Tensión nuclear en el subcontinente: ¿India y Pakistán al borde del abismo?

Una nueva escalada entre Nueva Delhi e Islamabad tras un atentado en Cachemira revive temores globales de conflicto armado

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Una vez más, el conflicto de Cachemira ha sacudido el tablero geopolítico del sur de Asia y ha puesto al mundo entero en estado de alerta. El reciente atentado en la región de Pahalgam, en la Cachemira administrada por India, que dejó como saldo la muerte de 26 turistas, en su mayoría hindúes, ha detonado una espiral peligrosa de acusaciones cruzadas, movilizaciones militares y tensiones diplomáticas entre dos potencias nucleares históricamente enfrentadas: India y Pakistán.

Ambos países, que suman una población conjunta cercana a los 1.600 millones de personas, han librado tres guerras desde su independencia en 1947, dos de ellas por el codiciado territorio de Cachemira. Esta nueva oleada de violencia no solo amenaza la estabilidad regional, sino que también despierta preocupaciones por una posible escalada hacia un enfrentamiento nuclear.

Cachemira: una herida abierta desde la partición

Para entender el actual conflicto, es imprescindible remontarse a la partición del Raj británico en 1947. Aquel proceso dio lugar a la creación de dos estados: India y Pakistán. En ese entonces, el estado principesco de Jammu y Cachemira, de mayoría musulmana pero gobernado por un maharajá hindú, optó por unirse a la India, lo que generó el primer conflicto indo-pakistaní.

Desde entonces, la región ha permanecido dividida: India controla dos tercios del territorio, mientras que Pakistán administra el área occidental. La Línea de Control (LoC) actúa como frontera de facto, aunque ambos países reclaman la totalidad del territorio.

Un nuevo ataque, viejas tensiones

El ataque reciente perpetrado en Pahalgam ha sido el catalizador de esta nueva crisis. Según reportes de India, los atacantes preguntaron a las víctimas si eran hindúes antes de abrir fuego, lo que ha incrementado la furia de sectores hinduistas y generado nuevas olas de protestas, muchas de ellas dirigidas al gobierno del primer ministro Narendra Modi exigiendo respuestas contundentes.

India ha culpado directamente a Pakistán de estar detrás del atentado, acusándolo de brindar apoyo logístico a grupos terroristas que operan desde su territorio. Islamabad niega rotundamente cualquier implicación, señalando que se trata de un intento por desviar la atención de problemas internos en India.

Respuesta diplomática y militar inmediata

Fruto de la tensión, ambos países han expulsado a diplomáticos del otro. Además, se ha ordenado el cierre mutuo de sus espacios aéreos y el cierre de la frontera. Pero quizás la medida más grave hasta ahora ha sido la suspensión del Tratado de Aguas del Indo, un acuerdo vital firmado en 1960, mediado en su momento por el Banco Mundial, que regula el uso compartido de seis ríos que cruzan ambos países.

En el terreno, la situación es aún más crítica. Durante seis noches consecutivas, fuerzas indias y paquistaníes se han estado disparando a lo largo de la Línea de Control. Nueva Delhi alega que responde a fuegos provocados por Pakistán, mientras que Islamabad afirma lo contrario. Aunque no ha habido confirmación independiente sobre quién disparó primero, el intercambio de fuego mantiene en tensión a comunidades que viven en esa zona altamente militarizada.

El factor nuclear: la gran preocupación global

No se puede ignorar una realidad irrefutable: tanto India como Pakistán son potencias nucleares. Se estima que India posee unas 156 cabezas nucleares, mientras Pakistán cuenta con alrededor de 165. Ambos países han desarrollado misiles de medio y largo alcance con capacidad para portar armas nucleares, como el Agni-V (India) o el Shaheen III (Pakistán).

La doctrina nuclear de India prioriza la política de “no primer uso”, pero dirigentes actuales como Narendra Modi han dado señales ambiguas que preocupan a analistas internacionales. En contraste, Pakistán no ha adoptado esa doctrina, lo que agrega más complejidad al escenario.

No es descabellado pensar que un incidente menor en terreno pueda desencadenar una cadena de represalias difícil de controlar, especialmente con la presión constante de sectores nacionalistas y un fuerte fervor emocional entre la población de ambos países.

Intervención internacional: ¿una tabla de salvación?

Ante la gravedad de la situación, ha intervenido el secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio, quien ha sostenido conversaciones tanto con el ministro de Relaciones Exteriores de India, Subrahmanyam Jaishankar, como con el primer ministro de Pakistán, Shehbaz Sharif.

Rubio expresó su pesar por lo ocurrido, reafirmando el compromiso de EE.UU. en la lucha contra el terrorismo junto a India, pero también instó a la desescalada. Según portavoces diplomáticos, Sharif rechazó las acusaciones y pidió a EE.UU. presionar a India para moderar su retórica.

El mensaje de Rubio es claro: “Es vital que ambas partes trabajen juntos por la paz y la estabilidad en Asia del Sur”. No obstante, su llamado ocurre en un ambiente donde la retórica nacionalista domina el discurso, y donde los líderes juegan con fuego político tocando las fibras del orgullo nacional.

Reacciones públicas: entre el dolor y el deseo de venganza

En India, el atentado ha causado una verdadera conmoción. Las imágenes de los féretros de los turistas recorriendo ciudades como Delhi o Mumbai han desencadenado marchas masivas y una cobertura emocional por parte de medios. En varios estados, miembros del Bharatiya Janata Party (BJP) han pedido represalias militares “ejemplarizantes”.

El propio Modi afirmó con tono firme: “Perseguiremos a los culpables hasta los confines de la tierra”. En Pakistán, en cambio, las protestas han apuntado contra la “demonización” del país por parte de India y han llamado a la comunidad internacional a impedir una guerra que consideran injustificada.

Cachemira: una solución esquiva

Numerosos intentos de mediación sobre Cachemira han fracasado. La ONU, que sigue considerando Cachemira como una región en disputa, ha instado muchas veces al diálogo bilateral, pero India rechaza la intervención de terceros. El crecimiento del sentimiento separatista en Cachemira y la represión consiguiente solo han exacerbado los ánimos.

A pesar de ser una de las zonas más militarizadas del planeta, con más de 700.000 soldados desplegados en el lado indio, ningún gobierno ha podido revertir la percepción entre muchos cachemires de que son una población ocupada.

¿Qué sigue?

Los próximos días serán cruciales. Ya existen rumores, según un ministro paquistaní, de que India planearía ejecutar acciones militares “en cuestión de días”. Si esto ocurre, Pakistán ha advertido que responderá con todas sus fuerzas.

El mundo recuerda aún la crisis de 2019, cuando tras un atentado similar en Pulwama, la India bombardeó territorio paquistaní en Balakot. Aquella escalada incluyó combates aéreos y la captura de un piloto indio. Solo la presión internacional evitó entonces un desastre mayor.

Hoy, el riesgo es aún más alto. Con la polarización global, guerras activas en otras regiones (como Gaza o Ucrania), y la fractura del orden multilateral, la comunidad internacional enfrenta una dura tarea de contención. El sur de Asia parece estar otra vez al borde del abismo.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press