Kashmir en crisis: violencia, turismo en peligro y el dilema de la seguridad
Un ataque mortal sacude el corazón turístico de Cachemira, reabre heridas históricas y siembra el miedo entre los visitantes mientras las tensiones geopolíticas resurgen
Por primera vez en años, los turistas se convierten en blanco directo de la violencia en la región de Cachemira bajo control indio, dejando al menos 26 muertos y generando una respuesta de seguridad masiva.
Una masacre inesperada en un lugar de sueños
El idílico prado de Baisaran, ubicado a solo 5 kilómetros del frecuentado centro turístico de Pahalgam en Cachemira, se tiñó de sangre el pasado martes. Un ataque armado acabó con la vida de al menos 26 personas, la mayoría turistas provenientes de otras partes de la India, incluyendo un ciudadano de Nepal y un guía local. Esto marca uno de los atentados más sangrientos en esta región durante los últimos años. Además, 17 personas resultaron heridas.
La policía local calificó el incidente como un ataque terrorista perpetrado por militantes que se oponen al control indio sobre Cachemira. A pesar de las severas estrategias de seguridad implementadas desde 2019, este hecho expone, una vez más, la fragilidad de la estabilidad en una zona históricamente en disputa.
Reacción inmediata: un territorio en estado de sitio
Tras el ataque, las autoridades desplegaron decenas de miles de efectivos de seguridad en toda la región. Se instalaron nuevos puestos de control, se revisaron vehículos y, según informes, incluso se llamó a antiguos insurgentes a los cuarteles policiales para interrogatorios.
El ministro del Interior de la India, Amit Shah, interrumpió su agenda y se trasladó hasta Srinagar para rendir homenaje a las víctimas y visitar la zona del atentado. “Perseguiremos con todo el peso de la ley a los culpables de esta barbarie”, declaró con contundencia desde el sitio en medio de un operativo que incluyó drones y helicópteros.
Los turistas huyen del paraíso convertido en infierno
Cachemira ha sido, históricamente, uno de los mayores atractivos turísticos del subcontinente por su belleza escénica. Su clima alpino, sus casas flotantes en el lago Dal y sus paisajes nevados han atraído a millones de visitantes.
Desde que el gobierno de Narendra Modi revocó la autonomía limitada del estado en 2019, se ha promocionado el regreso del turismo como una señal de “normalidad” en la región. De hecho, según el Consejo de Desarrollo del Turismo de Jammu y Cachemira, en 2022 más de 16 millones de turistas visitaron el área, la cifra más alta en una década.
Sin embargo, desde el ataque del martes, cientos de turistas comenzaron a empacar sus maletas y abandonar Srinagar. “La belleza de Cachemira no es suficiente si no te sientes seguro”, expresó Monojit Debnath, quien viajaba con su familia desde Calcuta.
Contexto histórico: una tierra partida y bañada en sangre
La región de Cachemira ha estado dividida desde 1947 entre India y Pakistán. Ambos países, poseedores de armas nucleares, reclaman la región en su totalidad. Desde que estalló la insurgencia antisistema en 1989, unos 70.000 civiles, insurgentes y miembros de las fuerzas armadas han muerto, según cifras de organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional.
Muchos musulmanes cachemires apoyan la causa de los insurgentes, que buscan independizarse o anexionarse a Pakistán. Por su parte, India considera el movimiento como un acto de terrorismo respaldado por Islamabad, algo que Pakistán niega.
Durante las últimas décadas, el patrón de violencia se ha concentrado en enfrentamientos entre fuerzas y militantes. Sin embargo, los ataques a civiles, especialmente a hindúes migrantes y turistas, se han vuelto más frecuentes desde 2019. Este giro es alarmante y podría tener consecuencias geopolíticas críticas.
2019: el punto de inflexión que reescribió el conflicto
El 5 de agosto de 2019, el gobierno de Modi revocó el artículo 370 de la Constitución, lo que eliminó la autonomía semisoberana de Jammu y Cachemira. Desde entonces, se han impuesto cortes de comunicación, toques de queda y se ha limitado la libertad de prensa.
Mientras Nueva Delhi asegura que esta medida permitió una mayor inversión y desarrollo, críticos como Human Rights Watch afirman que las políticas han generado mayor resentimiento y represión. Más aún, desde 2020, los enfrentamientos se han desplazado a zonas de mayoría hindú como Rajouri o Kathua, extendiendo el conflicto.
Turismo y militarización: una paz tensa y engañosa
La apuesta del gobierno por impulsar el turismo parece irónica en una región donde cada diez metros puedes encontrar soldados patrullando con rifles de asalto. Los checkpoints, vehículos blindados y redadas forman parte del panorama cotidiano.
La economía local, que depende significativamente del turismo, enfrenta ahora un colapso inminente. Los hoteleros y guías hablan de cancelaciones masivas y de una temporada estival posiblemente perdida. “Estábamos comenzando a recuperarnos tras la pandemia. Esto es devastador”, lamentó Bashir Ahmad, propietario de una pequeña casa flotante en Srinagar.
Reacciones internacionales: condena sin consecuencias
Organizaciones como la ONU, así como gobiernos como el de Francia, EE. UU. y Reino Unido, expresaron su condena al atentado. Sin embargo, más allá de las declaraciones, no hay señales de presión internacional hacia una resolución del conflicto.
Mientras tanto, Nueva Delhi y Islamabad siguen enfrascados en su enemistad diplomática habitual. La posibilidad de un diálogo bilateral integral se ve lejana, especialmente en año electoral en India.
Una tragedia con ramificaciones políticas
El ataque también ha generado presión interna sobre el gobierno de Modi, especialmente porque la promoción del turismo en Cachemira ha sido uno de sus logros más publicitados. La oposición ha cuestionado si la normalidad en la región es más una narrativa que una realidad palpable.
Mientras que Amit Shah asegura que los militantes serán “eliminados con mano de hierro”, otros políticos advierten sobre las consecuencias de la hiper-militarización y piden un enfoque más inclusivo y político.
¿Y los habitantes de Cachemira?
En medio de todo, los cachemires siguen atrapados entre el temor a los militantes y la represión del Estado. “Ni India ni Pakistán piensan en nosotros. Solo somos un tablero de ajedrez geopolítico”, dijo Faisal Mir, un joven estudiante de la Universidad de Cachemira.
Y como siempre, son los ciudadanos comunes quienes pagan el precio más alto.
Por ahora, la región vuelve a vivir un clima de incertidumbre, miedo e inestabilidad. La misma historia de siempre en uno de los lugares más hermosos —y a la vez más conflictivos— del planeta.