Kashmir en llamas otra vez: la escalada entre India y Pakistán pone al mundo en alerta nuclear
Un nuevo ataque en Cachemira reaviva el conflicto histórico entre las dos potencias nucleares. ¿Qué hay detrás de esta tensión geopolítica y cuáles son los riesgos para la región y el mundo?
Cachemira, una herida sin cerrar
El conflicto en Cachemira no es nuevo. Desde la Partición del Imperio Británico en 1947, India y Pakistán han reclamado la totalidad de este territorio montañoso —dividido entre ambos países— como propio. Esta región ha sido el epicentro de tres guerras y múltiples escaramuzas fronterizas. Pero hoy vuelve a ocupar los titulares de la prensa internacional tras un ataque que dejó 26 turistas indios muertos y desató un nuevo episodio de tensión geopolítica grave entre ambas naciones.
El ataque que desató la tormenta
El pasado martes, un grupo armado perpetró un ataque mortal en la región india de Cachemira, dejando un saldo trágico de 26 víctimas, en su mayoría turistas. Una organización hasta ahora desconocida, que se autodenomina "Kashmir Resistance", se atribuyó el atentado. Aunque no se ha presentado evidencia concreta, India acusó indirectamente a Pakistán de estar detrás de la embestida.
En respuesta, Nueva Delhi tomó una serie de medidas drásticas con su vecino rival:
- Reducción de personal diplomático: India ordenó que Pakistán reduzca su presencia diplomática en Nueva Delhi de 55 a 30 personas.
- Revocación de visados: Se anularon todos los visados emitidos a ciudadanos pakistaníes.
- Suspensión del comercio bilateral: Incluyendo el tránsito a través de terceros países y el cierre del principal cruce fronterizo.
- Suspensión del Tratado de Aguas del Indo: Un acuerdo que ha funcionado desde 1960 como salvaguarda ambiental y diplomática entre ambos Estados.
Estas acciones reflejan la gravedad del momento y el deterioro vertiginoso de las relaciones indo-pakistaníes.
Pakistán contraataca
Pakistán, por su parte, negó tajantemente cualquier participación en el ataque y tildó de "irresponsables" las acusaciones y medidas de India. Como represalia, Islamabad también canceló visados para ciudadanos indios, cerró su espacio aéreo a vuelos de la India y suspendió todo tipo de comercio.
En un comunicado oficial, el gobierno pakistaní advirtió que la suspensión del tratado de aguas sería considerada un acto de guerra, lo que aumenta el temor de una escalada bélica regional.
¿Por qué tanto revuelo por el agua?
El Tratado de Aguas del Indo, firmado en 1960 y mediado por el Banco Mundial, distribuye las aguas de los seis ríos de la cuenca del Indo entre ambas naciones:
- India controla Ravi, Sutlej y Beas (ríos orientales).
- Pakistán controla Jhelum, Chenab e Indo (ríos occidentales), que cruzan la región en disputa de Cachemira y son esenciales para la agricultura pakistaní.
Este tratado ha sobrevivido dos guerras convencionales (1965 y 1971) y la confrontación de Kargil en 1999, pero ahora está bajo amenaza. Si India decide retener o desviar las aguas del Indo, podría poner en jaque la seguridad alimentaria pakistaní, lo que acerca aún más la posibilidad de un conflicto armado.
Nuevas heridas, viejas cicatrices
Este no es el primer caso de violencia que acerca a ambas naciones a una guerra. Recordemos casos como:
- 1999 - Guerra de Kargil: Pakistán respaldó a los insurgentes que ocuparon posiciones estratégicas. India respondió militarmente, en una guerra que costó la vida a más de 1,000 soldados.
- 2008 - Atentados de Bombay: 166 muertos a manos del grupo pakistaní Lashkar-e-Taiba.
- 2019 - Pulwama: Un atentado suicida mató a 40 soldados indios. India respondió con bombardeos a territorio pakistaní, que derivaron en enfrentamientos aéreos.
Estos episodios probaron la fragilidad de las iniciativas de paz y la voluntad de recurrir a la fuerza en momentos de tensión.
La sombra del átomo
India y Pakistán son Estados nucleares desde finales del siglo XX.
- India realizó su primera prueba nuclear en 1974, seguida por otras en 1998.
- Pakistán respondió ese mismo año con su propia demostración de fuerza nuclear.
Ambos países poseen más de 150 ojivas nucleares cada uno (según el Federation of American Scientists) y cuentan con sistemas de lanzamiento sofisticados.
Esto convierte cada escalada regional en una potencial crisis de seguridad global. La doctrina de "destrucción mutua asegurada" que ha prevenido guerra directa entre superpotencias ahora pende de un hilo inestable en el subcontinente asiático.
¿Existe una salida?
La única constante en el conflicto ha sido el fracaso del diálogo. Cada intento de acercamiento es saboteado por un nuevo ataque o por discursos nacionalistas que generan réditos políticos.
India, liderada por el primer ministro Narendra Modi, ha adoptado una postura de "tolerancia cero" hacia Pakistán, al que acusa de fomentar el terrorismo. Pakistán, por otro lado, bajo gobiernos políticos débiles e influenciados por el poder militar, también ha cerrado la mayoría de los canales diplomáticos.
El conflicto de Cachemira va mucho más allá de un problema territorial. Es una batalla de identidades nacionales, de hegemonía regional y de tensiones religiosas (musulmanes vs. hindúes). Y mientras sus líderes se aferran a viejos agravios, millones de personas viven bajo ocupación militar, desplazamiento y sin acceso a derechos fundamentales.
Una guerra del siglo XXI con mentalidad del siglo XX
Hay una paradoja alarmante en esta crisis. Mientras el mundo aboga por soluciones diplomáticas en conflictos como el de Rusia-Ucrania, las dos potencias nucleares del sur de Asia continúan operando bajo esquemas del sigo pasado: nacionalismo exacerbado, propaganda, ausencia de autocrítica y escaladas sin contemplaciones.
En una región con más de 1,500 millones de habitantes y graves desafíos como el cambio climático, el extremismo religioso, la pobreza y la escasez de agua, el conflicto por Cachemira desvía energías y recursos que podrían transformarse en desarrollo.
¿Y el resto del mundo?
Las potencias internacionales han reaccionado con cautela. EE.UU., China, Rusia y la Unión Europea han hecho llamados a la desescalada inmediata, pero ninguno quiere implicarse demasiado en un conflicto que puede volverse radicalmente peligroso en poco tiempo.
El Consejo de Seguridad de la ONU ha evitado tratar el tema en profundidad durante años, por presión —y vetos— de las potencias involucradas directa o indirectamente con India y Pakistán.
Reflexiones finales
Cachemira sigue siendo un tablero donde el nacionalismo, la estrategia, la religión y la geopolítica se entrelazan de forma letal. Cada ataque, cada decisión política, cada respuesta militar hace que una guerra —incluso una nuclear— deje de ser una posibilidad remota.
¿Será el agua el nuevo detonante? ¿O el terrorismo seguirá sirviendo como catalizador de disputas históricas sin solución? El mundo no puede seguir mirando hacia otro lado. Cachemira es una bomba de tiempo. Y cada vez queda menos arena en el reloj.