JD Vance vs. el Papa Francisco: ¿una nueva guerra cultural en el Vaticano?
El vicepresidente de EE.UU. confronta al pontífice sobre migración y doctrina católica durante su visita a Roma en plena Pascua
Por estos días, no es usual que un vicepresidente de Estados Unidos se convierta en pieza central de un intenso debate teológico en el corazón mismo de la Iglesia Católica. Pero eso es exactamente lo que está ocurriendo entre JD Vance y el papa Francisco.
Una Pascua en Roma con sabor a tensión doctrinal
JD Vance, vicepresidente estadounidense y converso al catolicismo desde 2019, visitó la Ciudad del Vaticano durante el fin de semana de Pascua junto a su esposa e hijos. Su presencia no pareció solo protocolaria: se reunió con el Secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, y se especuló incluso con un posible saludo privado a Francisco, quien se encuentra en recuperación tras una neumonía.
Lo que convierte esta visita en un evento de alto voltaje político-religioso es la aguda confrontación ideológica entre Vance y el Papa. El tema de fondo: la postura del gobierno de Donald Trump (con el cual Vance está profundamente alineado) respecto a los migrantes y las deportaciones masivas.
Francisco, migrantes y la crítica frontal a Estados Unidos
El Papa Francisco ha hecho de la defensa de los migrantes un punto central de su pontificado. Sus mensajes a favor de una “fraternidad universal” y la dignidad humana han generado incomodidad en ciertos sectores conservadores de la Iglesia en EE.UU. En febrero, días antes de ser hospitalizado, Francisco emitió fuertes críticas dirigidas al proyecto antiinmigrante de Trump y, aunque sin mencionarlo directamente, aludió también a las posturas de Vance.
“El verdadero ordo amoris que debe promoverse es aquel que descubrimos al meditar la parábola del Buen Samaritano... el amor cristiano no es una expansión concéntrica de intereses que poco a poco se extiende solo a algunos”, escribió Francisco en una carta a los obispos estadounidenses.
¿Qué es el "ordo amoris" y por qué es motivo de disputa?
El término ordo amoris (orden del amor) proviene de la teología medieval y ha sido usado por figuras como Agustín de Hipona o Tomás de Aquino. Vance lo utilizó para justificar una jerarquía de prioridades en el amor cristiano: primero la familia, luego la comunidad, después el ciudadano y, finalmente, los extranjeros. Este argumento fue central en su defensa de las políticas migratorias restrictivas de Trump.
Para Francisco, dicha interpretación es inaceptable, pues convertiría el mensaje del Evangelio en una cadena de exclusiones progresivas. “El amor verdadero es inclusivo, no excluyente”, diría más de una vez el pontífice argentino desde el balcón de la Plaza de San Pedro.
El choque entre un Papa progresista y un católico postliberal
Vance no es un católico cualquiera. Desde su conversión ha adoptado posturas doctrinales vinculadas con el movimiento postliberal católico, una corriente que busca reconfigurar el aparato estatal tomando como base los valores religiosos tradicionales. Para estos intelectuales, muchas veces agrupados en publicaciones como First Things o The American Conservative, el liberalismo moderno ha fracasado y debe ser reemplazado por un orden basado en el “bien común cristiano”.
La crítica a los derechos LGBTQ+, al aborto, e incluso a ciertos aspectos de la economía de mercado conviven en este movimiento con una visión política muscular: la toma del poder desde dentro de las instituciones para instaurar una moral católica tradicionalista.
¿Nueva inquisición o búsqueda de sentido?
Sus críticos lo acusan de coquetear peligrosamente con el autoritarismo. Francis Fukuyama, el célebre politólogo, ha descrito el postliberalismo católico como “anhelante de un César piadoso que imponga una teocracia por las buenas o por las malas” (The Atlantic, 2022).
Por otro lado, sus defensores creen que esta es una respuesta honesta y estructurada al vacío espiritual dejado por el relativismo, la secularización y los valores neoliberales. Para ellos, líderes como JD Vance encarnan un modelo de “renacimiento moral” desde las entrañas del poder político.
Una historia divina y familiar
La imagen del vicepresidente estadounidense sentado con su familia en primera fila durante los oficios de Viernes Santo en la Basílica de San Pedro refleja poderosamente esta dualidad: el católico devoto frente a la figura papal que lo reprende públicamente.
“Estoy agradecido cada día por este trabajo, pero particularmente hoy, donde mis deberes oficiales me han traído a Roma en Viernes Santo”, escribió Vance en su cuenta de X (antes Twitter).
Algunos observadores ven esa imagen como una representación simbólica del conflicto que vive el catolicismo estadounidense: entre la tradición litúrgica solemne de Roma y la política de frontera dura en Texas y Arizona.
Francisco y el liberalismo católico
Francisco, por su parte, no cede terreno. Si bien ha designado a otros cardenales para las liturgias de Pascua y aún tiene limitadas sus actividades por salud, no ha dejado de recibir visitantes emblemáticos, como el rey Carlos III, o de asistir a actos profundamente simbólicos como el lavado de pies a presos de Roma el Jueves Santo.
Este equilibrio entre política y espiritualidad se ha convertido en su sello. No teme corregir públicamente a figuras del alto poder, sean mandatarios, clérigos o líderes laicos. Y en el caso de Vance, la corrección ha sido claro y contundente.
La Iglesia de Estados Unidos, un campo minado
No es secreto que la Iglesia Católica de EE.UU. está cada día más dividida. Mientras sectores progresistas apoyan a Francisco en su defensa de la justicia social, los conservadores –donde resuena la voz de Vance– critican lo que consideran una deriva ideológica del pontífice. La brecha se ha vuelto tan amplia que en 2021, un grupo de obispos intentó impedir que el presidente Biden, católico como Vance, recibiera la comunión por su apoyo al derecho al aborto.
La reciente visita de Vance al Vaticano se inscribe así en una batalla más amplia por el alma del catolicismo estadounidense. Una batalla que, en muchos sentidos, refleja la polarización general de la política de ese país.
¿Rompiendo filas o sembrando semillas?
No queda claro si Vance lograremos un saludo privado con Francisco. Pero su mensaje es claro: no tiene intención de retractarse. “Soy un baby Catholic”, dijo en el Desayuno Nacional de Oración Católica en Washington en febrero. “Hay cosas sobre la fe que todavía no sé”.
Una humildad forzada por las circunstancias, o una estrategia para ampliar su influencia en un electorado católico dividido, eso aún está por verse. No obstante, sus declaraciones siguen tensando las relaciones entre una Roma universalista y una América católica que mira cada vez más hacia adentro en su búsqueda por el control ideológico del poder político.
Lo que sí parece evidente es que la confrontación entre Vance y Francisco no es meramente personal ni coyuntural. Representa dos formas opuestas de entender la fe católica en el siglo XXI: una inclusiva y pastoral, otra identitaria y militante.
En plena Pascua, el símbolo de la resurrección parece aludir no solo a Cristo, sino a una Iglesia que busca reinventarse entre disputas internas y desafíos globales. Una Iglesia que, como el mismo Phoenix que da nombre artístico a Vance en su novela "Hillbilly Elegy", busca resurgir de sus propias cenizas.