‘Dead Outlaw’: el teatro como acto de humanidad y una de las interpretaciones más desafiantes de Broadway
Andrew Durand revive en escena una historia real tan extraña que supera la ficción: la increíble vida (e inerte carrera) de Elmer McCurdy
Una actuación que desafía los límites del cuerpo humano
Esta temporada en Broadway ha traído consigo múltiples sorpresas, pero pocas tan impactantes como la entrega física y emocional de Andrew Durand en Dead Outlaw. Interpretar a Elmer McCurdy —un hombre que tuvo una "exitosa" carrera después de muerto— no es tarea fácil. Durand debe pasar aproximadamente 40 minutos inmóvil en un ataúd sobre el escenario, conteniendo hasta el parpadeo, en una de las pruebas actorales más singulares que se ha visto recientemente.
El extraño caso de Elmer McCurdy
La historia real de McCurdy parece escrita por un guionista de cine surrealista. En 1911, este bandido fracasado y alcohólico fue abatido por la policía. Su cuerpo embalsamado terminó recorriendo Estados Unidos durante más de medio siglo, apareciendo en ferias, museos de cera e incluso películas de horror de Hollywood, antes de ser usado como accesorio en un parque de diversiones en los años 70.
La filosofía detrás de la inmovilidad
Interpretar a un hombre muerto no es solo quedarse quieto. Para Durand, "algunas noches quiero gritar, quiero arrancarme la piel porque la presión de no poder moverme empieza a afectarme", comentó en una entrevista reciente. Para sobrellevar la inmovilidad extrema, desarrolla pequeños juegos mentales: busca palabras que empiezan con cierta letra o inventa listas en su mente para distraerse.
El valor de tener al actor —y no a un muñeco— en escena
El director David Cromer tuvo claro desde el primer taller de Dead Outlaw que usar un maniquí sería insuficiente. "Quiero recordarle al público constantemente su humanidad", fue su argumento para exigir que Durand estuviera físicamente presente, aun como un cadáver. Esta decisión le añadió una capa de autenticidad y vulnerabilidad que eleva la experiencia teatral.
Andrew Durand: de soldado en ‘War Horse’ a cadáver célebre
Durand ha forjado una carrera destacada en Broadway, con roles en musicales como "Shucked", "Ink", "Head Over Heels" y "War Horse". Sin embargo, Dead Outlaw marca su primer protagónico, consolidándolo como uno de los actores más versátiles de su generación. Su formación con la compañía Kneehigh Theatre, enfocada en el trabajo colaborativo, ha enriquecido su capacidad de adaptación y compromiso físico en escena.
El nuevo dream team de Broadway
Dead Outlaw no es una obra improvisada: cuenta con la colaboración del prestigioso David Yazbek (compositor de "The Band’s Visit"), Itamar Moses (escritor), y David Cromer (director). Yazbek y Moses, ganadores del Tony en 2018, se han reunido nuevamente para presentar una historia profundamente humana que cuestiona la inmortalidad, el legado y el valor del tiempo viviente.
El desafío físico y emocional de la inmovilidad
Estar de pie, sin moverse dentro de un ataúd, desafía no solo los músculos. Durand ha confesado que la falta de circulación le adormece los pies y que a veces llora en silencio. "Algunas noches navego sin problema, otras siento que me estoy desmoronando", dice. Esta honestidad brutal con que enfrenta el reto le ha ganado la admiración de críticos y colegas.
Una temporada de muertos vivientes en Broadway
Curiosamente, Durand no es el único "cadáver" en Broadway esta temporada. Otras producciones como "Operation Mincemeat" (ambientada en la Segunda Guerra Mundial) y "Floyd Collins" (sobre un explorador atrapado en una cueva) también presentan protagonistas fallecidos o cercanos a la muerte. Sin embargo, ninguno exige la persistente quietud que Dead Outlaw impone a su estrella.
La conexión espiritual con el teatro
Cada noche, aproximadamente una hora antes del inicio, Durand se toma un momento para pararse solo en el escenario vacío del Longacre Theatre. Mira las butacas vacías, respira profundo y se recuerda a sí mismo que en breve, cientos de personas confiarán en él para transportarlos a un mundo suspendido entre la vida y la muerte. Es su ritual para mantenerse presente y agradecido por la oportunidad de vivir el acto teatral.
Reflexiones sobre arte, muerte y humanidad
"¿Qué hacemos con el tiempo que estamos vivos?" se pregunta Durand reflexionando sobre la premisa fundamental de la obra. Sin subrayarlo excesivamente, Dead Outlaw invita al público a considerar la efímera naturaleza de la existencia humana, el valor del recuerdo y cómo las acciones resuenan —o no— una vez que hemos dejado este mundo.
Andrew Durand no solo interpreta a un forajido muerto; revive la pregunta eterna del teatro mismo: ¿qué significa estar vivo, en este fugaz paso por la escena del mundo?