El conflicto India-Pakistán vuelve a encenderse: un ataque en Cachemira sacude la región

Las tensiones entre India y Pakistán alcanzan nuevos niveles tras un atentado que dejó 26 muertos en Cachemira, provocando una ofensiva diplomática de Nueva Delhi

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Por décadas, la región de Cachemira ha sido testigo de disputas, violencia y tensiones entre dos naciones con armamento nuclear: India y Pakistán. Hoy, un nuevo ataque que dejó a 26 personas muertas, la mayoría turistas, ha desatado no solo el dolor de las familias afectadas, sino una reacción diplomática feroz de parte del gobierno indio.

El atentado que cambió el tono

La noche del miércoles, un ataque mortal sacudió la región administrada por India en Cachemira, resultando en la muerte de al menos 26 personas. Un grupo armado, desconocido hasta ahora y que se hace llamar Kashmir Resistance, se adjudicó la autoría. Sin embargo, India no tardó en acusar directamente a Pakistán de apoyar lo que denominó como “terrorismo transfronterizo”.

Este suceso reseteó todas las alarmas en la política de seguridad de Nueva Delhi y rápidamente se anunciaron medidas contundentes. El gobierno de Narendra Modi expulsó diplomáticos pakistaníes, llamó a su personal diplomático a regresar y redujo la presencia en ambas embajadas a tan solo 30 personas (de las 55 que operaban originalmente).

Cuando la diplomacia se enfría

La respuesta india no se limitó a lo diplomático. Misri, el secretario de exteriores, declaró también la suspensión del único paso terrestre funcional entre ambos países y, aún más crítico, la suspensión del Tratado de Aguas del Indo, una decisión de gran peso simbólico y práctico. Este acuerdo, mediado por el Banco Mundial en 1960, ha sobrevivido múltiples conflictos bélicos entre ambas naciones.

El corte de este pacto no solo representa un colapso de confianza, sino también un golpe para la agricultura de Pakistán, que depende del caudal del río Indo —más del 90% del agua disponible en este país se destina al riego agrícola, según .

Pakistán responde: advertencias y firmeza

Ante la ola diplomática del gobierno indio, la respuesta de Islamabad fue meditada y firme. El ministro de Exteriores, Ishaq Dar, calificó las acusaciones de India como “irresponsables” y aseguró que, si bien las medidas hasta ahora han sido “no cinéticas”, cualquier acción militar por parte de India tendría una respuesta en igual medida. “India debe tener claro que la reciprocidad será total”, sentenció Dar.

El gobierno pakistaní activó su Comité de Seguridad Nacional, compuesto por altos mandos civiles y militares, anticipando cualquier tipo de escalada por parte de India. Su mensaje fue claro: están preparados para responder, pero prefieren contener la crisis dentro de los márgenes diplomáticos.

Cachemira: una herida abierta desde 1947

La disputa sobre el estado de Jammu y Cachemira tiene raíces históricas. Desde la partición del Imperio Británico en 1947, India y Pakistán han librado tres guerras —dos de ellas específicamente por esta región—, y la frontera sigue siendo una línea de tensión permanente. En 2019, India revocó el estatus semiautónomo de su parte de Cachemira, un movimiento que enfureció al gobierno pakistaní y a gran parte de la población musulmana cachemir.

Desde entonces, la región ha visto un aumento de operaciones militares por parte del gobierno indio y acusaciones constantes a Islamabad de patrocinar el terrorismo. Cabe recordar que en 2019 un atentado suicida mató a 40 soldados indios, lo que desencadenó un bombardeo aéreo de India en territorio pakistaní y la captura de un piloto, posteriormente liberado.

Impacto colateral: el turismo y los ciudadanos

Lo devastador de este nuevo ataque radica en que las víctimas eran, en su mayoría, turistas. Cachemira es conocida por su belleza escénica y representa una importante fuente de ingresos para la población local. Comerciantes, hoteleros y guías turísticos reaccionaron con miedo y dolor. El miércoles, gran parte de Srinagar —la principal ciudad de la región— cerró sus mercados, escuelas y negocios. Muchos anticipan una caída inminente del turismo, lo cual pondrá en jaque la economía regional justo al inicio de la temporada alta.

Nosotros no apoyamos la violencia, solo queremos paz y trabajo,” afirmó Raheel Ahmad, dueño de una casa flotante en el Lago Dal. La población civil una vez más se encuentra atrapada entre los intereses geopolíticos y el fantasma de una guerra abierta.

¿Habrá represalias militares?

La presión pública sobre el gobierno de Modi crece. Medios de comunicación afines a su partido nacionalista Bharatiya Janata Party (BJP) piden acciones militares como respuesta. Algunos analistas temen que el uso electoral de la narrativa anti-Pakistán escale hacia un enfrentamiento bélico. Praveen Donthi, analista del International Crisis Group, alerta que esta narrativa reduce las opciones: “El gobierno se ató las manos; ahora, cualquier respuesta que no sea de fuerza puede ser vista como debilidad.”

No es la primera vez que Modi se enfrenta a este dilema. Los ataques de 2016 y 2019 ya mostraron que India está dispuesta a asumir riesgos militares, incluso cruzando la Línea de Control, el punto de división de facto en Cachemira. Una respuesta militar ahora podría condicionar aún más la estabilidad regional.

La voz internacional, casi ausente

Curiosamente, la comunidad internacional ha sido hasta ahora cautelosa y ha limitado su postura a llamados a la contención. Estados Unidos, un aliado tanto de India como de Pakistán en diferentes niveles, se ha limitado a “monitorear la situación con preocupación”. China mantiene su usual silencio estratégico mientras observa cómo se desarrollan los acontecimientos.

Las Naciones Unidas han emitido comunicados condenando el ataque, pero sin señalar responsabilidades. La realidad es que en un mundo distraído por otros conflictos —Ucrania, Gaza, Sudán—, Cachemira ha desaparecido de las prioridades diplomáticas globales.

Una solución que parece lejana

Mientras tanto, los expertos reiteran que el conflicto en Cachemira no se resolverá a través de hostilidades. Es necesario abordar las causas profundas: el descontento político y social de una población que por décadas ha vivido entre militarización, violencia y opresión.

“¿Por qué un joven de 20 años decide tomar las armas?”, se pregunta Bilal Mir, profesor universitario en Srinagar. “Porque no ve futuro. Porque no ve justicia. Porque no ve diálogo.”

Y ese quizá sea el mayor error de las potencias multipartidistas de India y Pakistán: olvidar que, más allá de líneas imaginarias en un mapa, hay seres humanos esperando que alguien finalmente priorice la paz sobre el orgullo nacional.

El tiempo dirá si este nuevo episodio sumará otra página trágica a la historia del sur de Asia, o si se convertirá en un punto de inflexión hacia el entendimiento. Por ahora, el ambiente en el Himalaya huele más a pólvora que a reconciliación.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press