El precio oculto de innovar: el caso de Kseniia Petrova y los científicos migrantes en EE.UU.
La historia de una investigadora detenida revela las tensiones entre ciencia, inmigración y política en un país dividido.
Un viaje truncado por embriones de rana
Kseniia Petrova, investigadora de Harvard y especialista en biología celular, afronta una pesadilla que nunca imaginó: ser detenida en Estados Unidos, su segundo hogar académico, por llevar muestras de embriones de rana sin declarar en el aeropuerto de Boston. Lleva más de dos meses encarcelada en un centro de detención de Luisiana, esperando la decisión de un juez de inmigración que podría enviarla de vuelta a Rusia, país que abandonó tras la invasión a Ucrania.
Todo comenzó tras sus vacaciones en Francia, cuando obtuvo muestras para un proyecto que promete revolucionar la detección del cáncer. Sin embargo, una omisión —no declarar esos materiales en aduana— dio pie a acusaciones de "mentir a oficiales federales" y un dramático proceso migratorio, reflejo de un sistema endurecido desde que Donald Trump impulsó políticas de deportación masiva.
Condiciones duras, ciencia detenida
Petrova describió, en una videollamada desde el centro de detención de Monroe, las duras condiciones de vida: dormitorios saturados, comidas prácticamente sin frutas ni verduras, falta de privacidad y bajas temperaturas nocturnas. "Es muy difícil vivir aquí", aseguró.
Su situación no solo afecta su vida personal, sino que paraliza investigaciones críticas. Su mentor en Harvard, Leon Peshkin, recalcó que "es crucial en prácticamente cada proyecto del laboratorio". Una colega, Will Trim, subrayó que sus habilidades únicas en microscopia celular representan avances potenciales en oncología.
La criminalización de omisiones administrativas
En un comunicado, el Departamento de Seguridad Nacional acusó a Petrova de planear "el contrabando" de las muestras, basándose en mensajes encontrados en su teléfono. Sin embargo, Peshkin sostiene: "Incluso si cometió un error, lo justo sería una advertencia o una multa de $500".
Esta sobrerreacción resalta una tendencia preocupante: la criminalización de errores menores cometidos por inmigrantes, incluso en sectores de alta especialización como el científico.
Impacto en la comunidad científica
El caso de Petrova encendió alarmas en el mundo académico. Universidades y centros de investigación estadounidenses dependen en gran medida del talento internacional: un informe del National Science Foundation indicó que en 2023, más del 30% de los investigadores en EE.UU. nacieron en el extranjero.
El propio Peshkin advirtió: "Existe una percepción errónea de que los científicos extranjeros son privilegiados en EE.UU. La realidad es que ellos enriquecen nuestra comunidad científica".
¿Una amenaza al liderazgo científico estadounidense?
Históricamente, EE.UU. ha dominado la ciencia mundial gracias a su apertura al talento global. Desde Albert Einstein —inmigrante alemán— hasta los recientes ganadores de premios Nobel, los científicos internacionales han sido cruciales para el avance del país.
Sin embargo, la incertidumbre migratoria reciente amenaza este legado. Según el reporte de la American Immigration Council (2022), las solicitudes internacionales a programas de posgrado en ciencias disminuyeron un 12% entre 2017 y 2021.
Frente a esta tendencia, Petrova se ha convertido en símbolo de una problemática mayor: ¿Cómo atraer talento si los científicos temen ser detenidos o deportados por errores administrativos?
Rusia, un destino peligroso para disidentes
El miedo de Petrova a regresar a Rusia no es infundado. Desde 2022, tras la invasión a Ucrania, el Kremlin intensificó la represión a personas críticas del régimen. De acuerdo con Human Rights Watch, más de 19.500 personas han sido detenidas en manifestaciones contra la guerra.
"Si regreso, temo ser encarcelada por mi posición política", declaró Petrova, quien dejó su país al poco tiempo de iniciarse el conflicto, buscando seguridad y libertad académica.
Luces de esperanza en un sistema opaco
En el caso de Petrova, un juez de inmigración cuestionó recientemente la solidez de las pruebas del gobierno, dando a ICE una semana para fortalecer su expediente. Un desarrollo que ha insuflado esperanza a sus colegas y amigos.
Mientras tanto, diversas organizaciones defensoras de los derechos de los inmigrantes, como American Immigration Lawyers Association, están siguiendo de cerca su situación y presionan para su liberación.
¿Un punto de inflexión?
En tiempos donde el mundo compite ferozmente por científicos e innovadores, la política migratoria estadounidense se enfrenta a un duro dilema: ¿priorizar la retórica sobre seguridad, incluso a costa del liderazgo global en ciencia y tecnología?
El caso de Petrova podría marcar un antes y un después. No estamos ante un incidente aislado, sino frente a una advertencia: cuando la ciencia topa con muros burocráticos y nacionalistas, todos, en última instancia, perdemos.
El futuro de la ciencia y las fronteras
En su lucha por quedarse, Petrova representa a miles de científicos que encontraron en Estados Unidos no solo un lugar para trabajar, sino para vivir en libertad y contribuir al conocimiento global.
Tal como dijo alguna vez Albert Einstein, cuya vida también estuvo marcada por el exilio: "El nacionalismo es una enfermedad infantil. Es el sarampión de la humanidad". No permitir el crecimiento libre de mentes brillantes bajo pretextos políticos podría convertirse en el error más costoso para el futuro de la ciencia y la humanidad.