La carrera armamentista europea: ¿independencia o dependencia eterna de EE.UU.?
Europa enfrenta desafíos históricos para consolidar su industria militar y reducir su dependencia de Estados Unidos, en plena era de tensiones geopolíticas
Un despertar obligado para Europa
En un inmenso hangar a las afueras de Madrid, ingenieros ensamblan fuselajes para Airbus, una de las pocas compañías de defensa verdaderamente paneuropeas, respaldada por España, Alemania, Francia y el Reino Unido. Mientras tanto, el resto del continente sigue atrapado en una fragmentación industrial que podría frustrar sus objetivos de autonomía en seguridad y defensa.
La sombra de Trump y la presión sobre la OTAN
El contexto no puede ser más urgente: las amenazas de Donald Trump sobre la protección de los aliados de la OTAN, junto con la invasión rusa a Ucrania, han sacudido los cimientos de la política exterior europea. Durante años, Trump ha reprochado a los miembros de la OTAN no alcanzar el mínimo del 2% del PIB en gasto militar. Ahora, varios países, incluida España, que el año pasado fue el último en gasto relativo dentro de la alianza, intentan acelerar para alcanzar —y superar— ese objetivo.
Funcionarios y analistas coinciden en que más gasto no bastará si Europa sigue importando la mayoría de su material militar de Estados Unidos. Según SIPRI (Stockholm International Peace Research Institute), más de la mitad del armamento europeo entre 2020 y 2024 provino de EE.UU.
¿Puede Europa fabricar su propio arsenal?
Hoy, la infraestructura militar europea no está preparada para suplir todas las necesidades de sus estados miembros. Problemas estructurales como la dependencia de software estadounidense, componentes críticos y cuellos de botella en producción son una amenaza a la soberanía continental.
Jean-Brice Dumont, jefe de Air Power en Airbus Defense and Space, fue categórico en una entrevista reciente: “La autonomía europea es un viaje largo, pero urgente”. Airbus produce el A330 MRTT —avión cisterna de reabastecimiento en vuelo— fuera de Madrid, uno de los llamados "habilitadores estratégicos" que Europa necesita desesperadamente desarrollar por sí misma.
Fragmentación: el talón de Aquiles
La defensa europea sufre de una diversidad caótica: según la Agencia Europea de Defensa, existen al menos 12 modelos de tanques diferentes en la Unión Europea, frente a uno solo usado por el Ejército de EE.UU., el Abrams M1. Esto reduce la interoperabilidad de los ejércitos europeos, complica el suministro y eleva los costos de mantenimiento.
Sin embargo, se vislumbran tímidos pasos hacia la integración: el gigante italiano Leonardo y la alemana Rheinmetall han creado una empresa conjunta para fabricar vehículos de combate. Pero como advierte Douglas Barrie, del International Institute for Strategic Studies (IISS), “los gobiernos aún tienden a favorecer a sus industrias locales por orgullo nacional”.
España, rezagada pero ambiciosa
España, aunque atrasada, ha reaccionado. Anunció un aumento de 10.500 millones de euros en gasto de defensa este año, de los cuales el 87% será destinado a empresas españolas, creando cerca de 100.000 empleos. Esta movida también podría aumentar entre un 0,4% y un 0,7% el PIB español.
El objetivo político está claro: reforzar la base industrial y buscar, al mismo tiempo, una mayor independencia estratégica. Aunque, como advierten los expertos, priorizar la producción nacional sobre la europea puede perpetuar la fragmentación que se desea resolver.
¿El fin de la era del "paraguas americano"?
El progresivo alejamiento de Washington obliga a Europa a una reflexión de fondo. El Libro Blanco de Defensa Europeo publicado este año alerta sobre las insuficiencias en las capacidades estratégicas: defensa antiaérea, ciberseguridad, aviones no tripulados... todas son brechas que requieren inversión inmediata y coordinación entre los 27.
La Comisión Europea ha respondido proponiendo un paquete de 150.000 millones de euros para fortalecer la industria militar comunitaria y la de Ucrania. Además, la nueva estrategia pide que al menos el 40% del equipo de defensa se compre en colaboraciones multinacionales dentro del bloque y que el 35% del comercio militar permanezca en la UE para 2030.
Casos emblemáticos de dependencia
- El avión de combate sueco Gripen de Saab utiliza motores fabricados por General Electric, EE.UU.
- El Eurofighter Typhoon depende de softwares integrados de origen americano para algunos de sus sistemas electrónicos.
- El sistema de misiles Patriot, crítico para la defensa aérea, solo está disponible a través de adquisiciones a empresas estadounidenses como Raytheon.
Esta interdependencia tecnológica hace que incluso los equipos fabricados en Europa sean vulnerables a restricciones de exportación o falta de actualizaciones críticas si las relaciones con EE.UU. se tensan aún más.
Una llamada a la unión industrial
Para expertos como Lorenzo Scarazzato, investigador de la industria armamentística en SIPRI, consolidar la industria militar europea no es solo deseable, es indispensable: “Habrá que rehacer toda la estructura de comando y control militar a nivel continental”.
¿Qué implica esto en la práctica? Priorizar proyectos conjuntos, como el FCAS (Sistema de Combate Aéreo Futuro) franco-alemán-español, o el Main Ground Combat System (MGCS), el futuro tanque europeo. Ambos están en desarrollo, pero se ven ralentizados por recelos políticos y diferencias industriales.
Perspectivas de largo plazo
La autonomía militar europea no se logrará de la noche a la mañana. Se necesita voluntad política sostenida, multimillonarias inversiones en innovación —por ejemplo en tecnologías cuánticas y ciberdefensa— y una política de adquisiciones menos nacionalista y más europea.
Europa tiene los recursos. Según datos del Banco Mundial, en 2023, los 27 países de la UE sumaron un PIB conjunto de aproximadamente 17 billones de dólares, casi similar al de Estados Unidos. Sin embargo, el gasto en defensa apenas roza colectivamente el 1,5% de ese PIB, frente al más del 3% estadounidense.
La frase que lo resume todo
Como resumió Jean-Brice Dumont: “Europa debe financiar su propia industria para defender el mañana, el pasado mañana, y las próximas décadas”. La pregunta es: ¿será capaz de hacerlo a tiempo?