Trump, DEI y la nueva ideología del poder: la cruzada conservadora en Carolina del Norte

Entre alabanzas al expresidente y legislación que limita la diversidad, se redefine el papel del gobierno en la inclusión

Un gabinete de reverencias: los 100 días de Trump 2.0

En una escena que habría causado la envidia del propio Kim Jong-un, Donald Trump celebró los primeros 100 días de su segundo mandato rodeado por un gabinete que no escatimó elogios. El presidente, autoproclamado como el arquitecto de una era "asombrosa", fue objeto de una cascada de alabanzas por parte de altos funcionarios como Marco Rubio, JD Vance y Doug Burgum.

Rubio proclamó que su liderazgo había garantizado el regreso de 47 ciudadanos estadounidenses injustamente detenidos: "47 para el presidente número 47". Pam Bondi, la Fiscal General, fue más lejos aún, al atribuirle al gobierno de Trump haber "salvado 258 millones de vidas" gracias a la incautación de fentanilo. El secretario de Energía, Doug Burgum, lo llamó "valiente" y "sin miedo". Incluso se habló de que su gabinete es "el mejor de la historia".

En medio de esa oda al poder presidencial, pocos se detuvieron a reflexionar sobre los problemas reales que aquejan al país: un mercado bursátil en caída, una economía contractiva y filtraciones de información militar. La retórica triunfalista parece estar diseñada para desviar la atención de un escenario menos alentador.

La otra cara del poder: la cruzada contra DEI

En paralelo a los homenajes, Trump y sus aliados están librando una batalla menos visible, pero igualmente importante, contra las iniciativas de diversidad, equidad e inclusión (DEI, por sus siglas en inglés). Carolina del Norte se ha convertido en uno de los epicentros de esta ofensiva.

Los legisladores republicanos estatales aprobaron recientemente proyectos de ley que buscan restringir la implementación de políticas DEI en agencias estatales, universidades públicas, gobiernos locales y escuelas. Esto incluye la amenaza de sanciones civiles para empleados que infrinjan la prohibición y la pérdida de fondos federales para instituciones que no renuncien a los requerimientos de diversidad.

El representante Brenden Jones, principal patrocinador de la propuesta, justificó la medida señalando que pretende acabar con "la idea de que el trasfondo pesa más que la habilidad". Los defensores del proyecto aseguran que DEI es una forma de discriminación invertida, mientras que los críticos, como el representante demócrata Brandon Lofton, lo ven como un ataque a la esencia misma de una nación diversa: "Es un ataque al legado de quienes lucharon por que estemos hoy aquí".

DEI bajo ataque: ¿una tendencia nacional?

La ofensiva contra DEI no es un fenómeno exclusivo de Carolina del Norte. Datos del año pasado indican que hasta un tercio de los estados del país habían ejecutado algún tipo de acción contra programas de diversidad. Esta tendencia —que se consolidó en la administración Trump y goza de respaldo entre muchos sectores conservadores— incluye la eliminación de menciones a héroes militares de minorías, auditorías a universidades acusadas de discriminación racial "positiva" y redireccionamiento de financiación federal.

En Carolina del Norte, ya en 2023, la Junta de Gobernadores del sistema universitario derogó su política de diversidad y la reemplazó con una que promueve la “neutralidad institucional”. El resultado ha sido una combinación de eliminación de personal, recortes presupuestarios y desconcierto generalizado, incluso entre miembros del cuerpo docente.

Trump y el poder simbólico: política y representación

Volvamos al gabinete. JD Vance declaró que los presidentes retratados en el Despacho Oval —desde Washington hasta Lincoln— eran simples “actores de reparto”. Solo Trump, según él, encarna el verdadero "hombre de acción". Este tipo de narrativa busca más que legitimar el liderazgo del expresidente: pretende reconfigurar el canon presidencial y presentar a Trump como un estadista icónico.

“Asamblea del gabinete más grande de la historia”. “El presidente número 47 salva 47 vidas”. “258 millones de vidas salvadas”. No es política factual, es simbolismo. Y ese simbolismo va en paralelo al desmantelamiento de políticas que tienen un componente literalmente humano: diversidad, justicia social, equidad.

El discurso oficial se llena con grandes cifras no comprobables y cifras simbólicas, mientras en los estados —como Carolina del Norte— se aplican políticas concretas que tendrán impactos tangibles: despidos, menos representación en cargos públicos, y, en última instancia, la consolidación de un sistema más homogéneo.

La paradoja conservadora: gobernar para unos pocos

Carolina del Norte se encuentra ahora en la encrucijada. La legislación DEI enfrenta un posible veto del gobernador demócrata Josh Stein, quien, además, lidia con un Congreso donde los republicanos ya no tienen supermayoría. Aun así, la ofensiva conservadora no parece detenerse. La senadora estatal Sarah Stevens —quien se postula para la Corte Suprema del estado— declaró querer ser la “voz conservadora para la justicia y la familia”.

Stevens tiene experiencia legislativa y jurídica, pero también es parte de este movimiento que busca redefinir la interpretación constitucional desde una vocación conservadora tradicionalista. El avance de estas figuras indica que no se trata solo de controlar legislativos, sino de asentar una hegemonía cultural que perdure más allá de un mandato presidencial.

El futuro del DEI: resistencia e incertidumbre

La lucha política por el DEI simboliza el conflicto más amplio en la sociedad estadounidense contemporánea: ¿Es esta una nación que se define por su diversidad o por una identidad hegemónica uniformada?

Mientras Carolina del Norte endurece las condiciones para la aplicación de políticas inclusivas, en otros estados se articulan respuestas legales y sociales. California, Nueva York o Illinois han presentado litigios para proteger pandillas DEI. Algunas universidades privadas redoblan esfuerzos incluso bajo amenaza federal.

Según la American Council on Education, casi un 75% de las universidades mantienen departamentos de DEI en alguna capacidad. Las críticas a estas estructuras vienen de acusaciones de ser “burocracias ideológicas”, pero también se enfrentan con datos: estudiantes de orígenes diversos tienen mejores tasas de retención académica en instituciones con programas fuertes de inclusión.

¿Qué representa realmente DEI?

  • Diversidad: presencia de diferentes grupos sociales, raciales, étnicos y culturales.
  • Equidad: garantizar que todos tengan acceso a las mismas oportunidades, reconociendo contextos históricos de discapacidad o desventaja social.
  • Inclusión: asegurar que todos puedan participar y sean respetados dentro de la institución.

Negar estas premisas no solo es una postura política: es ignorar el tejido plural sobre el que descansa la democracia estadounidense.

Una batalla mucho más que simbólica

Podríamos reírnos del coro de himnos en la Casa Blanca. Podríamos parodiar los discursos de heroísmo presidencial. Podríamos restar valor a lo ocurrido en Carolina del Norte calificándolo de anécdota local. Pero cometeríamos un grave error. Porque cada aplauso a un líder que se coloca en el centro omnipotente del poder y cada ley que elimina matices en favor de la homogeneidad, construyen un país menos libre y menos justo.

Como dijo Ann Coulter, comentarista conservadora que no duda en apoyar leyes duras, pero que esta vez se atrevió a cuestionar el boato oficial: "¿Es posible tener una reunión de gabinete sin tener un tributo estilo Kim Jong-il?".

La pregunta no es solo retórica. Es una advertencia. Y la respuesta nos dirá no solo en qué tipo de país se está convirtiendo Estados Unidos, sino también si el poder con mayúsculas puede convivir con la diversidad en democracia.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press