Siria tras la guerra: el enemigo silencioso bajo la tierra
A pesar del fin del gobierno de Bashar al-Assad, las minas terrestres continúan cobrándose vidas e impidiendo la reconstrucción en Idlib
Por las tierras agrícolas de Idlib, Siria, la guerra ya terminó. Al menos eso parece. No hay bombardeos ni explosiones cotidianas. Sin embargo, bajo la tierra seca y polvorienta, acecha un enemigo dormido que puede despertar en cualquier momento con consecuencias devastadoras: las minas terrestres. Cientos de personas han muerto o han quedado con discapacidades irreparables mientras intentan recuperar sus vidas, su trabajo y su dignidad.
Un paso en falso: la historia de Suleiman Khalil
Tenía solo 21 años Suleiman Khalil cuando perdió ambas piernas mientras recogía aceitunas en su aldea natal de Qaminas, al este de Idlib. "Pensé que había muerto", asegura. La explosión de una mina lo lanzó al suelo. Intentó arrastrarse para huir, pero una segunda explosión acabó con su pierna derecha. Se hizo un torniquete con la camiseta y gritó durante largos minutos hasta que un soldado que pasaba lo escuchó y pudo ayudarlo.
Esta historia, desgraciadamente, no es un caso aislado. Khalil es solo una de las cientos de víctimas que han sufrido por las minas antipersonales dejadas por las múltiples fuerzas enfrentadas durante la guerra civil siria, que se prolongó desde 2011 hasta la caída de Bashar al-Assad en diciembre de 2024.
Un legado letal de la guerra
Según el Human Rights Watch (HRW), desde diciembre de 2024 hasta abril de 2025 se han registrado al menos 249 muertes y 379 heridos, de los cuales 60 eran niños. La mayoría fueron víctimas de minas dejadas por el ejército del gobierno derrocado, sus aliados, y también por grupos armados opositores.
Los campos agrícolas del sur de Idlib, ampliamente utilizados por los habitantes locales para el cultivo de olivos, trigo y otros recursos esenciales, están plagados de explosivos ocultos. Ahora que la población intenta regresar tras el conflicto, se encuentran con una amenaza invisible.
El trabajo desesperado de los equipos de desminado
En cuanto el régimen de Assad cayó, unidades como la liderada por Ahmad Jomaa comenzaron inmediatamente la titánica tarea de desminar el territorio. "Muchos de nosotros no volveremos con vida", comenta Jomaa. Al menos una veintena de expertos han perdido extremidades y una docena han muerto.
El equipamiento resulta insuficiente: detectores manuales, herramientas rudimentarias y una falta casi total de escáneres avanzados hacen que el trabajo sea especialmente peligroso. "Esta mina puede volarte la pierna", señala mientras indica un artefacto semicubierto por la tierra.
El impacto más allá de la herida física
Las consecuencias de las minas no se limitan a las amputaciones o muertes. Según HRW, estas armas "desplazan comunidades, destruyen propiedades, imposibilitan el acceso a servicios esenciales y provocan secuelas psicológicas graves, especialmente en la infancia".
La economía agrícola también está colapsando. Un tractor explotó hace apenas días, y varios trabajadores resultaron heridos, ilustrando el nivel de peligro que representa cada rincón del campo.
Una población atrapada entre la pobreza y la esperanza
El caso de Jalal al-Maarouf, de 22 años, ilustra la frustración más allá del dolor físico. Perdió su pierna izquierda mientras pastoreaba cabras, tres días después del colapso del régimen. Actualmente, se encuentra en lista de espera para recibir una prótesis, cuyo coste supera los 3.000 dólares, muy lejos de su capacidad económica.
“Como pueden ver, no puedo caminar”, dice desde su humilde vivienda, acariciando la parte lisa donde su pierna había estado.
Voluntarios que arriesgan todo por su comunidad
Mohammad Swed fue uno de estos héroes anónimos. Exmiembro de la Guardia Republicana, se unió a la oposición y a labores de desminado tras la guerra. Su hermano Salah comenta que incluso trabajaba durante los feriados, sin equipos adecuados pero con el pecho rebosante de compromiso comunitario. "Si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo hará?", decía. A los 39 años, un explosivo terminó con su vida mientras intentaba neutralizar otra mina en su aldea.
Hoy, Salah visita la tumba de Mohammad mientras sostiene una foto en su teléfono: en ella, su hermano sonríe detrás de un montón de minas desactivadas. Un legado de valentía y tragedia.
¿Una solución en el horizonte?
Richard Weir, investigador senior de crisis y conflictos en HRW, señala que "sin un esfuerzo urgente y a escala nacional para la limpieza de minas, más y más civiles morirán o serán mutilados". Por ello, se urge al nuevo gobierno de transición a crear una autoridad civil especializada en desminado en coordinación con el Servicio de Acción contra Minas de la ONU (UNMAS).
La falta de datos precisos es un obstáculo adicional. Nadie conoce el número real de minas esparcidas por el territorio sirio, aunque se estima que son decenas de miles.
El costo humano del olvido
La historia siria reciente es una narrativa de violencia, dolor, desplazamiento y resistencia. Aunque la caída de Assad representó una esperanza para millones, las heridas del conflicto, literalmente, siguen abiertas bajo tierra.
Para Suleiman, Jalal, Salah, Jomaa y tantos otros, el camino hacia una Siria sin minas es lento, doloroso y está lleno de incertidumbres. Pero cada paso en ese campo peligroso es también un acto de fe, un testimonio de una población que no se rinde ante la devastación, y que sigue soñando —aunque con muletas— en un futuro donde sembrar olivos no implique perder la vida.