De condenados a candidatos: el auge político de los indultados del 6 de enero

Cómo algunos participantes del asalto al Capitolio en 2021 pasan de la cárcel a aspirar cargos públicos con apoyo del ala conservadora

Una historia insólita de redención política

El 6 de enero de 2021 marcó uno de los capítulos más controversiales en la historia moderna de Estados Unidos. Aquel día, una turba de seguidores del entonces presidente Donald Trump irrumpió violentamente en el Capitolio con el objetivo de impedir la certificación de la victoria electoral de Joe Biden. Las consecuencias fueron devastadoras: cinco muertos, más de 140 agentes heridos y una nación profundamente polarizada.

Sin embargo, más de tres años después, el relato ha dado un giro sorprendente. Algunos de los protagonistas del asalto —ya fueran violentos o simplemente culpables de allanamiento— han recibido indultos por parte de Trump y ahora emergen como nuevos rostros de la política conservadora estadounidense.

Del presidio al podio: ¿héroes o mártires?

Uno de los ejemplos más notorios es Ryan Kelley. Este desarrollador inmobiliario de Míchigan, quien fue condenado por un delito menor de allanamiento, vio su carrera política interrumpida en 2022 cuando aspiraba a la gobernación. Las imputaciones relacionadas con su participación en el 6 de enero arruinaron su campaña. Finalizó cuarto entre cinco candidatos.

Hoy, Kelley vuelve a estar en el ojo público. Recientemente fue ovacionado en un evento del partido republicano local en Jackson, Míchigan. Allí lo vitorearon cuando se presentó como “su J6er favorito”. Su breve estancia en prisión se ha convertido en un símbolo de lucha contra lo que muchos en su base denominan “persecución política”.

“He hecho cosas mucho peores sin ir a la cárcel”, dijo Todd Gillman, líder republicano local. “Gracias a Dios que personas como Ryan Kelley no se dejan intimidar por esta ‘guerra jurídica’”.

El fenómeno en expansión: un nuevo perfil del “patriota”

De acuerdo con un análisis de medios estadounidenses, al menos dos docenas de grupos republicanos locales han invitado a ex-participantes del 6 de enero como oradores en reuniones o eventos de recaudación de fondos. Algunos tienen antecedentes aún más graves: portar armas en el Capitolio, golpear agentes de policía, y más. No obstante, están siendo recibidos con honores, considerados mártires de una causa más grande.

Por ejemplo, en Carolina del Norte, el Western Wake Republican Club invitó a James Grant, uno de los primeros en agredir a policías durante el ataque. En Tennessee, un club republicano femenino organizó un evento con Ronald Colton McAbee, exagente del sheriff que arrastró y golpeó a oficiales.

“Estamos viendo una aceptación cada vez más amplia del uso de la violencia política, mientras sea en nombre de Trump”, advierte Matt Dallek, historiador de la Universidad George Washington. Según él, los indultados no solo se consideran víctimas del “Estado profundo”, sino también portavoces legítimos del descontento conservador.

Indultos: ¿herramienta de justicia o estrategia electoral?

En su primer día de regreso en la presidencia, Donald Trump otorgó aproximadamente 1,500 indultos a individuos condenados por su papel en el 6 de enero. Esto no solo generó un debate moral y legal, sino también político. ¿Está usando Trump el indulto como una herramienta para recomponer su ejército leal?

La respuesta parece afirmativa si se evalúa el auge de los indultados como figuras políticas emergentes. Jake Lang, acusado de desorden civil y agresión a un oficial, ha anunciado su candidatura al Senado por Florida para ocupar el asiento de Marco Rubio. Enrique Tarrio, exlíder de los Proud Boys condenado a 22 años y luego indultado, anunció sus intenciones de postularse para un cargo público en 2026 o 2028.

El caso de Ryan Nichols en Texas simboliza el vaivén emocional de este movimiento. Anunció su campaña al Congreso, pero la retiró días después. Aun así, el mensaje ha calado: la persecución judicial se transforma en argumento electoral.

La resistencia de las comunidades ante esta glorificación

No todo ha sido aceptación. La aparición pública de estos personajes ha causado indignación en varios sectores. En California, un evento con exparticipantes del asalto debió ser cancelado en tres lugares distintos debido a protestas de la comunidad. Finalmente, se desarrolló en un cuarto sitio con presencia de manifestantes en el exterior.

“No celebro que alguien que atacó a oficiales de policía hable en nuestro vecindario”, dijo un residente en entrevista con KSBW. “Eso no representa los valores de esta comunidad”.

Sin embargo, los organizadores en estos casos no han cancelado simplemente por presión; en muchos casos han defendido su decisión como una manera de “contar el otro lado de la historia”.

Reescribiendo la narrativa: ¿estamos ante el nacimiento de un nuevo culto político?

El fenómeno indica un proceso de resignificación. No se trata solo de abrir las puertas a personas que han pagado sus cuentas con la justicia, sino de elevar su relato como parte esencial de la historia del nuevo conservadurismo pro-Trump.

Este proceso ha sido comparado con otros momentos históricos donde victimarios son reconfigurados en héroes. El populismo autoritario tiende a generar este tipo de narrativas al margen del consenso democrático, amparado en una concepción binaria de la política: “nosotros contra ellos”.

“Los indultos tienen un valor simbólico”, explica el politólogo Francis Fukuyama. “En ciertos contextos, anulan la culpabilidad legal y convierten el castigo en prueba de lealtad y sacrificio”.

¿Qué se espera para 2026 y las elecciones intermedias?

Con nuevos actores como Kelley, Lang y Tarrio pavimentando su camino hacia la representación política al tiempo que se presentan como víctimas del sistema, analistas pronostican que 2026 podría ser un punto de ruptura en la política electoral estadounidense.

La influencia de Trump sigue siendo determinante en sectores cruciales del Partido Republicano. Los que alguna vez fueron marginados ahora se ven como mártires, lo cual puede tener efectos no imaginados en las urnas.

Y mientras tanto, más de 300 personas aún cumplen condenas por crímenes relacionados con el asalto al Capitolio. Para algunos, son criminales; para otros, son soldados de una narrativa transformadora.

¿Dónde está el límite?

Es una pregunta que enfrenta hoy la sociedad estadounidense. En tiempos donde los hechos históricos corren el riesgo de ser reinterpretados según enfoques ideológicos, resulta indispensable reflexionar colectivamente sobre los límites entre la libertad política, la justicia y la memoria democrática.

La politización del indulto no es nueva en la historia de Estados Unidos. Basta recordar los polémicos perdones de Richard Nixon por parte de Gerald Ford, o incluso los de George Bush a miembros implicados en el escándalo Irán-Contra. No obstante, el contexto actual lo hace particularmente inquietante. Ahora, ya no se trata solo de restaurar a figuras del poder, sino de crear una nueva élite política basada en la desobediencia civil violenta.

La reinvención pública de los protagonistas del asalto al Capitolio redefine el panorama político estadounidense. Aunque para muchos resulta abominable la glorificación de la violencia y la insurrección, para otros constituye una oportunidad para transformar sus condenas en plataformas de poder. El tiempo dirá si esta apuesta tendrá réditos duraderos o si marcará el inicio de una nueva crisis para la democracia en la mayor potencia del mundo.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press