¿Estamos preparados para un apagón masivo? Lecciones del colapso energético en España y Portugal
El gran apagón que paralizó la Península Ibérica pone sobre la mesa la importancia de la preparación ante crisis energéticas inesperadas
El lunes reciente, un apagón sin precedentes dejó a oscuras a millones de personas en España y Portugal. Las ciudades quedaron paralizadas: trenes detenidos, semáforos apagados, cajeros automáticos fuera de servicio y las telecomunicaciones interrumpidas. Aunque la electricidad regresó casi por completo al día siguiente, el evento dejó una huella profunda marcada por la incertidumbre y el caos social. Más allá del incidente en sí, surge una pregunta urgente: ¿estamos preparados para enfrentar una crisis energética de esta magnitud?
Una sociedad alimentada por la electricidad
Dependemos de la electricidad para todo: transporte, comunicación, abastecimiento de agua, transacciones bancarias, salud, educación… La interrupción repentina de este servicio esencial pone de manifiesto nuestra vulnerabilidad como sociedad tecnológica.
Eventos como el apagón ibérico son raros, pero no imposibles. Y cuando ocurren, revelan el grado de preparación —o su ausencia— tanto a nivel individual como colectivo. Es aquí donde la resiliencia energética cobra protagonismo: estar listos para enfrentar contingencias que desafían nuestra rutina y seguridad.
¿Qué ocurrió exactamente en España y Portugal?
El lunes, casi sin previo aviso, una interrupción masiva del servicio eléctrico barrió con buena parte de la Península Ibérica. Toda la red de trenes eléctricos quedó fuera de funcionamiento, incluyendo estaciones del metro de Madrid y Lisboa. Las principales redes de telecomunicaciones colapsaron, los semáforos dejaron de funcionar y en muchas ciudades reinó el descontrol vehicular.
A pesar de que el restablecimiento fue relativamente rápido —la mayoría del suministro volvió entre 12 y 24 horas después—, las causas del apagón permanecen nebulosas. Las autoridades investigan si una falla técnica a gran escala, un sabotaje o un ciberataque pudieron haber ocasionado el colapso energético.
Impacto inmediato en la vida cotidiana
- Transporte paralizado: Miles de personas quedaron atrapadas en trenes eléctricos, y muchos viajeros no pudieron llegar a sus destinos.
- Comunicaciones cortadas: Las redes móviles colapsaron junto con los sistemas de internet, haciendo imposible acceder a información o contactar con familiares.
- Comercio detenido: Con los sistemas de pago digital inactivos, comprar productos básicos se volvió casi una misión imposible.
- Inseguridad vial: Semáforos apagados y atascos caóticos generaron un riesgo inminente de accidentes urbanos.
- Centros médicos bajo presión: Hospitales con generadores de respaldo pudieron continuar sus funciones básicas, aunque en tensión.
Una llamada de emergencia: ¿cómo prepararse para futuros apagones?
Pese a que la mayoría de las sociedades modernas priorizan la eficiencia tecnológica, pocas ponen suficiente atención en la resiliencia ante crisis. Tras los recientes eventos, gobiernos y ciudadanos empiezan a plantearse seriamente cómo estar mejor preparados.
El Comité de Gestión de Crisis de la Unión Europea emitió una recomendación contundente en marzo de este año: los ciudadanos deben estar preparados para sobrevivir al menos 72 horas sin ayuda externa.
La Agencia de Rescate Estonio (Estonian Rescue Board) ha publicado manuales de supervivencia doméstica en los que recomienda lo siguiente:
Kit básico para sobrevivir un apagón prolongado
- Agua: Al menos 3 litros por persona por día. Almacénala en botellas o bidones.
- Comida no perecedera: Conservas, alimentos deshidratados, barras energéticas.
- Lámparas de batería y linternas: Preferibles a las velas, que suponen un riesgo de incendio.
- Pilas y radios de onda corta: Para recibir información oficial durante el apagón.
- Medicamentos y botiquín de primeros auxilios: Incluye también los tratamientos específicos si tú o tus familiares padecen enfermedades crónicas.
- Documentación en físico: Incluye identificación, seguros y contactos de emergencia.
- Ropa térmica y mantas: Si el evento ocurre en invierno, podrían salvar vidas.
- Dinero en efectivo: Con los sistemas electrónicos caídos, las tarjetas son inservibles.
Como bien dijo Hadja Lahbib, Comisaria Europea para la Gestión de Crisis: “en una crisis, el efectivo es rey”.
Más allá del hogar: cómo afecta a los servicios esenciales
En contextos urbanos, la dependencia eléctrica de los servicios públicos es aún más aguda. Por ejemplo, algunos hospitales en Sevilla y Oporto reportaron incrementos en llamadas a emergencias durante el apagón, especialmente de personas mayores desorientadas al quedarse sin luz ni comunicación.
También, según reportes del Instituto Nacional de Estadística de España, el 87% de los hogares españoles dependen exclusivamente de electricidad para calefacción, cocina y refrigeración.
Los apagones y la seguridad ciudadana
No sólo preocupan los efectos inmediatos del apagón en cuanto a movilidad o confort. Hay un ángulo más oscuro: la criminalidad. En diversas ciudades, los cortes de luz favorecieron una aumentada actividad delictiva en zonas afectadas. Sin cámaras, sin alarmas activas y con calles oscuras, los robos y saqueos encontraron campo fértil.
Modelos a seguir: lo que Suecia y Estonia enseñan al resto de Europa
Suecia ha compartido con cada hogar una guía impresa titulada “Om krisen eller kriget kommer” (“Si viene la crisis o la guerra”), detallando los primeros pasos ante emergencias como apagones, guerras o pandemias. Por ejemplo, se recomienda:
- Almacenar agua y combustible.
- Acordar puntos de encuentro familiares.
- Crear redes vecinales de ayuda.
Del mismo modo, Estonia figuran como pioneros en la preparación digital. El país báltico simula ciberataques masivos anualmente para entrenar tanto a gobierno como empresas del sector privado en respuestas rápidas. Sin ir más lejos, el apagón de 2007 causado por un ataque cibernético a bancos y oficinas gubernamentales fue un catalizador que reformó su modelo de defensa digital y energética.
No es sólo cuestión de gobiernos: la responsabilidad compartida
Como declaró Argo Kerb, portavoz de la Agencia de Rescate Estonio: “La preparación es una responsabilidad compartida. En las familias, en los barrios, en los países. Cada nivel importa”.
Ignorar esta responsabilidad puede tener consecuencias desastrosas. Los sistemas colapsan, pero el tejido social puede mantenerse firme si existe preparación, cooperación y una cultura de resiliencia comunitaria.
Recomendaciones para gobiernos ibéricos
Aunque España y Portugal respondieron con rapidez a la emergencia, el apagón dejó ver lo mucho que se puede mejorar. Algunos expertos proponen:
- Campañas públicas para educar a la población sobre cómo actuar en caso de apagón.
- Inversión en energías descentralizadas, como baterías comunitarias o microredes.
- Alianzas regionales para asistencia mutua en infraestructuras críticas.
Cada municipio podría implementar protocolos básicos accesibles para todos sus habitantes: desde la identificación de refugios temporales hasta señalizaciones visibles aún en condiciones de oscuridad total.
El reto de las ciudades inteligentes: ¿más vulnerables?
Curiosamente, hay un debate emergente entre urbanistas y expertos en tecnología: ¿Las llamadas “smart cities” son más sensibles al colapso energético? La respuesta corta es sí. Acostumbradas al monitoreo digital, sensores, y conectividad permanente, su mayor fortaleza puede volverse su mayor debilidad.
José Antonio Díaz, profesor de ingeniería eléctrica de la Universidad Politécnica de Cataluña, advierte: “cuanto más tecnologizada es una ciudad, más rápida es su caída si se interrumpe el flujo energético”.
Adaptar la innovación tecnológica con respaldo analógico será fundamental en las ciudades del futuro.