Guerra comercial, suscripciones forzadas y cobros implacables: los EE. UU. enfrentan una creciente desconfianza
Desde las críticas a la Reserva Federal hasta embargos salariales por préstamos estudiantiles en mora: la confianza global en las políticas económicas de EE. UU. está bajo la lupa
Estados Unidos se encuentra en una encrucijada económica y política que ha comenzado a fracturar la confianza mundial en su solidez financiera y su compromiso con los derechos del consumidor. Tres eventos recientes muestran cómo el país enfrenta cuestionamientos dentro y fuera de sus fronteras: la caída dramática de Wall Street, una nueva demanda contra Uber por prácticas engañosas de suscripción, y el inminente embargo de salarios para millones de prestatarios en mora por préstamos estudiantiles. ¿Están los cimientos del liderazgo económico global de EE. UU. empezando a agrietarse?
Wall Street se tambalea: ¿una señal de alarma global?
El lunes, los principales índices bursátiles de EE. UU. sufrieron su peor caída en meses:
- S&P 500: cayó un 2.4%
- Dow Jones: descendió un 2.5%
- Nasdaq: se desplomó un 2.6%
Esta caída representa más de un 16% con respecto a los niveles récord alcanzados hace apenas dos meses. Inversionistas de todo el mundo están cada vez más escépticos sobre los activos estadounidenses, impulsados por dos factores principales:
- La guerra comercial impulsada por el expresidente Donald Trump, que ha alterado la cadena de suministro y ha creado tensiones con socios económicos estratégicos como China y la Unión Europea.
- Los ataques de Trump a la Reserva Federal, institución que históricamente ha sido clave para garantizar estabilidad macroeconómica. Sus críticas han sido percibidas como intentos de socavar la independencia del banco central.
Además, el debilitamiento del bono del Tesoro y del dólar estadounidense ha incrementado la incertidumbre de los inversionistas. La fuga hacia activos más estables y la desconfianza en la dirección monetaria de Estados Unidos señalan un cambio de paradigma.
Uber en la mira: cuando las suscripciones se convierten en trampas digitales
Mientras los mercados financieros se tambalean, en el frente corporativo también se viven días turbulentos. La Comisión Federal de Comercio (FTC) presentó una demanda contra Uber por prácticas engañosas vinculadas con su programa de suscripción Uber One.
Los usuarios pagan $9.99 dólares al mes (o $96 al año) por beneficios como entregas sin recargo en Uber Eats y reembolsos por viajes. Sin embargo, según la FTC:
- Uber inscribió a usuarios sin consentimiento.
- En varios casos, continuó cobrando incluso después de los períodos de prueba gratuitos o sin que existiera una cuenta activa del usuario.
- La cancelación era un laberinto: hasta 12 pasos en 7 pantallas para los usuarios regulares, y hasta 23 pasos para quienes intentaban cancelar dentro de las 48 horas previas a su facturación mensual.
El presidente de la FTC, Andrew N. Ferguson, señaló: “Los estadounidenses están cansados de ser inscritos en suscripciones no deseadas que son casi imposibles de cancelar.”
Aunque Uber afirmó que ha facilitado el proceso de cancelación, la denuncia refleja un patrón ampliamente criticado por defensores del consumidor: el diseño manipulativo conocido como "dark patterns", que dificulta la salida deliberadamente para maximizar ingresos.
Embargos a la vista: el regreso de la maquinaria de cobro federal
La situación se agrava en otro frente que golpea a las familias estadounidenses: los préstamos estudiantiles en mora. El Departamento de Educación ha anunciado que a partir del 5 de mayo reanudará las acciones de cobro contra al menos 5.3 millones de prestatarios en situación de impago. Estas medidas incluyen:
- Embargo de sueldos.
- Retención del reembolso de impuestos.
- Suspensión de salarios federales u otros beneficios gubernamentales.
Según cifras del mismo Departamento, menos del 40% de los prestatarios están al día en sus pagos. Cerca de 4 millones más están atrasados entre 91 y 180 días, al borde de caer en incumplimiento.
Este retorno a las políticas de cobro se produce tras un periodo de indulgencia iniciado en marzo de 2020 por la pandemia, cuando la administración Trump suspendió los pagos y el cobro de intereses. La administración Biden extendió varias veces esa pausa, pero finalmente terminó en octubre de 2024.
La actual secretaria de Educación, Linda McMahon, señaló: “El contribuyente estadounidense no puede seguir siendo el aval de políticas irresponsables de préstamos estudiantiles.” Al mismo tiempo, defensores como Mike Pierce del Student Borrower Protection Center calificaron la medida como “cruel e innecesaria”.
Una encrucijada ideológica y económica
Estas tres historias configuran una narrativa más amplia: Estados Unidos está atrapado entre posturas ideológicas enfrentadas sobre regulación del mercado, derechos del consumidor y responsabilidad financiera.
Por un lado, muchos defienden un retorno al orden “clásico” del libre mercado, donde cada ciudadano debe hacerse responsable de sus decisiones financieras, por ejemplo al firmar un préstamo estudiantil. Por otro lado, otros exigen una regulación más firme contra monopolios tecnológicos, más transparencia en la economía digital y una solución al problema de la deuda educativa —que asciende a más de 1.7 billones de dólares a nivel nacional.
¿Qué dice la historia?
Este tipo de tensiones no son nuevas. Durante la Gran Recesión de 2008, vimos cómo Wall Street colapsó por la falta de regulación sobre instrumentos financieros. En los 80, la crisis de ahorro y préstamo también mostró el costo de políticas fiscales laxas. Y en el siglo XIX, los monopolios industriales obligaron al nacimiento de leyes antimonopolio duraderas como la Ley Sherman.
Hoy, nuevamente, una economía digital sin frenos, una política fiscal agresiva y un sistema de educación universitaria costoso vuelven a poner presiones históricas sobre el modelo estadounidense.
¿Y ahora qué?
La desconfianza de los inversionistas, los reclamos de consumidores y el endeudamiento desbocado sugieren que Estados Unidos puede enfrentar una encrucijada aún más grande que la pandemia. ¿Continuará siendo visto como el bastión de la economía global o perderá legitimidad a favor de sistemas alternativos, como potencias emergentes que ofrecen modelos mixtos más estables?
Por ahora, lo que queda claro es que los desafíos actuales están interconectados. Desde la caída de los mercados y los abusos corporativos hasta la ofensiva contra los prestatarios estudiantiles, todo apunta a una sola preocupación central: la pérdida de confianza en el sistema económico estadounidense —tanto en casa como en el resto del mundo.