Un Domingo de Resurrección que recorrió el mundo: fe, resistencia y esperanza

La Pascua 2025 unió a cristianos de todo el planeta, desde el Vaticano hasta pueblos devastados por la guerra, mostrando la fuerza de la fe en medio de la adversidad

Por un día, el mundo cristiano se unió en un solo canto de resurrección. El 20 de abril de 2025, millones de creyentes celebraron la Pascua, la fiesta más importante del cristianismo, con ceremonias que alternaron entre la solemnidad sagrada y la esperanza renovada, incluso en medio de la destrucción, la guerra o la enfermedad. Católicos y ortodoxos coincidieron en la fecha, algo que no siempre sucede, lo cual intensificó el sentido de unidad en la celebración de la resurrección de Jesucristo.

Desde el corazón del Vaticano: un Papa resiliente

La Plaza de San Pedro en Roma volvió a vibrar con la alegría pascual, aunque esta vez el Papa Francisco, de 88 años, no presidió la misa. Aún recuperándose de una grave neumonía, el Pontífice confió la liturgia al cardenal Angelo Comastri, pero sorprendió al aparecer en el papamóvil luego de impartir la bendición Urbi et Orbi.

¡Hermanos y hermanas, feliz Pascua!”, exclamó Francisco ante miles de personas que lo ovacionaron con lágrimas en los ojos y teléfonos móviles en alto. La Pascua del Papa fue también una metáfora de su propia resurrección personal tras una larga hospitalización. Su mensaje recordó que, aun en los momentos más oscuros, la vida se impone.

Ucrania: la fe en tiempos de guerra

En Ucrania, la Pascua llegó bajo la sombra de los bombardeos. Aunque se había anunciado una tregua temporal con Rusia, esta fue frágil y se rompió en varias regiones. A pesar del riesgo, miles de fieles católicos y ortodoxos acudieron a iglesias en ciudades como Járkiv, Kropyvnytskyi y el pequeño pueblo de Krasne para bendecir sus canastas de Pascua, llenas de paska (pan tradicional), huevos decorados y velas.

Padres como Henadii bendijeron a niños y canastas con una serenidad que contrastaba con los muros resquebrajados de iglesias atacadas. La resiliencia del pueblo ucraniano se manifestó no solo en las trincheras, sino también en los altares improvisados entre ruinas humeantes y rezos tenues envueltos en incienso.

Sur del Líbano: liturgia en medio de escombros

En Dardghaya, al sur del Líbano, la misa de Pascua se celebró en los restos de la iglesia greco-católica melquita de San Jorge, dañada por un ataque aéreo israelí en diciembre. Sin techos ni ventanas, los fieles se reunieron dentro del esqueleto del templo, entre columnas desmoronadas y bancos carbonizados, para proclamar que Cristo ha resucitado.

En palabras de uno de los asistentes: “Es el mismo mensaje de siempre, pero escuchar que la vida vence a la muerte dentro de nuestra iglesia destruida tiene un nuevo significado”.

La simbología global: la cruz en todos los rincones

Desde los tejados de Jerusalén, donde los cristianos etíopes encendieron velas durante la ceremonia del Fuego Sagrado, hasta las estrechas calles del Casco Viejo de Ciudad de Panamá, la cruz presidió cada rincón del mundo. En Nairobi, en el asentamiento informal de Kibera, los fieles de la Legio Maria African Mission participaron en una emotiva vigilia pascual.

En Estambul, el Patriarca Ecuménico Bartolomé I dirigió la liturgia de la Resurrección en la iglesia patriarcal de San Jorge, mientras que en Lituania, el Metropolitano Inokentiy encabezó la misa ortodoxa pasada la medianoche con cánticos en idioma eslavo e incienso rodeando a miles de fieles.

Pascua entre vecinos: las celebraciones comunitarias

En Filipinas, las familias enteras llenaron la capilla de San Pedro en Quezon City para encender cirios de promesa, mientras que en Dmitrov, Rusia, las jóvenes llevaban canastas con huevos pintados y pasteles kulich en una procesión que cruzó el monasterio de san Boris y san Gleb.

Las imágenes se multiplicaron en redes sociales: niños dormidos sobre los reclinatorios en Rumanía, mujeres vestidas con trajes típicos en Peshawar, procesiones en Panamá con estatuas de Jesús llevadas a hombros. La fe cruzó idiomas, climas y situaciones económicas, reafirmando el poder de la esperanza compartida.

Un símbolo ancestral compartido: la fuerza de la Pascua

La Pascua no solo es una fiesta religiosa, sino también espiritual, cultural y, en muchos casos, política. A lo largo de la historia, la conmemoración de la resurrección de Cristo ha servido como símbolo de renovación en tiempos de crisis. En 1945, pocas semanas después de terminada la Segunda Guerra Mundial en Europa, iglesias bombardeadas en Alemania y Londres también celebraron estas liturgias como signo de reconstrucción. En América Latina, comunidades indígenas han fusionado esta festividad con ritos ancestrales de paso, creando sincretismos vibrantes.

Este año 2025, la coincidencia de las Pascuas católica y ortodoxa acentuó el culto común y demostró que, a pesar de las divisiones doctrinales, la figura del Cristo resucitado sigue uniendo a comunidades enteras bajo una misma luz.

Imágenes que narran lo imposible

Cada foto tomada el 20 de abril de 2025 fue más que estética: fue testimonio. Desde la anciana que reza con su rosario en el pueblo ucraniano de Lukashivka frente a una iglesia calcinada, hasta los niños que aplaudían con entusiasmo en Makoko, Nigeria, al ver figuras de animales gigantes avanzar sobre canoas, cada imagen fue un latido de humanidad.

La Pascua no solo se vivió en el ritual litúrgico, sino también en la performance artística del colectivo The Herds, cuya gira global intenta concientizar sobre el cambio climático a través de marionetas de cartón que representan animales en peligro de extinción. Este proyecto es, en sí mismo, una metáfora: si podemos usar el arte para sensibilizar sobre el futuro, también podemos usar la fe para reclamar el presente.

Renacer es resistir

La resiliencia fue la protagonista de la Pascua de 2025. Resistir como el Papa que salió del hospital y animó a la multitud. Resistir como los ucranianos que encendieron velas en criptas destruidas. Resistir como los libaneses que reconstruyen su liturgia sobre piedras derrumbadas. Resistir como cada creyente que, con humildad, carga su cruz entendiendo que la historia no termina en la muerte.

Esta Pascua no fue solo una festividad religiosa más. Fue una afirmación contundente de que, allá donde hay fe, hay vida. Incluso entre trincheras, entre escombros, entre enfermedades, entre congestiones urbanas, la esperanza sigue resucitando.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press