sobre todo, el fin del reinado de violencia impuesto por las pandillas que controlan ya más del 85% de la capital, según datos de la ONU. Este domingo, cientos de manifestantes marcharon ondeando la bandera nacional, pidiendo la renuncia inmediata del primer ministro y del Consejo Presidencial Transitorio.
Haití enfrenta una de las peores crisis humanitarias, sociales e institucionales de su historia moderna. Lo que era una nación tambaleante hoy luce paralizada. Las estadísticas son sombrías: de enero a marzo de 2024, más de 1,600 personas fueron asesinadas, mientras que otras 580 resultaron heridas por la violencia armada. En 2023, la cifra total de muertos superó los 5,600.
La vida bajo fuego: historias de desesperación
Eric Jean, un conductor de autobús de 42 años, lleva una enorme bandera de Haití atada al cuello, como un grito silencioso: “Lo único que el pueblo pide es seguridad. Cada día perdemos más vecindarios. Cada día mueren más personas. Ya no tenemos hogar”.
Al igual que Eric, Marc Étienne está entre las decenas de miles que viven en campamentos improvisados después de que su comunidad fue destruida por pandillas. “Haití no puede gobernarse entre amigos”, denunció refiriéndose al Consejo Transitorio. “La ciudad está muriendo”.
Una guerra urbana: el caso de Canapé-Vert
Uno de los pocos bastiones que aún resisten las arremetidas armadas de las pandillas es Canapé-Vert, conocido por sus organizaciones comunitarias sólidas, muchas de ellas lideradas por policías frustrados. El sábado, esa comunidad homenajeó a sus líderes asesinados en medio de enfrentamientos recientes contra pandillas. En un acto simbólico cargado de rabia y luto, asistentes vestidos de blanco alzaron sus puños en honor a los caídos.
Videos difundidos por redes sociales mostraron a los líderes de la comunidad portando armas automáticas, camuflados con pasamontañas, como una forma de proteger su identidad y evitar represalias de los grupos criminales. “¡La sangre no se va a derramar en vano!”, exclamó un orador en creole desde un escenario improvisado. “¿La lucha es qué?”, preguntó. “¡Recién comienza!”, contestaron cientos.
Violencia estratégica: expandir el terror
La violencia pandillera ya no es sólo territorial. El informe más reciente de la Misión de la ONU en Haití (BINUH) advierte que los ataques son “indiscriminados y brutalmente estratégicos”, diseñados para sembrar el pánico y quebrar la moral comunitaria. En marzo, al menos 30 personas fueron asesinadas en un solo ataque cerca de la embajada francesa. Otras 21 personas fueron acribilladas en Delmas 30. Muchas de estas víctimas viajaban en los conocidos tap taps.
Entre los más afectados se encuentran familiares de oficiales de policía, cada vez más perseguidos por las pandillas como símbolo del colapso institucional del país. “La criminalidad ha tomado un carácter paramilitar en muchos casos”, denunció el BINUH.
Una resistencia popular: armas rudimentarias y voluntad férrea
En marzo, una acción conjunta entre ciudadanos armados con machetes y una brigada ambiental, logró expulsar a más de 100 miembros de una pandilla de una escuela católica. Este tipo de victorias son raras, pero revelan que aún existe resistencia civil organizada.
Sin embargo, el poder de las pandillas sigue avanzando apoyado por fuertes vínculos políticos y económicos con sectores de la élite haitiana, lo que bloquea sistemáticamente cualquier intento real de pacificación.
¿Dónde está la Policía Nacional?
Más allá del valor popular, la respuesta institucional continúa siendo mínima y debilitada. La Policía Nacional de Haití opera prácticamente sin recursos y con una moral devastada. El refuerzo prometido por una misión internacional liderada por policías de Kenia bajo mandato de Naciones Unidas no ha dado resultados concretos debido a su infraestructura incompleta: de los 2,500 efectivos prometidos, sólo 1,000 han sido desplegados en campo.
“Se enfrentan a grupos que actúan como ejércitos y con acceso a armas de alto calibre”, comentó un oficial haitiano anónimo a la prensa local. “Nos dejaron solos por demasiado tiempo”.
Washington alza la voz: designación de grupos terroristas
Como parte de un último intento por contrarrestar la expansión de las mafias, Estados Unidos designó oficialmente a los grupos pandilleros Viv Ansanm y Gran Grif como organizaciones terroristas extranjeras el pasado viernes. Es un paso significativo que podría generar bloqueos financieros y mayor presión internacional.
Pero expertos advierten que también podría tener consecuencias adversas. Muchas ONG e instituciones humanitarias se ven obligadas a negociar con estas pandillas para hacer llegar medicamentos, agua potable y alimentos a comunidades enteras. Con esta designación, cualquier contacto con estos grupos puede ser penalizado, lo que pone en riesgo operaciones clave en un país donde más de un millón de personas están desplazadas.
Un país sin rumbo: vacío de poder y transición fallida
Desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse en julio de 2021, Haití no ha celebrado elecciones. El vacío de poder es tan grave que la autoridad recae en un Consejo Presidencial Transitorio cuyas decisiones han sido tibias, pasivas y ampliamente cuestionadas.
Las crecientes demandas para que este consejo y el primer ministro renuncien, han ganado fuerza incluso entre sectores sociales antes alineados con el gobierno provisional. Pero en lugar de estabilidad o elecciones, el país ha profundizado su caída hacia un estado quasi fallido.
Haití necesita más que reformas cosméticas o acciones diplomáticas. Requiere de una intervención internacional coordinada y liderada por haitianos honestos, capaces de reconstruir el Estado desde las ruinas que han dejado décadas de corrupción, golpes de Estado e intervenciones fallidas.
¿Y la solidaridad regional?
A pesar de la cercanía geográfica y cultural, países del Caribe y América Latina han permanecido en gran parte indiferentes. Si bien la Comunidad del Caribe (CARICOM) y la Organización de Estados Americanos han emitido declaraciones, pocos han ofrecido ayuda concreta.
Con una situación que podría desbordarse hacia una crisis migratoria regional —Haití comparte isla con República Dominicana—, los expertos advierten que la indiferencia no es una solución viable. “Hoy es Haití. Mañana podría ser cualquiera de nosotros”, declaró un diplomático caribeño en condición de anonimato.
Un futuro que se desvanece
Con el paso de cada día sin acción contundente, Haití se desliza más profundo en el abismo. La indiferencia mundial, el silencio de sus élites políticas y la expansión terrorista marcan una espiral descendente que ya ha cobrado incontables vidas. La población haitiana, sin embargo, sigue de pie, luchando desde trincheras improvisadas, con machetes en mano y el corazón lleno de rabia e ilusión colectiva.
El mundo no puede seguir ignorando el dolor de Haití. Porque un país que arde en silencio, pronto hace sonar las campanas en todo el vecindario.