Políticas con pañales: cuando legislar y criar hijos sucede al mismo tiempo
El desafío y la transformación de las mujeres jóvenes legisladoras que equilibran la crianza con responsabilidades estatales
Cuando Fiona McFarland, representante estatal de Florida, presenció a su bebé dar sus primeros pasos, no tuvo que salir del Capitolio. Estaba justo al lado, atendiendo una reunión legislativa, mientras su hija gateaba por primera vez en la guardería dentro del mismo edificio.
Este momento representa algo más que un hito personal: es una muestra de cómo el rostro del poder político está cambiando en Estados Unidos. A medida que más mujeres y jóvenes se postulan y son elegidos para cargos públicos, están trayendo consigo parte de su vida diaria, incluyendo a sus hijos. Pero también están revelando las profundas carencias estructurales que enfrentan los padres trabajadores en la política y, por extensión, en el resto del país.
Entre pañales y leyes: una nueva forma de ejercer el poder
Estados Unidos aún ostenta uno de los peores historiales de apoyo a las madres entre los países industrializados. Según la OCDE, es el único país miembro sin acceso garantizado a un permiso de maternidad pagado, lo que se refleja en el limitado apoyo que reciben las familias en todos los ámbitos, incluida la política.
En términos de representación política, apenas 33% de los legisladores estatales en 2024 son mujeres, y menos del 8% son madres con hijos menores de edad, como reveló un estudio del Vote Mama Foundation. Esta baja representación tiene consecuencias directas sobre las políticas que se implementan o se omiten a nivel estatal.
Un ejemplo desde Tallahassee
Florida ha comenzado a implementar soluciones prácticas: dos espacios de cuidado infantil dentro del Capitolio estatal. Aunque su apertura es intermitente, ofrece un modelo que combina inclusión con sentido práctico. Usar los pasillos del poder para dejar y recoger a tu hija es una imagen poderosa que simboliza cómo puede lucir una política verdaderamente equitativa.
“Mamá siempre hará que funcione”, dice McFarland, quien fue elegida en 2020 cuando aún estaba embarazada de su primer hijo. Hoy, con cuatro niños menores de cinco años, ha aprendido a equilibrar cafés, informes legislativos y biberones. Para ella, tener a su hija cerca no es solo una elección personal. Es una declaración política.
Las barreras invisibles, pero reales
Las barreras para las madres legisladoras no se limitan únicamente al acceso a guarderías. Muchos capitolios estatales fueron construidos en una época en que las mujeres ni siquiera tenían derecho al voto, lo que se traduce en edificios sin suficientes baños accesibles, sin espacios para amamantar ni cambiar pañales, y sin horarios flexibles.
La senadora estatal de Michigan, Stephanie Chang, recuerda los desafíos que enfrentó durante sus primeros años como madre legisladora: largas horas de viaje, bolsas de leche materna congelada y noches sin dormir. “Mirando hacia atrás digo: ¿cómo lo hice?”, comparte.
¿Puede la maternidad cambiar la política?
“Los legisladores legislan según su experiencia de vida”, explica Liuba Grechen Shirley, fundadora de Vote Mama Foundation. Según ella, la falta de madres en el poder es la razón directa por la que persisten malas políticas para mujeres y niños: “No tenemos suficientes madres en cargos públicos y eso afecta directamente decisiones sobre educación, salud y cuidado infantil”.
Su fundación impulsa políticas para eliminar barreras: desde permitir el uso de fondos de campaña para pagar servicios de cuidado infantil, hasta impulsar iniciativas como el voto por poder en época de nacimientos o enfermedades, algo clave para madres con bebés neonatos.
Avances en otros estados
Florida no está sola. La Cámara de Delegados de Virginia ofrece estipendios para el cuidado de niños, y más de dos tercios de los estados permiten el uso de fondos de campaña para pagar servicios de cuidado infantil, una práctica desatada tras la aprobación del Comité Electoral Federal en 2018.
Estos avances son cruciales. Es una forma tangible de reconocer las dificultades que enfrentan quienes asumen funciones políticas siendo padres jóvenes, y representan un compromiso hacia una democracia más inclusiva.
Sin apoyo no hay representación
Grechen Shirley sostiene que sin políticas claras de apoyo a madres y padres jóvenes, se pierden voces clave en la legislatura. “Si realmente queremos una legislatura que refleje nuestra sociedad, tenemos que facilitar que las familias jóvenes se postulen y permanezcan en el cargo”.
Su planteamiento es sencillo: si queremos políticas más justas para las familias, debemos garantizar que quienes conozcan esa realidad en carne propia estén sentados en la mesa de decisión. Estas iniciativas en Florida y otros estados pueden parecer pequeñas, pero representan pasos esenciales para romper el statu quo institucional que invisibiliza a las madres trabajadoras.
Críticas y retos pendientes
Por supuesto, no todos los sectores ven estas iniciativas con buenos ojos. Algunos opositores argumentan que podrían desviar la atención de lo legislativo o que el uso de fondos de campaña con fines personales genera zonas grises éticas.
Sin embargo, como responde McFarland, que también paga de su bolsillo niñeras externas cuando los espacios del Capitolio están cerrados: “Esto no se trata de privilegios, se trata de permitir que una nueva generación de políticos pueda representar fielmente a sus votantes”. Y añade: “Lo que fortalece a Florida es tener buenas representantes y buenas madres, y demostrar que se puede ser ambas cosas”.
En esa frase se condensa una nueva fase del liderazgo político. Uno que incluye juegos de bebés entre reuniones y que tiene como objetivo final construir un Estado capaz de cuidar a quienes cuidan. Porque si la política no se adapta a los padres y madres que la ejercen, ¿cómo esperamos que lo haga para el resto de las familias?