Terrorismo en Nigeria: El devastador legado del ISWAP en Borno
Una masacre más en el noreste del país expone la brutalidad persistente del terrorismo islámico, mientras los civiles siguen pagando el precio más alto
La tragedia en Rann-Gamboru
El noreste de Nigeria volvió a sacudirse el 1 de julio de 2024 tras otro ataque sangriento perpetrado con artefactos explosivos improvisados (IED, por sus siglas en inglés). Esta vez, la carretera que conecta las localidades de Rann y Gamboru, en el estado de Borno —una zona ya marcada por la violencia persistente— fue el epicentro de una emboscada mortal que se cobró la vida de al menos 26 personas, entre ellas mujeres y niños, según las autoridades locales.
La mayoría de las víctimas eran pequeños agricultores y comerciantes que se desplazaban en una camioneta pick-up Toyota, típica en esa zona rural. El vehículo activó una mina terrestre colocada estratégicamente por militantes del grupo yihadista Estado Islámico en la Provincia de África Occidental (ISWAP).
“Los terroristas suelen colocar explosivos en cráteres o bajo montículos de arena en tramos de carretera muy deteriorados, profundamente conscientes de los patrones de movimiento del ejército y la población civil”, señaló Abba Modu, miembro de la Fuerza de Tarea Conjunta Civil, un grupo de vigilancia vecinal aliado del ejército.
Un escenario de guerra continuada
Este ataque no es un hecho aislado. Forma parte de una crisis prolongada de insurgencia que se remonta a 2009, cuando Boko Haram comenzó su lucha armada contra el gobierno federal, buscando imponer una interpretación radical de la ley islámica (sharía) y erradicar la educación occidental en la región. En 2016, la organización se escindió y surgió ISWAP con una estrategia aún más calculada y letal, enfocándose en ataques a fuerzas de seguridad pero sin renunciar al terror ejercido sobre la población civil.
Según datos de Naciones Unidas, la violencia de los extremistas islámicos en el noreste de Nigeria ha dejado al menos 35,000 muertos y más de 2 millones de desplazados en los últimos 15 años.
Una región sitiada
Borno, epicentro continuo del conflicto, ha sido blanco preferido de ataques debido a su ubicación estratégica cerca de la frontera con Camerún, Chad y Níger. La reciente detonación de artefactos explosivos sobre civiles que viajaban desde Rann ha vuelto a evidenciar los desafíos en términos de seguridad, logística y asistencia humanitaria en la región.
Además de los 26 muertos reportados oficialmente, al menos tres personas resultaron heridas y fueron trasladadas a clínicas cercanas, según informó Nahum Daso, vocero de la policía.
Quién es ISWAP y por qué es tan peligroso
El Estado Islámico en la Provincia de África Occidental, afiliado desde 2015 al Estado Islámico global, se ha convertido en uno de los grupos yihadistas más poderosos y efectivos del continente. Nació como una escisión ideológica tras tensiones internas en Boko Haram, cuyo líder Abubakar Shekau prefería los ataques indiscriminados a civiles. ISWAP, en cambio, adoptó una estrategia centrada —al menos en teoría— en objetivos militares y gubernamentales. Pero la masacre de Rann demuestra lo elástica que puede ser esa “estrategia”.
En telegramas difundidos por medios afines, ISWAP reivindicó el ataque del 1 de julio, asegurando que estaba dirigido a fuerzas de seguridad que patrullan regularmente la zona. Esto refuerza las sospechas de que las minas fueron colocadas con conocimiento del patrón de movimiento de convoyes armados. Sin embargo, el hecho de que los muertos sean civiles desmiente cualquier justificación ideológica.
El peligro de transitar las carreteras del noreste
Los caminos entre las aldeas y localidades más pobres del norte de Nigeria se han convertido en trampas mortales. Los insurgentes también aprovechan la falta de infraestructura: carreteras en mal estado facilitan colocar IEDs ocultos entre baches y tierra suelta. En muchas zonas —como la afectada Rann-Gamboru—, ni siquiera hay cobertura telefónica para pedir ayuda inmediata cuando estalla la tragedia.
Además, las autoridades nigerianas carecen de suficientes medios técnicos y personal para rastrear con regularidad las rutas interiores como lo hacen en las principales autopistas federales.
¿Fracaso gubernamental o impotencia estructural?
En julio de 2024, el gobierno federal nombró a un nuevo comandante del operativo militar en el noreste: el Mayor General Abdulsalam Abubakar. Su tarea no será fácil. Hereda una situación donde los recursos logísticos son escasos, los habitantes tienen miedo de colaborar con las autoridades, y las ofensivas del ejército han sido dispersas e inconsistentes.
El presidente Bola Ahmed Tinubu ha prometido erradicar la insurgencia, pero los ataques como el de Rann demuestran que todavía hay un largo camino por recorrer. La inseguridad ha erosionado la confianza de la población en el gobierno central, generando un vacío de poder que ISWAP explota con habilidad propagandística y fuerza armada.
¿Dónde está la comunidad internacional?
Hasta ahora, la respuesta internacional frente al conflicto en el noreste de Nigeria ha sido tímida y, a menudo, reactiva. Sí, Naciones Unidas y diversas ONG han destinado fondos para atención a los desplazados, pero los esfuerzos por detener el financiamiento y aprovisionamiento de los grupos yihadistas se han mostrado insuficientes.
De hecho, diversos informes han documentado el uso de drones caseros, armas ligeras y componentes explosivos que ingresan por las fronteras de Camerún y Níger, muchas veces gracias a redes criminales transnacionales que operan sin restricciones visibles.
Una sociedad cautiva
Desde hace años, la población civil en el noreste vive atrapada entre tres actores: el ejército federal nigeriano, unidades de autodefensa como la Fuerza de Tarea Conjunta Civil, y los propios insurgentes islámicos. Todos, en diferentes contextos, son fuentes de miedo para los habitantes.
“Yo salía a vender mandioca a la semana tres veces. Ahora, después de la explosión, ya no salgo más. ¿Quién quiere morir por unas cuantas nairas?”, decía entre lágrimas Sarah, una sobreviviente del atentado, al medio nigeriano Daily Trust.
El futuro incierto del noreste
Más allá de soluciones militares, Nigeria enfrenta una tarea titánica: reconstruir no solo infraestructuras, sino también el tejido social y la confianza en el estado. Esto implica reformar las fuerzas de seguridad, mejorar la inteligencia regional, coordinar verdaderamente con los países vecinos y, sobre todo, generar oportunidades económicas y educativas que desactiven el atractivo de los grupos yihadistas.
La historia del noreste de Nigeria no debe ser contada solo como una crónica de bombas y víctimas, sino como un llamado urgente a la acción integral. Desde que comenzó el conflicto, una generación entera ha crecido sin conocer la paz ni la estabilidad.
Mientras tanto, ataques como el de Rann siguen ocurriendo con trágica frecuencia. Cada explosión no solo mata cuerpos, sino que aplasta sueños, disuelve familias e infunde pánico donde antes había laboriosidad y esperanza. Es una herida abierta no solo para Nigeria, sino para toda África occidental.