Tulkarem: Cuando la demolición de hogares se convierte en arma de guerra

Israel prepara la destrucción de 116 viviendas en campos de refugiados palestinos, provocando el mayor desplazamiento forzado en Cisjordania en décadas

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Un nuevo capítulo de desplazamiento forzado

El 2 de mayo de 2025 marcó un nuevo episodio en la historia del conflicto israelo-palestino. Las fuerzas israelíes comenzaron los preparativos para demoler 116 viviendas en los campos de refugiados de Tulkarem y Nur Shams, ambos ubicados en el norte de la Cisjordania ocupada. La decisión provocó una ola de consternación y desplazamientos repentinos entre los habitantes palestinos que, a pesar de la evacuación previa, corrieron de regreso para recuperar sus pertenencias antes de la inminente demolición.

La noticia fue confirmada por documentos militares compartidos con funcionarios de la Organización de las Naciones Unidas, y por Abdallah Kamil, gobernador de Tulkarem. Estos documentos indican que las demoliciones comenzarían en un plazo de 24 horas, evidenciando una metodología rápida y poco flexible.

Campos de refugiados: una historia de generaciones

Los campos de refugiados de Tulkarem y Nur Shams son mucho más que simples asentamientos temporales. Son el hogar de descendientes de palestinos que fueron expulsados o huyeron de sus hogares durante guerras anteriores, especialmente tras la guerra árabe-israelí de 1948, cuando se produjo la conocida nakba o 'catástrofe' que desplazó a más de 700,000 palestinos.

Desde entonces, los campamentos han evolucionado en áreas urbanas densamente pobladas, con infraestructura pobre y recursos limitados, pero con una fuerte tradición comunitaria. Su importancia simbólica y humana es enorme, y su destrucción profundiza aún más la herida abierta del conflicto.

Daños colaterales de una política militar

La argumentación oficial del Estado israelí sostiene que la operación forma parte de su estrategia para combatir actividades militantes en la región. Sin embargo, defensores de derechos humanos y organismos internacionales como UNRWA han denunciado múltiples abusos, incluyendo la detención arbitraria de civiles y disparos disuasorios mientras los residentes intentaban recuperar pertenencias.

“Estamos presenciando una forma de castigo colectivo prohibido por el derecho internacional”, señaló un vocero anónimo de Naciones Unidas. Según un informe reciente de la OCHA (Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU), al menos 40,000 palestinos fueron desplazados temporalmente desde que comenzó la operación hace varios meses, lo que la convierte en la mayor oleada de desplazamientos en Cisjordania desde la guerra de 1967.

Una demolición con impacto geopolítico

La demolición de viviendas no es un fenómeno nuevo en el conflicto. Desde 1967, Israel ha demolido más de 28,000 viviendas palestinas en los territorios ocupados, según la organización israelí de derechos humanos B’Tselem. Estas acciones suelen generar reacciones internacionales, aunque pocas veces producen consecuencias prácticas para la política israelí.

Las demoliciones ocurren en el contexto más amplio de una estrategia de control de seguridad y expansión de colonias judías en los territorios ocupados, que han sido calificadas como ilegales por Naciones Unidas. Pese a las resoluciones, estos asentamientos siguen expandiéndose: en 2023, Israel aprobó la construcción de más de 13,000 nuevas unidades en Cisjordania, un récord histórico según Peace Now.

¿Qué dice el derecho internacional?

El derecho internacional humanitario, específicamente la Cuarta Convención de Ginebra, prohíbe la destrucción de bienes por parte de una potencia ocupante, a menos que sea absolutamente necesario por operaciones militares. Además, el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional considera como crimen de guerra el traslado forzoso de población civil en un territorio ocupado.

“Israel está violando tanto el espíritu como la letra del derecho internacional”, opinó Michael Lynk, ex relator especial de la ONU sobre la situación de los derechos humanos en Palestina. “La demolición masiva de hogares representa una forma de desplazamiento forzado sistemático.”

El rostro humano del conflicto

Detrás de cada casa se encuentra una historia. Familias que han vivido generaciones sobre los mismos cimientos, con apenas recursos, enfrentan ahora la noción de tener que empezar de cero una vez más. Muchas veces sin esperanza, sin terreno propio y con la amenaza permanente del conflicto en cada decisión de vida.

Un residente identificado como Mahmoud explicó a un medio local: “No somos militantes. Somos padres, abuelos, hijos. Vivimos el miedo todos los días, pero perder nuestras casas es perder nuestra existencia.”

¿Un año de ocupación parcial?

Fuentes del ejército israelí afirman que en algunos campamentos permanecerán por al menos un año. ¿El objetivo? Garantizar que no vuelvan a establecerse “células militantes”. Pero esto genera preguntas difíciles: ¿una ocupación prolongada no generará más resistencia? ¿Dónde se reubicarán las miles de personas desplazadas?

Según informes de Haaretz y Al Jazeera, algunas familias están siendo trasladadas a escuelas cerradas por la autoridad palestina o refugiadas en otras partes de Cisjordania, un territorio ya golpeado por décadas de conflicto, pobreza y restricciones de movimiento.

Reacciones internacionales: una condena silente

A pesar de las múltiples denuncias de varias ONG y agencias de Naciones Unidas, la reacción de los países occidentales ha sido, en general, tibia. Estados Unidos expresó “preocupación” por el aumento en la violencia en Cisjordania, pero reafirmó el derecho de Israel a defenderse.

Mientras tanto, los países del Golfo, con relaciones más estrechas con Israel tras los Acuerdos de Abraham, han limitado sus comentarios, en lo que muchos analistas interpretan como una señal de alineamiento estratégico con Occidente y el interés económico regional.

¿Una paz cada vez más lejana?

Para muchos observadores, las demoliciones en Tulkarem y Nur Shams representan un obstáculo más en el ya complicado camino hacia una solución de dos estados. Las medidas recientes agravan la desconfianza entre ambos lados y disminuyen cualquier posibilidad de reconciliación a corto plazo.

“Destruir hogares no construye seguridad, siembra dolor y resentimiento”, escribió la analista palestina Diana Buttu en Al Monitor. “La paz se construye con dignidad, no con bulldozers.”

Un informe de International Crisis Group advierte que el ciclo de demolición-resistencia-confrontación se está volviendo endémico, con una generación entera de jóvenes palestinos criada en el trauma del desplazamiento repetido, sin horizontes de estabilidad ni justicia.

¿Qué sigue para Tulkarem y Nur Shams?

La respuesta más inmediata será humanitaria. ONGs como Médicos Sin Fronteras y el Comité Internacional de la Cruz Roja ya están presentes en la zona para atender las crecientes necesidades: albergue, alimentos, atención médica y apoyo psicológico.

A largo plazo, sin embargo, el destino de estas comunidades dependerá de cambios políticos estructurales en la relación entre Israel y la Autoridad Palestina, y sobre todo, de la presión internacional que demande acabar con políticas que perpetúan la ocupación y la crisis humanitaria.

Hasta entonces, las ruinas de Tulkarem servirán como símbolo trágico de una tierra asediada, de un pueblo sin refugio verdadero, y de una historia que, una vez más, se repite con devastadora claridad.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press