Una disculpa histórica: Ámsterdam y su rol en la persecución de judíos durante la Segunda Guerra Mundial

A 80 años de la liberación del nazismo, la ciudad enfrenta su pasado oscuro con una disculpa que resuena en toda Europa

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La memoria que insiste: un acto de disculpa

El pasado 2 de mayo, la alcaldesa de Ámsterdam, Femke Halsema, ofreció una disculpa pública en nombre del gobierno de la ciudad por su papel en la persecución de los ciudadanos judíos durante la Segunda Guerra Mundial. En un emotivo discurso pronunciado en el Hollandsche Schouwburg —antiguo teatro convertido durante la ocupación nazi en punto de recolección para deportaciones—, Halsema reconoció que el aparato municipal participó activamente en la maquinaria nazi que llevó a la muerte a decenas de miles de judíos neerlandeses.

El gobierno de Ámsterdam, cuando tuvo que actuar, no fue heroico, ni decidido, ni misericordioso. Les falló terriblemente a sus ciudadanos judíos”, expresó Halsema en un tono solemne. Desde hacía años organizaciones, historiadores e incluso miembros de la comunidad judía venían solicitando una declaración oficial de perdón, reconociendo que no solo hubo una falla moral, sino una colaboración burocrática consciente con los ocupantes nazis.

Los números detrás del horror

Antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial en 1939, en Ámsterdam vivían aproximadamente 80.000 judíos. Al finalizar la guerra, tras la ocupación alemana y las deportaciones masivas, alrededor de 60.000 habían sido asesinados en campos de concentración como Auschwitz, Sobibor y Bergen-Belsen. Solo uno de cada cuatro logró sobrevivir.

Entre las víctimas figuró una de las figuras más conocidas del Holocausto: Anne Frank, joven escritora cuyo diario se convirtió en testimonio universal del sufrimiento judío. Aunque su familia permaneció escondida en Ámsterdam durante más de dos años, fue finalmente delatada y deportada. Otto Frank, su padre, fue el único superviviente de la familia.

Colaboración o indiferencia: el rol de los burócratas municipales

Uno de los aspectos más impactantes del discurso de Halsema fue su mención al grado de compromiso y organización de los funcionarios locales en la aplicación de las leyes antisemitas. La alcaldesa detalló cómo desde las oficinas municipales se realizaron registros detallados de ciudadanos judíos, se identificaron sus domicilios y se colaboró con eficiencia en tareas logísticas para su detención y deportación.

Los servicios municipales estuvieron dispuestos a colaborar medida tras medida con las leyes antijudías. Poco a poco, la máquina gubernamental fue convirtiéndose en pieza clave de la maquinaria del mal”, indicó Halsema.

Esta noción de complicidad burocrática concuerda con estudios previos. El historiador Jacques Presser, en su monumental obra “La destrucción de los judíos de los Países Bajos”, ya advertía sobre el rol activo del Estado neerlandés —a diferencia de otros países ocupados donde hubo más resistencia pasiva o sabotaje—. De hecho, Países Bajos tuvo una de las tasas de mortalidad judía más altas de Europa Occidental.

Miembros clave del engranaje: más que testigos silenciosos

En los últimos años, otras instituciones neerlandesas han venido reconociendo su papel en este trágico período. En 2005, la compañía nacional de ferrocarriles (NS) pidió disculpas por haber transportado a miles de judíos hacia los campos de exterminio, y anunció la entrega de compensaciones económicas a familias sobrevivientes. En 2020, la Iglesia Protestante Neerlandesa también reconoció públicamente su falta de acción para defender y proteger a los judíos durante el Holocausto.

Estas acciones forman parte de un proceso más amplio de examen de conciencia nacional sobre el pasado colonialista, esclavista y colaboracionista. Cuatro años atrás, la propia Halsema ofreció disculpas oficiales por el rol de Ámsterdam en la trata transatlántica de esclavos.

El antisemitismo no es cosa del pasado

Esta disculpa no llega solo como cierre simbólico del pasado. Halsema también la vinculó con el presente, recordando un auge preocupante del antisemitismo que resurgió recientemente en los Países Bajos. Mencionó que hace seis meses, fanáticos israelíes fueron atacados en Ámsterdam tras un partido de fútbol, lo que llevó a la detención de más de 60 personas y causó indignación internacional.

Tras esas agresiones, comprendí aún más la urgencia de una reflexión profunda sobre el odio que supuró nuestra historia”, afirmó. Para muchos, el aumento de ataques contra símbolos judíos, sinagogas y personas identificadas con esta fe pone en entredicho la lección histórica del Holocausto. La recordación no puede limitarse a museos y monumentos; debe reflejarse en políticas públicas efectivas y una conciencia colectiva activa.

¿Basta con pedir perdón?: El debate continúa

Las reacciones ante la disculpa han sido diversas. Organizaciones como el Centro de Información y Documentación sobre Israel (CIDI) y la Comunidad Judía de Ámsterdam saludaron el gesto de la alcaldesa, considerándolo un paso importante hacia la reconciliación moral. No obstante, también afirman que este tipo de iniciativas deben venir acompañadas de educación obligatoria e inversión en programas de memoria histórica.

Algunos críticos, sin embargo, cuestionan la efectividad de estas disculpas si no vienen acompañadas de acciones concretas contra el antisemitismo moderno, y de un reconocimiento más contundente del sufrimiento que este causó durante generaciones.

En palabras de Emile Schrijver, director del Museo Judío de Ámsterdam: “Es una disculpa esperada desde hace mucho, pero también un recordatorio de cuánto queda por hacer para erradicar los ecos del odio”.

Una Europa que mira al pasado para no repetirlo

Esta declaración de Halsema se produce en un contexto en el que múltiples ciudades y países europeos están emprendiendo procesos similares. Alemania y Bélgica han revisado su narrativa nacional sobre la Segunda Guerra Mundial, y Francia hizo público en años recientes documentos que probaban la colaboración del régimen de Vichy con la deportación de judíos.

Para 2025 está prevista la conmemoración del 80º aniversario de la liberación de los Países Bajos. La disculpa de Halsema se convierte, entonces, en antesala y catalizador de ese evento nacional, que seguramente traerá muchas más voces al debate sobre memoria, reparación y justicia.

¿Y ahora qué?

El reconocimiento del pasado no implica solo mirar hacia atrás. Como dejó entrever Halsema, es una forma de prevenir los errores del presente. En una Europa donde resurge el nacionalismo extremista, crecen ideologías xenófobas y se normalizan discursos de odio en redes sociales, disculpas como esta son un llamado urgente al civismo democrático.

Ámsterdam, ciudad de tolerancia, arte y diversidad, ha dado un paso valiente. Porque solo desde la verdad, por dolorosa que sea, se puede construir una comunidad justa.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press