DNA ancestral y soberanía: la reivindicación histórica del pueblo Picurís sobre Chaco Canyon
Un estudio genético sin precedentes liderado por la tribu indígena Picurís revela sus profundas raíces en el Cañón del Chaco y refuerza sus reclamos sobre este sitio sagrado ante amenazas modernas como la explotación petrolera
Una historia contada desde siempre
“Hemos estado contando nuestras historias desde tiempos inmemoriales”, afirmó Craig Quanchello, vicegobernador del pueblo Picurís, una nación soberana localizada en Nuevo México. Sin embargo, Quanchello también reconoció que esas historias orales han sido, durante siglos, ignoradas o incluso borradas por documentos oficiales, académicos y políticas que minimizan la voz de los pueblos originarios. Todo esto, hasta ahora.
Por primera vez en la historia de Estados Unidos, una tribu indígena reconocida a nivel federal ha liderado una investigación genética para demostrar científicamente su conexión ancestral con una de las zonas más importantes de la historia nativa americana: el Parque Histórico Nacional de la Cultura Chaco.
Chaco Canyon: mucho más que ruinas antiguas
Situado en el desierto del noroeste de Nuevo México, el Cañón del Chaco es famoso por sus impresionantes estructuras de piedra arenisca y construcciones de múltiples pisos erigidas por antiguos pueblos. Este sitio, que en su apogeo durante los siglos IX al XIII fue un centro ceremonial y comercial, hoy forma parte del Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Contrario a la narrativa que suele catalogar a los constructores de Chaco como una “civilización perdida”, expertos como Paul Reed, arqueólogo de preservación en Archaeology Southwest, subrayan que esta visión es tremendamente dañina: “Despoja a los pueblos pueblo modernos de su legitimidad cultural, como si fuesen meros observadores del pasado en lugar de herederos vivos del mismo”.
La ciencia se alinea con la historia oral
El hallazgo fue publicado en la revista científica Nature, y revela un vínculo genético claro entre 13 miembros actuales del pueblo Picurís y el ADN antiguo obtenido de los restos de 16 individuos que vivieron entre los años 1300 y 1500 d.C. en los alrededores de Chaco Canyon.
La investigación genética fue realizada en colaboración con un equipo internacional de genetistas, pero la dirección y los términos del estudio fueron liderados por la propia comunidad Picurís. Wayne Yazza, gobernador del pueblo, explicó que la decisión no fue sencilla: “Esto cambia nuestras vidas. Ahora tenemos conocimiento biológico que complementa nuestras historias y tradiciones ancestrales”.
Thomaz Pinotti, genetista de la Universidad de Copenhague y coautor del estudio, señaló: “Los resultados muestran una relación extremadamente significativa entre los Picurís antiguos y contemporáneos”.
Una acción para proteger el legado
Este estudio no solo es un logro científico, sino también una herramienta política. Para el vicegobernador Quanchello, el análisis de ADN refuerza la autoridad del pueblo Picurís para opinar y decidir sobre el futuro del Cañón del Chaco. “El ADN puede ayudarnos a proteger nuestro patrimonio. Ahora podemos decir: ‘Esto es nuestro y debemos preservarlo’”.
El parque nacional de Chaco ha sido, recientemente, objeto de intensos debates sobre la posibilidad de expandir la explotación petrolera y gasífera en terrenos federales cercanos. Esta amenaza ha generado preocupación entre numerosas comunidades pueblo que, como recordó Brian Vallo, miembro del pueblo Acoma y líder de la Chaco Heritage Tribal Association, mantienen profundas conexiones espirituales y culturales con el lugar.
“Nuestros ancestros migraron, construyeron estos espacios y dejaron un legado cultural que sigue vivo. No se trata simplemente de estructuras arqueológicas; se trata de la continuidad de nuestra cultura indígena”, afirmó Vallo.
¿Colaboración o apropiación científica?
Durante décadas, arqueólogos y científicos han sido señalados por estudiar restos humanos y artefactos indígenas sin consentimiento de las comunidades. Las prácticas de “investigación extractiva”, como se les conoce, han dejado profundas heridas en los pueblos originarios de Estados Unidos, muchas veces sin permitirles acceso a los hallazgos o participación en ellos.
Este nuevo estudio rompe ese molde. Los Picurís fueron partícipes y líderes desde el principio. Controlaron qué muestras se estudiaron, cómo se usó la información y negociaron los términos del acceso. Es un ejemplo de investigación ética que es cada vez más urgente en el ámbito científico global.
Implicaciones para otros pueblos nativos
En Nuevo México existen actualmente 19 tribus pertenecientes al pueblo que mantienen vínculos históricos con el suroeste de Estados Unidos. El estudio genético de los Picurís no busca cuestionar las relaciones de otras tribus con el Cañón del Chaco, sino fortalecer el derecho colectivo a proteger un lugar sagrado para todos.
Este marco pionero sienta un precedente que podría replicarse en otras regiones del país. Las comunidades indígenas podrían utilizar herramientas biológicas, en conjunto con su herencia cultural, para presentar reclamos de tierra, exigir respeto a sitios sagrados o intervenir en decisiones ambientales.
Más allá del ADN: el alma de Chaco
Para muchos pueblos contemporáneos, Chaco Canyon no es un lugar del pasado, sino del presente y del futuro. Es el reflejo tangible de sus historias orales, religiones, arquitectura, conocimiento astronómico y organización social.
El estudio, al no tratarse de una simple excavación ni de un informe aislado, valida de forma científica lo que ya sabían desde hace generaciones. Como lo dijo Yazza: “No estamos descubriendo. Estamos recordando”.
Reed resume con contundencia la relevancia del paradigma detrás del estudio: “A través de la colaboración respetuosa, la ciencia puede servir para empoderar a las comunidades indígenas, no para silenciarlas”.
En un mundo donde el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la explotación automatizada de recursos son moneda corriente, escuchar a quienes han protegido los territorios por generaciones es una de las mejores formas de honrar el pasado y asegurar un futuro sostenible.
Chaco como símbolo de soberanía cultural
El pueblo Picurís ha mostrado que las raíces se preservan no solo manteniendo vivas las tradiciones, sino también utilizando las herramientas modernas de forma crítica y consciente. Como señaló uno de los investigadores indígenas, este avance no se trata solo de genética, sino de autodeterminación.
En última instancia, la pregunta que queda flotando en el aire es: ¿estamos listos para reconocer de verdad a las culturas indígenas como protagonistas vigentes y no como piezas de museo? Chaco, gracias a este estudio, ya no solo es una maravilla arquitectónica ancestral. Es también prueba viviente del legado indestructible de los pueblos nativos.