Tarifas al límite: Pequeñas empresas estadounidenses al borde del colapso

La guerra comercial entre Estados Unidos y China está ahogando a los pequeños negocios, cuyas esperanzas se desvanecen entre precios elevados, mercancía varada y la falta de respuestas políticas.

Por años, las pequeñas empresas han sido el corazón de la economía estadounidense. Sin embargo, las recientes medidas arancelarias impuestas por la administración Trump han colocado a miles de emprendedores entre la espada y la pared. Desde juegos de mesa hasta cobertores para autos y arreglos florales artificiales, las tarifas del 145% sobre productos chinos representan un golpe mortal para negocios que ya operaban con márgenes muy ajustados.

Una economía dependiente de las importaciones: el caso de los pequeños comercios

Estados Unidos ha importado históricamente productos de consumo desde China debido a los bajos costos de producción y a su infraestructura especializada. En sectores como los juguetes, la decoración del hogar y los accesorios para automóviles, esta dependencia es especialmente crítica. Las nuevas tarifas están exponiendo cuán frágil puede ser una economía cuando uno de sus mayores socios comerciales se convierte en blanco de un enfrentamiento político.

La Toy Association indica que la mayoría de los juguetes vendidos en EE. UU. son fabricados en China. De manera similar, sectores como los arreglos florales de seda de alta calidad y ciertos componentes industriales dependen casi exclusivamente del gigante asiático.

WS Game Co.: una historia de éxito al borde del abismo

Jonathan Silva dirige WS Game Co., una empresa familiar en Massachusetts que fabrica versiones lujosas de juegos clásicos como Monopoly o Scrabble. Con presencia en 14,000 tiendas y el honor de ser reconocido en la lista de productos favoritos de Oprah en 2024, parecía que la empresa estaba en su mejor momento.

Todo se derrumbó cuando tres contenedores con mercancía quedaron varados en puertos chinos. La pérdida inmediata de $16 millones en órdenes por parte de grandes minoristas y la imposibilidad de redirigir la manufactura “en un abrir y cerrar de ojos” dejaron a la compañía tambaleando. Silva reconoce que apenas tiene cuatro meses para resistir: “Los aranceles han trastocado todo y nos dejaron al borde de la insolvencia.”

Arreglos florales en crisis en Kentucky

Jeremy Rice, co-propietario de House, un negocio de arreglos florales artificiales en Lexington, Kentucky, enfrenta una realidad similar. “El 90% de nuestras flores provienen de China”, explica Rice. Sus proveedores más importantes han anunciado aumentos de precios del 20% y 25%, pero teme que los más pequeños eleven esos incrementos al 40% o más.

La fábrica de flores artificiales de alta calidad no existe fuera de China. “Incluso si alguien abriera una, tomaría años,” añade. Rice anticipa que su inventario actual se agotará en dos o tres meses más.

“Esto va a acabar con muchos negocios familiares, tal como vimos en la Gran Recesión y durante la pandemia”, dice preocupadamente. “No hay a dónde voltear”.

La industria del té también se enfría

En Ann Arbor, Michigan, Lisa McDonald gestiona TeaHaus, un pequeño comercio especializado en tés de hoja suelta importados. Su clientela fiel se extiende por todo el país, pero los altos costos la obligan a reconsiderar su modelo. Algunas de sus variedades premium cuesta hasta 33 dólares por tan solo 50 gramos. “No puedo cobrar 75 dólares por eso, por muy bueno que sea el té”, afirma.

Estados Unidos no cuenta con las condiciones climáticas ni la infraestructura para cultivar té a gran escala. Intentar “hacer grande el té en EE.UU.” es una utopía, según McDonald. Ella entiende los motivos de Trump para incentivar el “Made in America”, pero “simplemente no se pueden aplicar a todos los sectores”.

Desde Oklahoma: cobertores para autos y perritos en jaque

En Oklahoma City, Jim Umlauf dirige 4Knines, una empresa que elabora cobertores de asiento para perros y forros de carga para vehículos. Necesita telas especiales, recubrimientos y componentes que solo puede obtener desde China. “Hemos buscado otros países desde 2018, pero es un laberinto logístico y no rentable”, comenta Umlauf.

La situación actual ha reducido su crecimiento, reducido los márgenes de ganancia y amenaza con ponerle punto final al negocio. “Tenemos mercancía solo para unas semanas más”, señala. Desde hace meses ha intentado contactar a la Casa Blanca para solicitar apoyo específico para pequeños negocios, pero no ha recibido respuesta.

“Es tiempo de que los responsables de políticas entiendan que sus decisiones afectan a personas reales”, concluye.

Las cifras detrás del drama

  • En abril, las tarifas sobre productos chinos fueron elevadas al 145%.
  • Los negocios consultados tienen inventario suficiente solo entre dos a cuatro meses.
  • El comercio con China representa más del 15% de todas las importaciones estadounidenses (U.S. Census Bureau, 2023).
  • En 2024, los estadounidenses consumieron 86 mil millones de porciones de té, casi en su totalidad importadas (Tea Association of the U.S.A.)

¿Dónde están las soluciones?

La Casa Blanca ha insinuado una posible reducción de las tarifas, lo que desató un breve repunte en los mercados bursátiles. General Motors, por ejemplo, tuvo ingresos de $44.02 mil millones en el primer trimestre de 2025 y retrasó su llamada de resultados para evaluar el impacto de los aranceles. No obstante, muchos pequeños empresarios no tienen el lujo de esperar a que Washington decida, ni disfrutan de la capacidad financiera para resistir una prolongada incertidumbre.

¿Se avecina una ola de cierres?

La historia se repite: como durante la crisis de 2008 o durante la pandemia, los más vulnerables vuelven a pagar los platos rotos. Los pequeños negocios representan el 99.9% de todas las empresas en EE. UU., según la SBA (Small Business Administration), y emplean al 46.4% de los trabajadores del sector privado.

Silva, Rice, McDonald y Umlauf son solo algunas voces entre miles. Todos coinciden en algo: el tiempo se agota, y si no se actúa con urgencia, podríamos presenciar una extinción masiva del comercio local que define tantos vecindarios.

Un nuevo rumbo en la política comercial no solo es necesario, es urgente. Porque cada contenedor varado, cada flor no vendida y cada bolsa de té sin importar, significan mucho más que cifras: significan familias, sueños y comunidades en peligro.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press