Nancy Kwan y el legado de Suzie Wong: luces, sombras y resistencias en Hollywood

La estrella pionera revela en sus memorias cómo rompió estereotipos asiáticos en el cine y la televisión en una época de racismo flagrante en la industria

Por décadas, el personaje de Suzie Wong ha sido usado como símbolo de un estereotipo exótico, sensual y sumiso de la mujer asiática en el imaginario colectivo occidental. Sin embargo, detrás de esa figura hay una historia compleja, poderosa y profundamente humana. Esta historia nos la comparte la actriz Nancy Kwan en sus memorias "The World of Nancy Kwan", donde revela con franqueza los retos, las pequeñas victorias y las injusticias que marcaron su paso por Hollywood.

Una estrella nacida entre Oriente y Occidente

Kwan nació en Hong Kong en 1939, hija de un arquitecto chino y una actriz y modelo inglesa. Tras el divorcio de sus padres, fue criada por su madrastra. En sus propias palabras, ser "eurasiática" la convirtió en una anomalía en ambas culturas. Vivir entre dos mundos —oriental y occidental— moldeó no solo su identidad, sino también el tipo de papeles que le ofrecerían más adelante en su carrera.

A lo largo del libro, Kwan relata desde su punto de vista lo que significa tratar de ser reconocida como actriz talentosa y no como fetiche étnico. Como ella dice en el prólogo: “He roto barreras, celebrando logros, superado decepciones y sobrevivido tragedias, todo parte de mi notable viaje desde Hong Kong hasta Hollywood y más allá.”

El papel que definió una imagen... ¿y la encasilló?

En 1960, Nancy Kwan protagonizó "The World of Suzie Wong”, una historia que, si bien le abrió las puertas del estrellato internacional, también la convirtió en emblema de uno de los estereotipos más dañinos de las mujeres asiáticas: la figura exótica, complaciente, sexualmente disponible pero emocionalmente subyugada.

Lo que para algunos fue un homenaje o romanticismo oriental, para otros fue la consolidación de una imagen reductora y ofensiva. Muchas mujeres asiático-americanas crecieron odiando, temiendo o incluso, secretamente, deseando ese estereotipo como una vía para destacar en una sociedad que las marginaba.

Hollywood y el privilegio de interpretar a uno mismo

En aquella época, aún era frecuente ver a actores blancos representando a personajes asiáticos, usando maquillaje para alargar los ojos —una práctica racista conocida como "yellowface". En ese contexto, que una actriz asiática interpretara un rol asiático era en sí una victoria simbólica.

Pero Kwan no se conformó con la existencia de ese privilegio. Reconocía que las oportunidades eran limitadas, y muchas veces se trataba de papeles estereotipados: “Fu Manchú, Dragon Ladies hipersexualizadas, bufones cómicos, tenderos, criadas y niños de los recados,” describe ella.

La actriz también recuerda figuras como Jack Soo, actor japonés-estadounidense que trabajó en “Flower Drum Song” y que había sido encarcelado en campos de internamiento durante la Segunda Guerra Mundial. O su amiga Miyoshi Umeki, quien odiaba tener que hablar un inglés distorsionado, lleno de clichés étnicos, pero lo hacía por necesidad profesional.

El glamour como trinchera política

En Hollywood, todas las mujeres eran juzgadas por su belleza. Para las actrices asiático-americanas, había un doble estándar: nunca eran lo suficientemente occidentales para papeles de protagonista, ni suficientemente “auténticas” según los códigos occidentales para ser consideradas asiáticas “de verdad.”

Cuando Nancy fue bautizada como “la Brigitte Bardot asiática”, entendió que era un halago en clave de exotismo sexual. Pero al mismo tiempo, aparecer en la portada de la revista Life con un ceñido cheongsam fue una victoria: al fin una mujer asiática encabezaba una narrativa global desde un lugar de prestigio.

“Flower Drum Song” y la disrupción pop

Otro de los hitos de Kwan fue su participación en “Flower Drum Song” (1961), el primer musical de Hollywood con un elenco completamente asiático-americano. Producido por Ross Hunter, rompía esquemas mostrando a personajes asiáticos como ricos, modernos y glamorosos.

Kwan sostiene que la película era “entretenimiento alegre con un mensaje universal: seas quien seas, todos compartimos deseos, sufrimientos y sueños.” Para algunos este mensaje puede parecer simplista hoy en día, pero en ese momento fue revolucionario. Era una afirmación de humanidad en una industria que históricamente negaba esa posibilidad a los asiáticos.

Resistencias personales: amistad, dolor y resiliencia

El texto de Kwan está plagado de episodios que parecen de una crónica de Hollywood: su amistad con Bruce Lee, interacciones con Pat Boone, Dick Van Dyke y Katharine Hepburn. Pero también hay momentos duros, como la pérdida de seres queridos o el racismo cotidiano que enfrentó.

Al mirar atrás, la actriz parece lejos de idealizar su trayectoria. Reconoce que su fama se debió en parte a la fascinación del mundo blanco con el exotismo asiático, pero también destaca su propio esfuerzo por dignificar sus roles. Su vida es el testimonio de una mujer que usó el sistema, pero que también supo criticarlo.

El estigma persistente del estereotipo de la mujer asiática

Según diversos estudios, como el informe Stop AAPI Hate, el estereotipo de la “mujer asiática sumisa y sexualizada” ha contribuido a la violencia violenta y sexual en contra de mujeres asiáticas en Estados Unidos. En ese contexto, el personaje de Suzie Wong es tanto un símbolo del progreso como de la herida latente.

Muchas mujeres de origen asiático han compartido que este estereotipo las ha afectado desde la infancia, llevándolas a sentirse avergonzadas de su identidad o intentando actuar como “Suzie Wong” para ser aceptadas. Nancy Kwan fue la cara pública de una narrativa que muchas sentían que las representaba erróneamente.

Una memoria necesaria en la era del cambio

Hoy, gracias a movimientos como #StopAsianHate y el auge de producciones como "Crazy Rich Asians" (2018) o "Everything Everywhere All At Once" (2022), se han abierto más espacios para la diversidad de experiencias asiáticas en el cine. Pero el camino fue pavimentado por pioneras como Nancy Kwan.

Su autodefinición como “puente entre Oriente y Occidente” puede sonar idealista para algunos en una era que demanda representación auténtica y no conciliatoria. No obstante, su historia sirve como archivo, herramienta y espejo de un tiempo en el que simplemente ser visible ya era una batalla ganada.

Contra el olvido: una mujer, muchas luchas

Mientras Kwan reflexiona sobre su vida en estas memorias, el lector descubre las múltiples capas de su identidad: actriz, hija, madre, ícono, puente, luchadora. En una época en la que aún contábamos con los dedos a las actrices asiáticas en el cine occidental, ella se convirtió en una figura internacional. Como tal, fue adorada, criticada, encasillada y redimida.

Quizá lo más valioso en “The World of Nancy Kwan” sea su sinceridad sin dramatismos. Quedarse sola con sus pensamientos, recuerdos y decisiones es el acto más valiente. Así, Kwan no solo combate su propio estereotipo, sino que ofrece una nueva narrativa: la de una mujer real, dueña de su propia historia.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press