Ambulancias al límite: ¿Podría una fusión con los bomberos salvar el sistema de emergencias en Honolulu?
Con décadas de advertencias y soluciones fallidas, Honolulu vuelve a debatir una fusión entre los Servicios Médicos de Emergencia y el Departamento de Bomberos. ¿Es esta vez diferente?
Una crisis que arde en silencio
En Honolulu, capital del estado de Hawái, las sirenas de ambulancia suenan menos de lo que deberían. Pero no por falta de emergencias, sino por falta de personal. Equipos de paramédicos y técnicos en emergencias médicas (EMT) operan al borde del colapso: jornadas agotadoras, horas extras interminables y una moral que se desintegra lentamente bajo el peso de un sistema que lleva tres décadas sin soluciones estructurales.
Esta situación ha llevado, una vez más, a poner sobre la mesa una propuesta que ha sido contemplada en repetidas ocasiones pero nunca concretada: fusionar el Departamento de Servicios de Emergencia (DES) con el Departamento de Bomberos de Honolulu (HFD). Aunque la idea no es nueva —se ha evaluado al menos tres veces desde los años 90—, el actual deterioro del sistema de emergencias obliga a reconsiderarla con una urgencia alarmante.
Trabajadores agotados, ambulancias sin conductor
La realidad es cruda: hay ambulancias que simplemente no salen a responder emergencias porque no hay quien las conduzca. Según testimonios de actuales y antiguos trabajadores de EMS, esta falta de personal no solo agrava la efectividad del sistema, sino que también influye en la salud mental y física de los trabajadores, quienes denuncian condiciones laborales cada vez más insostenibles.
“Si no empezamos a hacer cambios ahora, nunca vamos a resolverlo”, advirtió la concejal Val Okimoto, quien impulsó una resolución para crear un grupo de trabajo que estudie seriamente la fusión. “Me preocupa que en 10, 20 o 30 años sigamos diciendo: ‘No lo arreglamos’”.
Una historia de advertencias ignoradas
La auditoría de 1992 ya anticipaba los problemas actuales: una plantilla motivada, pero atrapada en un sistema “altamente ineficiente”. En 1994, tras una recomendación de una consultora, se formó un grupo de trabajo que analizó la viabilidad de la fusión. Dos años después, el concejal John Henry Felix intentó llevar el tema a votación mediante una enmienda a la carta fundacional de la ciudad. El consejo la rechazó.
En 2005, el jefe de bomberos de entonces, Attilio Leonardi, retomó la propuesta, consciente de las dificultades que implica unificar formaciones tan distintas como las de paramédicos y bomberos. Sin embargo, no prosperó.
El informe de los 10 millones de dólares
En 2011, para dar mayor solidez al análisis, la ciudad contrató a Emergency Services Consulting International por $175,000. Esta elaboró un extenso informe de 222 páginas en el que se proponía, de forma categórica, una fusión como solución más eficiente, coordinada y económica para el sistema de emergencias de Honolulu.
Algunos de los problemas descritos entonces siguen vigentes hoy: alto uso de ambulancias urbanas, fatiga del personal, dependencia del tiempo extra, dificultades para ascensos, altísima rotación de personal que se marcha a agencias federales mejor pagadas y un sistema de despacho innecesariamente complejo que genera demoras y duplicaciones.
Problemas con la medición del rendimiento
Uno de los hallazgos más preocupantes del informe fue la imposibilidad de evaluar de forma integral el tiempo de respuesta del sistema de emergencias. Mientras el HFD comenzaba a contar desde el despacho de unidades, EMS lo hacía desde que el operador contestaba la llamada. Esta incoherencia impedía saber cuánto realmente tardaban en llegar los primeros auxilios a una escena.
La propuesta de la consultora incluía puntos clave como:
- Un despacho centralizado para evitar demoras.
- Distribución del trabajo en más estaciones, vehículos y personal.
- Entrenamiento dual para candidatos dispuestos, facilitando la respuesta rápida.
- Unificación de indicadores para evaluar el sistema completo de emergencias.
¿El ahorro? Se estimaba que la nueva entidad fusionada podría operar con menos personal, generando un ahorro de al menos $10 millones en cinco años. Sin embargo, el director de EMS de entonces, Jim Ireland, refutó esos cálculos alegando que el entrenamiento adicional y las certificaciones necesarias incrementarían los costos salariales.
El fantasma del conflicto sindical
Durante la campaña a la alcaldía de 2012, Kirk Caldwell incluyó la fusión en su agenda. Pero las barreras políticas, sindicales y administrativas fueron, una vez más, más fuertes que la voluntad política. Un punto conflictivo crucial fue la representación gremial: los trabajadores de EMS están afiliados a United Public Workers (UPW), mientras que los bomberos pertenecen a Hawai‘i Firefighters Association. Unificar empleados con distintas representaciones gremiales promete ser una batalla complicada.
El informe también generó controversia por los aparentes vínculos entre la consultora contratada y la Asociación Internacional de Jefes de Bomberos, alimentando sospechas de parcialidad en sus conclusiones.
Una nueva oportunidad… ¿o más promesas al viento?
En 2023, el Concejo Municipal volvió a aprobar una resolución para estudiar la fusión. El grupo de trabajo aún no se ha reunido, aunque el director general Mike Formby prometió que comenzará a hacerlo entre junio y julio de 2024. La ciudad ha comprometido $250,000 del presupuesto del próximo año fiscal para contratar una nueva consultora si fuese necesario.
Esta vez, una ventaja es que el sistema de EMS de Honolulu ya no está bajo supervisión estatal, lo que podría facilitar la toma de decisiones. Pero el factor sindical sigue siendo un obstáculo significativo. Kalani Werner, director estatal de UPW, expresó estar abierto a mejorar el sistema, pero teme que una fusión implique pérdida de puestos de trabajo: “Es una preocupación de larga data que la UPW ha planteado cada vez que se ha considerado esta integración”, escribió en una carta formal.
El reloj sigue corriendo
En medio del caos operativo, las estadísticas y proyecciones siguen pintando un futuro negro. Mientras la demanda de atención médica de emergencia crece, especialmente por el envejecimiento poblacional, el número de ambulancias operativas —y de personal disponible— apenas cambia. En algunas áreas, los tiempos de respuesta superan los 10 minutos promedio, una demora que podría marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
Mientras tanto, los ciudadanos de Honolulu siguen esperando que su llamada al 911 sea respondida sin transferencias, sin demoras y por un equipo de profesionales que no esté al borde del desgaste físico y psicológico.
¿Qué podemos aprender de otras ciudades?
Ciudades grandes como Phoenix, Las Vegas o San Diego han optado por sistemas integrados exitosamente. Un modelo común es el de “fire-based EMS”, donde los bomberos también están entrenados como paramédicos o EMT, lo que permite respuestas más rápidas y personal más versátil.
Otros modelos, como el francés, separan completamente las funciones pero eliminan la duplicidad en la gestión, centralizando el despacho y asegurando coordinación absoluta. París, por ejemplo, tiene uno de los sistemas más eficientes del mundo y trabaja bajo una lógica militarizada que facilita la implementación de estándares estrictos.
Una ciudad que merece algo mejor
La realidad es que Honolulu no puede seguir esperando. Las alertas existen desde hace más de 30 años. Cada administración ha tenido la oportunidad de resolver la saturación crónica del sistema de emergencias, y en cada ocasión se ha optado por la inacción.
Hoy la pregunta no es si la fusión es deseable, sino si los líderes están dispuestos a luchar contra intereses creados, burocracias institucionales y resistencias sindicales para colocar al ciudadano —no a las estructuras— en el centro del servicio público. Porque mientras se debaten comisiones, presupuestos y fusiones hipotéticas, el reloj sigue corriendo... y las ambulancias siguen sin salir.