Lexington y Concord 250 Años Después: Una Nación Que Sigue Definiendo Su Revolución
El pasado mítico de la revolución estadounidense encuentra nuevos cuestionamientos en la conmemoración del 250 aniversario de los primeros disparos por la independencia
La madrugada que encendió una revolución
El 19 de abril de 1775, al amanecer, cerca de 700 soldados británicos marchaban desde Boston hacia el interior de Massachusetts, con instrucciones de confiscar armas y arrestar a líderes revolucionarios. Pero lo que comenzó como una operación de control colonial terminó desencadenando el primer combate armado entre las colonias norteamericanas y el Imperio Británico: las famosas Batallas de Lexington y Concord.
Las memorias sobre lo sucedido en esa mañana brumosa siguen difusas. Nadie ha determinado con certeza quién disparó la primera bala, pero lo que sí está claro es que aquel disparo cambió el curso de la historia. Samuel Adams, una figura clave del movimiento independentista, estaba convencido de que "la escaramuza en Lexington sería famosa en la historia de este país". Tenía razón.
La narrativa de la rebelión: un ejercicio de propaganda y poder
Inmediatamente después del suceso, líderes colonianos como Adams y Joseph Warren se apresuraron a recolectar testimonios de testigos y a difundir la versión que responsabilizaba a las fuerzas reales. Era crucial no sólo controlar el terreno, sino también el relato. Esta estrategia ayudó a galvanizar a las colonias y sumar aliados, tanto dentro como fuera del continente.
Aunque hoy se considera una victoria simbólica para los patriotas, en realidad fue una cadena de escaramuzas que terminaron con más de 340 heridos y muertos, entre ellos cerca de 95 colonos y más de 250 británicos. Estas cifras fueron suficientes para transformar la indignación en organización militar y encaminar una guerra que terminaría ocho años después con el nacimiento de una nación.
¿Revolucionarios o reformistas?
Uno de los aspectos menos discutidos del levantamiento es que, en sus inicios, los colonos no buscaban la ruptura con la corona británica. Como explica Woody Holton, historiador de la Universidad de Carolina del Sur: "los rebeldes de abril de 1775 no querían abandonar el imperio. Solo querían retroceder al estatus que tenían en 1763, antes de la imposición de impuestos y leyes que consideraban innecesarias y abusivas".
Ideas como la independencia o la construcción de un nuevo orden político todavía no estaban en la mente de muchos. El sentimiento predominante era una mezcla de frustración, nostalgia y deseo de restauración. Sin embargo, las balas cambiaron la conversación. Muy pronto, las colonias comenzaron a hablar no de reforma, sino de ruptura.
Adams, Franklin y el poder del mito
Stacy Schiff, historiadora ganadora del Pulitzer, afirma que Lexington y Concord "galvanizaron la opinión pública como esperaban los hombres de Massachusetts, aunque pasaría mucho tiempo antes de que se votara a favor de la independencia". De hecho, John Adams pensaba que esa declaración debió haberse hecho apenas un día después de las batallas, el 20 de abril de 1775.
La historia, sin embargo, prefirió seguir otro camino. Las ideas de Benjamin Franklin, Thomas Paine y otros ilustrados comenzaron a popularizarse. Paine declararía en enero de 1776 en su panfleto Common Sense: "Tenemos el poder de empezar el mundo de nuevo".
Los rebeldes comenzaban a construir no solo una coalición militar, sino un relato fundacional. El mito de Lexington se convirtió en símbolo de resistencia moral y necesidad histórica.
Un documento inacabado: el legado contradictorio de 1776
Hoy, 250 años después del primer disparo, Estados Unidos todavía discute lo que significó su revolución. Con más de 330 millones de habitantes de múltiples razas, orígenes y creencias, la pregunta persiste: ¿qué tanto de lo prometido por los fundadores se ha cumplido?
El historiador Rick Atkinson, autor de la trilogía La guerra de la independencia americana, recuerda que los ideales eran aspiracionales. "Decir que todos los hombres fueron creados iguales era ridículo en una época en la que cientos de miles eran esclavizados", explica.
Y es que la revolución fue, en muchos sentidos, un experimento incompleto. Si bien se logró autogobierno, la Constitución de 1787 no reconoció los derechos de las mujeres, los esclavos ni los pueblos indígenas. La famosa frase de que "la democracia nunca es algo hecho" del poeta Archibald MacLeish sigue resonando.
Repensando el legado en el semiquincentenario
A medida que se acercan los 250 años de la Declaración de Independencia (2026), las conmemoraciones en Estados Unidos toman diversas formas. Mientras algunos sectores promueven una celebración nacional encabezada por el expresidente Donald Trump, otros —incluyendo académicos y líderes culturales— sugieren un enfoque más matizado.
¿Debe celebrarse una revolución que no emancipó a todos sus habitantes? ¿Se puede conmemorar un sacrificio sin revisar sus fallas? Estas preguntas dividen a la opinión pública, especialmente en un contexto político polarizado.
"Es fundamental integrar las historias de mujeres, personas esclavizadas e indígenas en esta narrativa," apunta Schiff. “Lo que pasó en Lexington y Concord fue el inicio de una lucha, pero no necesariamente su culminación.”
Lexington como símbolo: entre el romanticismo y la enseñanza
Eventos como la recreación anual de las batallas de Lexington y Concord, donde participantes disfrazados de soldados coloniales y británicos reviven los enfrentamientos, continúan captando la atención de jóvenes y adultos. Sin embargo, cada vez más educadores como Kari Watkins, presidenta del Oklahoma City National Memorial Museum, sugieren que dichos actos también deben ser espacios de aprendizaje tangible.
Watkins compara la relectura de la historia con los desafíos actuales. “Sabíamos que algún día llegaríamos a una generación que no recordaría esta historia”, explica, refiriéndose al atentado de Oklahoma City. “Ahora no solo vienen niños, también maestros que deben enseñar esa historia.”
La revolución continúa
Más de dos siglos después, las preguntas siguen abiertas. La revolución americana no fue el punto final, sino el punto de partida de un país en búsqueda perpetua de su mejor versión. En el fondo, siguen retumbando las palabras de los Resolves de Suffolk, redactados en 1774: una oración por una vida "libre de poder, sin cadenas que la estorben".
Lexington y Concord representan, en última instancia, más que paredes de museos o capítulos de libros escolares. Son símbolos vivos de la lucha por una libertad que aún se debate y redefine, cada día, en las calles, en las urnas, en las aulas y en la memoria colectiva de una nación que aún sigue construyéndose.