Guyana vs. Venezuela: El pulso por el Esequibo y el ajedrez geopolítico sudamericano

Una disputa centenaria por un territorio rico en recursos naturales reaviva las tensiones diplomáticas y pone a prueba el poder del derecho internacional

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Un conflicto que nunca terminó

El Esequibo, una exuberante región de unos 160,000 km² que representa más de dos tercios del territorio guyanés, ha sido por más de un siglo el foco de una disputa territorial entre Guyana y Venezuela. La reciente orden judicial de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) prohibiendo a Venezuela celebrar comicios en la zona ha reavivado un conflicto que nunca quedó del todo dormido.

El motivo de la disputa no es solo territorial o simbólico: el Esequibo posee ricos yacimientos de oro, diamantes, madera y, en los últimos años, ha ganado gran relevancia por su proximidad a gigantescos depósitos de petróleo offshore. De hecho, el área produce ya más de 650,000 barriles diarios, impulsados por la actividad de ExxonMobil y otros gigantes energéticos internacionales.

La raíz histórica del conflicto

El problema se remonta a 1899, cuando un tribunal arbitral —compuesto por jueces británicos, estadounidenses y rusos— dictaminó fronteras que favorecieron decididamente a la entonces colonia británica de Guayana (hoy Guyana). Venezuela ha considerado desde entonces dicho laudo como "fraudulento e injusto", mientras que Guyana lo defiende como definitivo y vinculante.

En 2018, fue esta misma cuestión la que llevó a Guyana a presentar el caso ante la CIJ. Aunque la corte aceptó el caso, el litigio de fondo aún sigue en curso, lo que agrava la incertidumbre diplomática.

Referéndum, amenazas y condenas internacionales

La situación escaló a nuevos niveles a fines de 2023, cuando el presidente venezolano Nicolás Maduro realizó un referéndum que preguntaba a los ciudadanos si el Esequibo debía incorporarse como un nuevo estado venezolano. Con los resultados a favor, Maduro fue más allá: nombró un “gobernador” para la región e impulsó la creación de registros civiles, bases e instituciones públicas en la zona disputada.

En respuesta, líderes del Caribe, Brasil e incluso representantes de la ONU llamaron a una cumbre de emergencia en San Vicente y las Granadinas. Allí se acordó no usar la fuerza militar, evitando —de momento— una escalada bélica.

¿Un pulso petrolero escondido tras una disputa territorial?

Más allá de la retórica nacionalista que impera en ambos países, hay un elemento central que no se puede desligar: el petróleo. Desde que se descubrieran vastos yacimientos offshore junto a la costa del Esequibo, la región ha pasado de ser un terreno selvático de importancia simbólica a potencialmente uno de los nuevos centros petroleros del mundo.

La participación de ExxonMobil y otras compañías multinacionales ha sido decisiva tanto en el desarrollo como en el conflicto. La empresa ha invertido miles de millones en infraestructura petrolera, y la producción no deja de crecer. Desde Caracas, esto ha generado acusaciones de "entrega de nuestros recursos a intereses externos" por parte del gobierno bolivariano.

La CIJ al centro del tablero diplomático

En abril de 2024, el máximo tribunal de la ONU intervino nuevamente al rechazar las intenciones de Venezuela de celebrar unas elecciones paralelas en el Esequibo para establecer allí un nuevo gobernante regional, lo cual fue considerado una violación a la soberanía de facto guyanesa y tal vez, incluso, del derecho internacional vigente.

El presidente de Guyana, Irfaan Ali, recibió con beneplácito la decisión: "Una vez más, la posición de Guyana ha prevalecido". Caracas, por su parte, guardó silencio oficial, aunque vicefuncionarios han calificado en otras ocasiones a la corte como parcial y "manipulada por intereses hegemónicos".

Incursiones militares y tensión creciente

En marzo de 2024, un nuevo punto crítico se produjo cuando Guyana denunció la incursión de una embarcación naval venezolana armada en aguas disputadas, cerca precisamente de uno de los bloques petroleros en explotación. Venezuela respondió negando las acusaciones y denunciando la “ilegalidad” de las instalaciones petroleras extranjeras en la zona.

Esto encendió las alarmas a nivel diplomático, nuevamente llevando la situación al borde de una confrontación, aunque limitada en escala.

Diplomacia, nacionalismo y el ajedrez interno

El conflicto también ha sido instrumentalizado en el plano interno por ambos gobiernos. En Venezuela, Maduro ha usado la disputa del Esequibo como instrumento de cohesión nacional ante una prolongada crisis económica e institucional. En Guyana, un pequeño país con gran proyección energética, el orgullo nacional frente al "gigante agresor" se ha convertido en parte fundamental de la narrativa gubernamental.

El nacionalismo juega su papel, pero también las consideraciones estratégicas. El hecho de que Estados Unidos y otros aliados defiendan abiertamente la posición de Guyana —donde invierten fuertemente en petróleo— ha reforzado la postura guyanesa. En cambio, Venezuela ha reforzado sus vínculos con China, Irán y Rusia.

ExxonMobil: actor clave y factor de tensión

No se puede entender el conflicto moderno sin considerar el rol protagónico de ExxonMobil. Desde 2015, la empresa ha realizado hallazgos petroleros estimados en más de 10 mil millones de barriles, convirtiendo a Guyana en una de las economías petroleras emergentes más dinámicas del mundo.

Esto despierta tanto la codicia como el recelo en un vecindario históricamente escéptico hacia la explotación de recursos por parte de corporaciones extranjeras. Para líderes venezolanos, la alianza Guyana-ExxonMobil es vista como una nueva forma de colonialismo energético, mientras que para Georgetown representa la oportunidad dorada de transformar su economía profundamente.

El futuro: ¿hacia una resolución o una escalada?

El caso aún sigue pendiente ante la Corte Internacional de Justicia, y una sentencia definitiva podría tardar años. Mientras tanto, los actores siguen construyendo narrativa y poder blando. Las tensiones podrían mantenerse congeladas si los compromisos multilaterales se respetan, pero bastaría un incidente —una incursión naval, una elección simbólica, un nuevo hallazgo petrolero— para agitar las aguas.

Lo cierto es que el Esequibo ya no es solamente una franja de selva disputada. Es hoy un epicentro geopolítico que sintoniza con los intereses energéticos globales, la influencia regional de potencias como EE.UU. y Brasil, y un símbolo del complejo equilibrio entre soberanía nacional, derecho internacional y ambiciones económicas.

¿Qué dicen los datos?

  • El Esequibo representa cerca del 70% del territorio actual de Guyana.
  • Se estima que más de 80% de las reservas petroleras descubiertas recientemente están ubicadas frente a las costas del Esequibo.
  • ExxonMobil proyecta aumentar la producción de petróleo guyanés a más de 1 millón de barriles diarios en 2027.
  • La disputa territorial retomó relevancia cuando Guyana otorgó concesiones petroleras en 2015 a multinacionales extranjeras.

Una configuración diplomática en movimiento

Guyana ha buscado reforzar su posición diplomática con alianzas regionales e internacionales. Barbados, Trinidad y Tobago, Brasil y EE.UU. han servido como aliados clave en diversas posturas contra las amenazas de anexión.

Por otro lado, Venezuela se ha movido estratégicamente en foros como la CELAC y la OPEP, argumentando que el Esequibo le fue arrebatado en un arbitraje colonialista y forzado. Sin embargo, el aislamiento internacional de Caracas debido a su situación política le resta fuerza negociadora.

El veredicto aún está en construcción

El litigio ante la CIJ promete ser largo. La comunidad internacional, mientras tanto, vigila cuidadosamente cualquier intento unilateral de avance o militarización. El veredicto no solo definirá una frontera: marcará un precedente histórico sobre cómo se resuelven las disputas territoriales en tiempos de crisis climática, recursos naturales escasos y transformación energética global.

¿Ganará la diplomacia y el derecho, o prevalecerán el pragmatismo económico y el nacionalismo? El caso Esequibo será, sin duda, examinado por generaciones como ejemplo de los desafíos del siglo XXI en la encrucijada entre economía, geopolítica y justicia internacional.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press