Vietnam: Ecos de una guerra en la ciudad del presente
Cómo Ho Chi Minh y Da Nang transformaron sus cicatrices bélicas en memorias vivientes y atractivos turísticos
Por décadas, Vietnam fue sinónimo de guerra. Las imágenes de combates interminables, bombardeos y una nación dividida quedaron grabadas en la memoria del siglo XX. Sin embargo, el país del sudeste asiático ha cambiado radicalmente desde la caída de Saigón en 1975. Hoy, los mismos lugares que fueron escenario de muerte y destrucción son testigos de otra clase de tránsito humano: el del turismo y la memoria. En esta pieza de análisis, exploramos cómo Vietnam ha reinterpretado su pasado bélico, especialmente en ciudades como Ho Chi Minh (antiguamente Saigón) y Da Nang, para formar parte de su identidad presente.
De zona de combate a destino de playa: la mutación de Da Nang
En marzo de 1965, los primeros marines estadounidenses desembarcaron en la ciudad portuaria de Da Nang. Durante la guerra, fue una base crucial para las operaciones militares de Estados Unidos y Vietnam del Sur. Su aeropuerto militar, sus instalaciones logísticas y sus costas fortificadas fueron esenciales en uno de los conflictos más brutales del siglo pasado.
Pero hoy, todo eso ha cambiado. La costa de Da Nang, incluyendo la célebre China Beach —llamada así por soldados estadounidenses y australianos que la usaban como refugio para el descanso y recreación— ahora es uno de los epicentros turísticos de Vietnam. Lujosos resorts, restaurantes y surfistas reemplazaron a las trincheras y helicópteros. Según cifras del Ministerio de Cultura, Deportes y Turismo de Vietnam, más de 8 millones de turistas visitaron Da Nang en 2023, una parte significativa proveniente de Estados Unidos, atraídos irónicamente por la historia que ahora sirve como un atractivo más del paisaje.
Imágenes actuales, como las de un niño jugando donde hace 60 años desembarcaban tropas armadas, no son solo símbolo del paso del tiempo: son también una demostración tangible de la resiliencia vietnamita.
Ho Chi Minh: el corazón retocado del conflicto
Antiguamente llamada Saigón, la actual ciudad de Ho Chi Minh conserva en su trazado urbano, arquitectura colonial y edificios históricos los ecos del conflicto. Uno de los ejemplos más ilustrativos es el antiguo Hotel Victoria, que durante la guerra sirvió como alojamiento para oficiales estadounidenses y fue atacado por el Viet Cong en 1966, resultando en la muerte de tres norteamericanos. Aunque la fachada fue restaurada, las grietas en sus balcones aún son visibles, como cicatrices que resisten al olvido.
Otros espacios como el Palacio de la Independencia (conocido también como Reunification Palace) no solo han sido conservados sino transformados con fines museográficos. Allí, la historia ha sido congelada deliberadamente: las oficinas, salas de guerra y búnkeres se mantienen tal como estaban en 1975, cuando los tanques norvietnamitas irrumpieron en sus puertas marcando el fin del conflicto y la victoria del Norte.
Fuera del palacio, se exhiben réplicas exactas de los tanques del Ejército Revolucionario Provisional que rompieron los portones ese 30 de abril de 1975. Las imágenes actuales, superpuestas con las de la época, crean un poderoso contraste que no solo emociona, también invita a reflexionar sobre el devenir de un país entero.
La geografía urbana como archivo vivo
El archivo visual y arquitectónico del pasado bélico no se limita a los grandes monumentos. Calles como Hai Ba Trung, donde estalló una mina Claymore contra tropas estadounidenses, hoy son avenidas comerciales. El contraste entre la foto de un soldado herido siendo atendido y el tráfico cotidiano vietnamita parece imposible, pero ahí están ambos, superpuestos por la memoria colectiva.
Edificios icónicos como la Catedral de Notre Dame o la antigua Oficina Central de Correos de Saigón (inspirada en diseños de Gustave Eiffel) también han vivido este tránsito. Son más que joyas arquitectónicas: fueron centros logísticos y símbolos del pasado colonial francés y posteriormente del conflicto con Estados Unidos.
El Hotel Caravelle, en cuyo bar se reunían corresponsales de guerra en los años 60, hoy ofrece cócteles de autor y vistas panorámicas. La terraza desde la que se escribieron crónicas del horror ahora ofrece otra mirada: la de un pueblo que ha reconstruido su narrativa entre rascacielos, cafés y museos que hablan de lo que fue sin borrar sus huellas.
Memoria turística o pedagogía histórica
Uno de los grandes debates que despierta este tipo de resignificación espacial es si estamos frente a una banalización del pasado o una forma novedosa y efectiva de transmitirlo. Museos vivientes como el Palacio de la Reunificación pueden parecer escenografías congeladas, pero provocan una conexión emocional que muchas veces los libros de historia no alcanzan.
Las autoridades vietnamitas han tomado una postura activa frente a la preservación y presentación de estos lugares. Según el Ministerio de Cultura, el país invierte cada año cerca de 3 millones de dólares en restauración y mantenimiento de sitios históricos, lo que ha contribuido a un creciente turismo educativo. Las visitas guiadas en inglés y francés dan una dimensión internacional al mensaje. Además, muchos de los guías son historiadores o veteranos del conflicto, lo cual agrega profundidad al relato.
Como señala el historiador vietnamita Tran Duc Tuan: “Reconciliarnos con el pasado no significa borrarlo. Mostrarlo tal cual fue —con sus heridas y contradicciones— es una forma de educar a futuras generaciones”.
Turismo de retrospección: veteranos y memoriales
Vietnam también ha sido testigo de un fenómeno peculiar: exsoldados estadounidenses que retornan como turistas. Algunos buscan cerrar un ciclo emocional; otros reconectarse con una geografía que en su juventud hacía parte de un infierno. Los memoriales en Hanoi y Ho Chi Minh, así como las visitas a Cu Chi —red de túneles utilizada por el Viet Cong— se han convertido en rituales de revisión personal.
Esta apropiación emocional de los espacios, más allá de lo comercial, vuelve más compleja la relación entre país y visitante. Un ejemplo notable es The Wall en Washington D.C., cuya réplica a escala también existe en Ho Chi Minh y en donde familias vietnamitas y estadounidenses acuden a dejar flores, fotos y banderas.
Saigón y Hanoi: entre museos vivos y mercados vibrantes
Si bien Ho Chi Minh es el corazón literal del recorrido histórico de la guerra, Hanoi —la capital— también ofrece puntos vibrantes de memoria. El mercado Dong Xuan y la vieja estación de tranvía conservan parte de la estética de la época de la guerra. El contraste entre vendedores ambulantes, rascacielos y fotografías históricas instaladas a lo largo de la ciudad hace de Hanoi otro archivo viviente.
Aquí es también donde surgen preguntas existenciales: ¿Puede una ciudad transformada seguir siendo testigo fiel? ¿Cuánto de la historia permanece cuando sus rostros cambian? En Vietnam, las respuestas parecen estar en la vida misma: mientras las fotos antiguas se superponen con la vida moderna, el pasado no se borra, se habita.
Vietnam, un país que recuerda caminando
En tiempos donde se tiende a revisar la historia desde ideales polarizantes, Vietnam camina otra vía: la integración. El recuerdo no es aquí una trinchera, sino una vereda transitada por todos. Cada calle, cada hotel reconstruido, cada plaza silenciosa es un recordatorio contextual de que esa guerra no dividió para siempre, sino que germinó un país resiliente.
Visitar Vietnam hoy no es sólo una experiencia turística; es un viaje en el tiempo sostenido en piedras, fachadas, documentos y rostros. En lugar de convertirse en un parque temático de la tragedia o en una ciudad que oculta su historia para atraer divisas, el país ha logrado un equilibrio admirable.
Como diría la escritora Marguerite Duras, testigo del colonialismo en Indochina: “El pasado es una materia blanda, si no se moldea desde la verdad, se desmorona”. Y ese molde vietnamita, a cincuenta años del fin de la guerra, es testamento vivo de una nación que no olvida para poder seguir viviendo.