Venecia bajo presión: ¿puede un impuesto de entrada salvar a la ciudad del turismo masivo?

La ciudad flotante enfrenta una crisis silenciosa: multitudes, despoblación y servicios colapsados. Analizamos con cifras y contexto histórico si la tasa de ingreso para visitantes es la solución o solo un parche.

Venecia, entre la belleza y la saturación

Venecia es uno de los destinos turísticos más icónicos del mundo. Sus canales, su arquitectura gótica, sus góndolas y su legado cultural han atraído durante décadas a millones de viajeros. Pero bajo la belleza aparente, se esconde una profunda crisis estructural: el turismo masivo está consumiendo a La Serenissima. En un intento por controlar el flujo de turistas de un solo día, el Ayuntamiento de Venecia ha impuesto, por segundo año consecutivo, una tasa de entrada a los visitantes que no pernoctan en la ciudad.

¿Qué es la "tasa de entrada" y cómo funciona?

Desde el 18 de abril hasta el 27 de julio de 2025, los turistas que visitan Venecia sin hospedarse deben pagar entre 5 y 10 euros (aproximadamente entre $6 y $11 USD). La cantidad depende de cuán anticipadamente se haya planeado el viaje: quienes descargan su código QR con al menos tres días de antelación abonan 5 euros; los que lo hacen en el último momento pagan el doble. Este control de acceso se verifica en puntos neurálgicos como la estación de tren Santa Lucía, el terminal de autobuses Piazzale Roma y cerca de la Piazza San Marco.

Este año, la normativa contempla 54 días en los que se aplica la tasa (mayormente fines de semana y festivos), frente a los 29 días del año anterior. La medida ha sido promovida por las autoridades con el objetivo de reducir la presión sobre los servicios públicos y conservar el valor patrimonial de la ciudad, en riesgo según alertas de UNESCO.

¿Qué impacto ha tenido la medida?

El Ayuntamiento afirma que en 2024 la tasa de ingreso recaudó 2,4 millones de euros, aunque los costos operativos del sistema fueron de 2,7 millones, lo que supuso un déficit. No obstante, para este año se proyecta un superávit de entre 1 y 1,5 millones de euros, que se utilizarán para cubrir gastos como la recolección de residuos o mantenimiento urbano.

En 2024, 450.000 visitantes abonaron el tributo. Solo el primer día de la temporada 2025, 8.000 personas accedieron con reserva anticipada y hasta la fecha, ya son 77.000 los registrados este año. A esto se suma una amplia cantidad –unos 117.000– que han solicitado exenciones, como residentes en el Véneto, estudiantes, empleados o personas nacidas en la ciudad.

La paradoja veneciana: más turistas que residentes

Uno de los datos más reveladores es el desequilibrio demográfico que vive el centro histórico. Venecia contaba con 174.000 habitantes en 1951; hoy son apenas 48.283, mientras que el número de camas disponibles para visitantes ha escalado a 51.129, incluyendo 12.627 del sector de alquileres turísticos de corta duración, como Airbnb.

Este viraje hacia un modelo turístico de “monocultivo” ha vaciado la ciudad de vida local. Hay escasez de supermercados o tiendas de productos básicos, y los servicios médicos se reducen cada vez más. Activistas denuncian que el turismo no genera beneficios equitativos para la comunidad local, sino que dispara los precios del alquiler y transforma barrios históricos en parques temáticos.

¿Sirve realmente el impuesto a los excursionistas?

El concejal de la ciudad, Giovanni Andrea Martini, ha sido uno de los críticos más severos de la iniciativa. Según él, los datos muestran que la medida no ha logrado disuadir a los turistas: entre los primeros 11 días de 2024 en que se aplicó el impuesto, la afluencia diaria promedio fue de 75.000 visitantes, superando en 10.000 personas los días pico del año anterior.

Desde 2020, los datos recogidos por el Smart Control Room confirman entre 25 y 30 millones de entradas anuales, entre pernoctantes y visitantes de un día. Esto pone en cuestión si el tributo está cumpliendo su propósito o si solo se trata de una respuesta económica a un problema sociocultural más profundo.

Venecia: Patrimonio mundial en peligro

En 2023, la UNESCO ya había considerado incluir a Venecia en su lista de sitios en peligro si no se tomaban medidas urgentes. Este temor condujo a la aprobación del impuesto turístico, pero el organismo aún vigila de cerca la situación. El riesgo no es sólo arquitectónico: es la pérdida de la autenticidad social y cultural de la ciudad.

El historiador y urbanista Franco Mancuso explicaba hace pocos meses en una conferencia de la Universidad de Ca’ Foscari: “Venecia no está muriendo por el agua. Venecia se ahoga bajo el peso de los cuerpos turísticos sin alma, sin conexión con su historia y su gente”.

Otras ciudades en alerta: ¿es replicable el modelo?

Venecia no es la única urbe patrimonial que lucha contra el overtourism. Barcelona adoptó restricciones similares, como el límite a nuevos hoteles en el centro y la regulación de alquileres turísticos; Ámsterdam prohibió nuevos locales de recuerdos y bajó el límite de aforo de los cruceros. Sin embargo, ninguna ha logrado, hasta ahora, una solución definitiva.

El caso veneciano es una advertencia y también un experimento en tiempo real. Si bien el intento de recaudar fondos para proteger la ciudad es válido, la raíz del problema continúa: la estructura económica basada en un flujo constante y creciente de visitantes a costa de la vida local.

¿Qué alternativas pueden salvar a Venecia?

  • Descentralización turística: fomentar visitas a otras ciudades menos saturadas de Italia como Trieste, Ferrara o Lecce.
  • Reforma inmobiliaria: limitar el uso de propiedades residenciales para alquiler turístico.
  • Mejora de la vida local: incentivos fiscales para pequeños comercios locales que ofrezcan servicios básicos.
  • Educación turística: campañas globales de sensibilidad para promover un turismo consciente y culturalmente respetuoso.

Un futuro turbio sobre aguas tranquilas

Venecia enfrenta un reto existencial: debe redefinir su relación con quienes la visitan y proteger a quienes aún la habitan. El modelo de turismo exprés —sin pernocta, sin implicación, sin respeto— está agotado. El impuesto a los excursionistas es un paso interesante, pero insuficiente si no se acompaña de una transformación integral del modelo económico y social de la ciudad.

Como dijo el escritor Joseph Brodsky, que tanto amó a Venecia: “Si tuviera que vivir en una sola ciudad toda mi vida, viviría en Venecia”. Lo esencial ahora es que quienes la gobiernan aseguren que esa posibilidad aún exista dentro de unos años.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press