El giro autoritario en Mali: ¿Democracia o dictadura militar disfrazada?
La junta militar busca perpetuar su poder y eliminar a la oposición en un país azotado por el conflicto y la inestabilidad
El ascenso de Goïta al poder: de coronel golpista a presidente potencial
En medio de una prolongada crisis política, Mali ha dado un paso más hacia lo que muchos califican como una consolidación autoritaria del poder bajo el mando del general Assimi Goïta. La conferencia nacional, respaldada por la junta militar gobernante, ha recomendado que Goïta, quien llegó al poder tras los golpes militares de 2020 y 2021, sea declarado presidente de la república por un mandato renovable de cinco años.
Goïta, ex coronel de las fuerzas especiales malienses, es una figura central en el actual régimen militar, que ha suspendido en múltiples ocasiones el regreso a un gobierno civil. Desde que derrocó al entonces presidente Ibrahim Boubacar Keïta en agosto de 2020 y luego a Bah Ndaw en mayo de 2021, ha dirigido el país en estrecha alianza con el ejército.
La “consulta nacional”: sin partidos, sin oposición
La conferencia de Bamako reunió a más de 400 delegados regionales, representantes del distrito capitalino y miembros de la diáspora maliense. Sin embargo, los partidos políticos boicotearon el evento, denunciando haber sido excluidos deliberadamente. Abdoulaye Yaro, jefe de gabinete del ex primer ministro Moussa Mara, afirmó:
“Estas consultas no representan al pueblo maliense, porque nosotros, los partidos políticos, no fuimos invitados ni participamos en ellas”.
Entre las polémicas recomendaciones del evento está también la disolución de los partidos políticos y la abolición del estatus de líder de oposición. Este punto en particular ha encendido las alarmas tanto dentro como fuera del país.
Un retroceso democrático alarmante
La comunidad internacional mira con preocupación los acontecimientos en Mali. Desde los golpes de Estado, el país ha ido cancelando elecciones, suspendiendo libertades civiles y reprimiendo activistas. Se prometió una transición civil para marzo de 2024, pero esa fecha fue pospuesta indefinidamente. No hay fecha para elecciones, y aún no se ha nombrado a un nuevo primer ministro desde la dimisión del anterior.
La situación recuerda a una espiral autoritaria. Organismos como Amnistía Internacional y Human Rights Watch han denunciado violaciones sistemáticas a los derechos, incluyendo detenciones arbitrarias de opositores y cierres de medios.
Mali y el clima golpista regional
El caso de Mali es el más reciente eslabón de una cadena de golpes militares en África Occidental y Central. Entre 2020 y 2023, siete países africanos experimentaron golpes militares, incluyendo Burkina Faso, Guinea y Níger. Esta tendencia está desestabilizando todo el Sahel, una región también amenazada por el yihadismo y la desertificación.
La influencia de fuerzas como al-Qaeda y el Estado Islámico ha contribuido al colapso institucional, lo que, a su vez, da pretexto a los militares para aferrarse al poder con la justificación de garantizar la seguridad nacional.
¿Un régimen militar para siempre?
La recomendación de la conferencia es clara: permitir a Goïta ser “instalado” como presidente y, además, con la posibilidad de reelección. Se trataría de consagrar en la práctica un régimen militar perpetuo sin mecanismos reales para una transición.
No es una sorpresa. Según el director general de la administración territorial, Abdou Salam Diepkilé, la intención expresada en el cónclave es establecer un nuevo orden político sin partidos y controlado desde el poder central.
Voces opositoras: el grito que retumba en el vacío
Los opositores políticos han sido, históricamente, blanco de presiones y represiones. Desde la suspensión de actividades políticas en abril de 2024, muchos líderes han sido detenidos arbitrariamente o forzados al exilio. Los medios críticos también han sido clausurados.
Sin embargo, incluso con estas restricciones, algunas voces como la de Yelema, el partido del ex primer ministro Mara, continúan denunciando la ilegitimidad del régimen actual:
“La instalación como presidente de alguien que no ha sido elegido es una violación flagrante de la Constitución de Mali” —Abdoulaye Yaro.
La Constitución, en ruinas
La Constitución de 1992 de Mali garantiza el multipartidismo, la alternancia democrática y derechos políticos fundamentales. Desde los golpes, estos principios han sido sistemáticamente ignorados. El documento constitucional quedó en papel mojado al ser suspendido de facto y sustituido por decretos militares.
Los esfuerzos por redactar una nueva Constitución han sido opacos, y no ha habido un referéndum libre sobre su aprobación.
La respuesta internacional: tibia y pragmática
Pese a estas violaciones, muchas potencias han optado por un enfoque pragmático. Rusia y China han mantenido relaciones cordiales con el régimen, mientras que países de la CEDEAO han amenazado con sanciones que no se han materializado de forma efectiva.
Francia, antigua potencia colonial, ha perdido casi toda su influencia en el país tras ser acusada de injerencia y fracasos en la lucha contra el terrorismo. En su lugar, el grupo Wagner, de origen ruso, ha ganado presencia en el terreno militar.
El peligro de los precedentes
Si Mali consuma este giro autoritario, podría sentar un precedente grave. La institucionalización de regímenes militares no solo socava el orden democrático regional, sino que empodera a otros líderes con ambiciones similares.
La resiliencia democrática en África ha sido puesta a prueba en numerosas ocasiones. Sin embargo, lo que ocurre ahora en Mali es una regresión inédita desde los años 80, cuando los golpes eran moneda corriente.
¿Qué sigue?
En este contexto tan delicado, es vital prestar atención a las voces malienses que reclaman apertura política, elecciones creíbles y fin de la represión. Según datos del IDEA Internacional, el nivel de satisfacción ciudadana con la democracia en África Occidental ha caído por debajo del 40% en la última década, alimentando la narrativa de los militares.
Las elecciones prometidas siguen en el limbo, y el futuro de una nación entera depende de si el pueblo maliense —y la comunidad internacional— permitirá que estas recetas autoritarias se impongan como norma, o si exigirán un retorno real al estado de derecho.
La historia no se escribe sola
Mali representa hoy un caso paradigmático de conflicto entre seguridad y democracia. En nombre del orden y la lucha contra el terrorismo, los nuevos regímenes abogan por suspender los derechos. Pero como advirtió una vez Nelson Mandela:
“La seguridad que niega la libertad rara vez es seguridad de verdad”.
Con cada nuevo paso hacia la centralización del poder, Mali corre el riesgo de perder la frágil esperanza de sus ciudadanos. La historia ahora se está escribiendo en Bamako… pero el borrador aún puede corregirse.