Un abrazo verde contra la ansiedad: cómo los bosques y flores ayudan a sanar la mente
En tiempos de incertidumbre global, los paseos por bosques como el Hallerbos en Bélgica se convierten en refugios terapéuticos que despiertan paz interior y reducen el estrés
Una explosión de azul que calma el alma
En medio de un mundo convulsionado, donde las guerras, las tensiones económicas y la ansiedad social parecen tomar el control, hay pequeños respiros naturales que nos devuelven algo de equilibrio. Uno de esos lugares, casi mágico, es el bosque de Hallerbos en Bélgica, que cada primavera se convierte en una alfombra azul de bluebells (campanillas azules) bajo las copas de hayas aún en desarrollo. El espectáculo atrae visitantes de todo el mundo, pero más allá de su belleza visual, ofrece un bálsamo emocional difícil de encontrar en los medios digitales o en las rutinas urbanas.
Gilles Gui, un joven de 26 años residente en Bélgica, lo expresó con claridad: “Hay mucho silencio en mi cabeza cuando termino. Me ayuda a mantener algo de paz mental, realmente me saca de todo lo que está sucediendo.”
La ciencia detrás del poder terapéutico de la naturaleza
Pasar tiempo en la naturaleza tiene efectos tangibles sobre la salud mental. Un artículo publicado por la American Psychological Association (APA) en 2020 destacó una variedad de beneficios como:
- Mejora de la atención
- Reducción del estrés
- Mejoras en el estado de ánimo
- Disminución del riesgo de trastornos psiquiátricos
- Aumentos en la empatía y cooperación
Estas conclusiones coinciden con lo que tantas personas describen como una desconexión positiva al adentrarse en bosques o paisajes naturales. Para una generación que ha sido impactada de manera significativa por la pandemia de COVID-19 y ahora enfrenta tensiones económicas e incertidumbre laboral, estos espacios actúan como verdaderos “laboratorios de sanación”.
Una generación bajo presión
Ignace Glorieux, sociólogo de la Universidad de Bruselas, ha estudiado cómo la juventud actual vive bajo un ambiente psicosocial complejo. “Esta generación, quizás más que las anteriores, está sufriendo debido a la crisis del COVID-19 y la incertidumbre global. Se sienten muy inseguros sobre su futuro.”
Gilles no es el único que encuentra en el bosque un alivio silencioso. Otros jóvenes en su entorno comparten preocupaciones similares: ingresos bajos, crisis de alquileres, inflación imparable... En este contexto, los parques y bosques no son sólo áreas recreativas; son espacios sanitarios.
El silencio como medicina: la experiencia sensorial del Hallerbos
Cada visita al bosque es una experiencia inmersiva. La combinación entre canto de aves, el crujir de las hojas bajo los pies y el perfume de flores silvestres constituye un antídoto ante la sobrecarga sensorial del mundo digital.
Mark Demesmaeker, exdiputado del Parlamento Europeo y amante del bosque, describe su paseo así: “Estas campanillas azules —y en otras épocas del año, los valles del bosque, la vida salvaje, los arroyos— actúan en tu mente todo el año. Es realmente un gran abrazo verde que recibes aquí.”
Otros paraísos naturales: Keukenhof y Japón en primavera
El fenómeno no es único del bosque belga. En Japón, la primavera marca la temporada de los cerezos en flor (sakura), que pintan los parques y calles en tonos rosados y blancos. Los japoneses tienen incluso una tradición milenaria llamada Hanami, que significa “contemplar las flores” en un acto casi espiritual de comunión colectiva con la naturaleza.
Mientras tanto, en los Países Bajos, los campos de tulipanes del Jardín Keukenhof florecen a la par de las bluebells del Hallerbos, convirtiéndose en una meca para influencers y fotógrafos.
¿Pero realmente nos desconectamos?
Pese a la intención de reconectar con la naturaleza, muchas visitas a estos lugares se ven empañadas por la urgente necesidad de capturar el momento perfecto para redes sociales. El mismo Keukenhof ofrece sugerencias sobre los mejores lugares para “hacer que tu imagen cobre vida”. En contraste, Glorieux lanza una crítica directa: “Tenemos que estar ocupados todo el tiempo, incluso en nuestro tiempo libre. Tenemos que rendir.”
Su consejo: vive el momento y enfócate sólo en la actividad que estás haciendo. Si caminas, camina. Si corres, corre. Tan simple y a la vez tan revolucionario en la era de la multitarea.
Cuando la pandemia cerró la naturaleza…
Durante los peores meses de la pandemia, incluso estos santuarios naturales se volvieron inaccesibles. Las medidas para controlar el COVID-19 incluyeron cerrar parques, sellar rutas de senderismo y, en algunos casos, imponer el uso de mascarilla incluso en exteriores.
“Fue un periodo muy difícil para todos”, recuerda Demesmaeker. Muchas personas se vieron privadas de su dosis regular de calma. Y es que ahora, más que entretenimiento, un paseo por el bosque es una forma de autocuidado.
Desconectar para (re)conectar de verdad
Philippe Thiry, un jubilado belga de 64 años, camina por el bosque sin celular. “No quiero usarlo aquí porque estoy aquí solo para relajarme. Solo quiero ver las flores y escuchar a los pájaros. Quiero estar desconectado”.
Y es ese acto sencillo —desconectar de verdad— el que puede marcar la diferencia. El silencio entre árboles, alejado de alertas, notificaciones y estrés digital, se convierte en un espacio de sanación genuina.
¿Qué podemos aprender de los bosques?
En una sociedad que idolatra la productividad y el rendimiento constante, los bosques nos enseñan otro ritmo. Uno más cíclico, más lento, más resiliente. Las flores no se preocupan por el algoritmo de TikTok. Los árboles no compiten en actualizaciones.
Tal vez, como sugiere Glorieux, deberíamos aprender a simplemente estar. Y nada invita más a esa quietud reflexiva que un paseo entre bluebells susurrantes y árboles centenarios.