Coraje en zapatillas: la Génesis de la Revolución Pacífica de los Estudiantes Serbios

Entre maratones por Europa y denuncias por corrupción, la juventud serbia lidera la lucha por la democracia y el estado de derecho

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En pleno corazón de Europa del Este, una hazaña sin precedentes corre —literalmente— hacia Bruselas. Más de 20 estudiantes serbios emprendieron el pasado 25 de abril una maratón de 2,000 kilómetros desde Novi Sad, Serbia, hasta la capital de la Unión Europea. Su objetivo: visibilizar ante la comunidad internacional la crisis democrática que enfrenta su país.

Este acto de resistencia pacífica se inscribe en una ola de protestas estudiantiles que lleva meses sacudiendo a Serbia, desafiando la autoridad del presidente populista Aleksandar Vučić y denunciando una crisis política marcada por la corrupción, el autoritarismo y una creciente represión de las libertades fundamentales.

De bicicletas a zapatillas: el despertar de una generación

La caminata hacia Bruselas no es el primer gesto extraordinario de este grupo estudiantil. A principios de abril ya habían pedaleado centenas de kilómetros hasta Estrasburgo, donde se entrevistaron con representantes del Consejo de Europa y del Parlamento Europeo. Su mensaje sigue siendo el mismo: no desean ser rescatados, pero exigen coherencia por parte de las instituciones europeas respecto a los valores que dicen defender.

No estamos aquí para que nos salven”, afirmó Aleksa Dimitrijević, uno de los corredores, “sino para recordar a Europa que sus ideales de libertad, dignidad y estado de derecho no sólo deben proclamarse en documentos, sino vivir en la conciencia colectiva”.

El colapso que agitó una nación

La chispa que encendió la mecha fue la tragedia del 1 de noviembre de 2024 en la antigua estación ferroviaria de Novi Sad. Dieciséis personas murieron tras el colapso de una marquesina de concreto, un siniestro atribuido por muchos a negligencias graves en las obras públicas financiadas en parte por empresas chinas.

Vivimos en un país donde las estructuras físicas colapsan igual que las instituciones”, dijo Milica Petrov, portavoz del movimiento estudiantil, durante una vigilia en honor a las víctimas.

Desde entonces, las calles de Belgrado, Niš y Novi Sad han sido escenario de protestas continuas: sentadas, asambleas, bloqueos de tráfico y performances simbólicas que han recibido tanto el aplauso ciudadano como la represión policial.

¿Color revolución o revolución ciudadana?

El gobierno serbio ha respondido con una narrativa beligerante. Vučić ha tachado las protestas de “revolución de colores”, refiriéndose a las revueltas pro-democráticas de inicios del siglo XXI en Georgia, Ucrania y otros países, y ha acusado sin pruebas a las potencias occidentales de orquestarlas.

En una entrevista reciente con Informer TV, el presidente afirmó que Serbia está siendo “atacada” y que las protestas están “destruyendo la economía nacional”. La oposición y múltiples organizaciones de derechos humanos consideran estas declaraciones como un intento de criminalizar el descontento ciudadano.

Un maratón con mensaje: correr por democracia

El recorrido a Bruselas no es solamente físico, sino profundamente simbólico. Cada corredor carga una carta manuscrita dirigida a las instituciones de la UE, y el relevo entre corredores representa el relevo generacional que busca rescatar las instituciones democráticas serbias.

Según las estimaciones de los organizadores, la carrera, estilo ultra-maratón en relevos, durará 18 días y pasará por ciudades como Osijek (Croacia), Ljubljana (Eslovenia), Viena (Austria), Múnich (Alemania) y Luxemburgo antes de llegar al corazón político de la UE.

Este no es solo un reto físico, sino el testamento de una generación que no quiere vivir con miedo ni bajo dictaduras suaves”, declaró Nikola Kojčin, estudiante de Derecho y uno de los iniciadores del movimiento.

Una UE en la mira: ¿guardiana del estado de derecho o espectadora pasiva?

El creciente autoritarismo de Vučić ha sido constantemente relativizado en Bruselas por su rol estratégico en la región de los Balcanes Occidentales, su cooperación con la OTAN y su posición de mediador en la tensa relación con Kosovo.

Pero esta maratón pone un espejo incómodo ante la UE. Organizaciones como Freedom House han degradado a Serbia a la categoría de “régimen híbrido” por su deterioro institucional, y los estudiantes esperan que sus pasos reaviven la presión internacional.

Europa no puede darse el lujo de apoyar a regímenes que se parecen más a Erdogan que a Merkel”, señaló Dragana Ivković, analista de la Universidad de Belgrado.

La historia como advertencia: 2000 versus 2025

No sería la primera vez que un movimiento estudiantil transforma el destino de Serbia. En el año 2000, el grupo Otpor! fue decisivo en la caída de Slobodan Milošević, utilizando protestas innovadoras y presión internacional para desmantelar un régimen opresor.

Los actuales manifestantes tienen en mente este precedente. Utilizan redes sociales, humor gráfico, performances callejeras y hasta tecnología GPS para planificar acciones de protesta y movilización descentralizada.

Pero a diferencia de Otpor!, que tenía apoyo tácito de actores occidentales, estos estudiantes enfrentan una UE más cautelosa y un entorno político que ha aprendido a blindarse de la disidencia.

Represión y resiliencia

En los últimos seis meses varios estudiantes han sido interrogados por la policía, se han producido detenciones arbitrarias y ataques durante bloqueos. En redes sociales circulan vídeos donde simpatizantes del oficialismo agreden a protestantes mientras las autoridades hacen la vista gorda.

En palabras de Milica Rakić, estudiante de Sociología: “Ser joven en Serbia hoy equivale a ser sospechoso por querer un país normal”.

Una carrera que va más allá del podio

Cuando los corredores lleguen a Bruselas —si lo logran— tendrán consigo algo más que kilómetros recorridos. Transportan las aspiraciones de una generación que, a diferencia de sus padres, ya no cree en salvadores ni soluciones mágicas.

Ellos son sabedores de que la batalla por la democracia no se gana en elecciones amañadas ni en discursos diplomáticos, sino en el espacio público, paso a paso, como cada kilómetro que recorren hacia ese ideal de Europa que aún sostienen como brújula moral.

¿Responderá Europa a su llamado? El mundo observa. Y, con suerte, también escucha.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press