Los tiroteos en campus universitarios de EE.UU.: una herida abierta en la educación superior
Entre tragedias recurrentes y una respuesta estancada, el problema estructural de la violencia armada en universidades estadounidenses sigue sin resolverse
El 18 de abril de 2024, Florida State University (FSU) se convirtió en el escenario del más reciente tiroteo en un campus universitario en Estados Unidos. La alerta de un tirador activo cerca del centro estudiantil desató el caos: estudiantes se refugiaron en boleras, oficinas y elevadores de carga. Aunque las autoridades aún no han dado detalles completos del ataque, este nuevo episodio reaviva una herida profunda y constante en EE.UU.: la violencia armada en espacios educativos.
El fenómeno de mass shootings (tiroteos masivos) en centros universitarios no es nuevo. Desde Texas en 1966 hasta el reciente ataque en la Universidad de Nevada en 2023, los tiroteos se han convertido en una amenaza constante para la seguridad de profesores, alumnos y familias.
Una historia que se repite: los casos más trágicos
Estos son algunos de los tiroteos más mortales en campus universitarios en las últimas décadas, una cronología sombría que muestra la persistencia del problema:
- Virginia Tech, abril de 2007: 32 muertos. Un estudiante de 23 años mató a 32 personas e hirió a otras dos docenas antes de suicidarse. Este evento sigue siendo el tiroteo más mortífero en la historia de los campus universitarios en EE.UU.
- Universidad de Texas, agosto de 1966: 13 muertos. Charles Whitman, un francotirador entrenado por los Marines, abrió fuego desde la torre del reloj principal del campus en Austin. Fue uno de los primeros tiroteos masivos en EE.UU.
- Universidad del Norte de Illinois, febrero de 2008: 5 muertos. Un exestudiante disparó dentro de un anfiteatro, matando a cinco personas antes de acabar con su vida.
- Oikos University, abril de 2012: 7 muertos. En una universidad cristiana en Oakland, un exestudiante de enfermería disparó y mató a siete personas. Fue condenado a cadena perpetua.
- Santa Monica College, junio de 2013: 6 muertos. Un ataque que comenzó con un homicidio doméstico derivó en un tiroteo en una universidad donde murieron cuatro personas más antes de que la policía abatiera al atacante.
- Universidad de California, Santa Bárbara, mayo de 2014: 6 muertos. Un estudiante frustrado por problemas sociales mató a seis personas e hirió a otras antes de suicidarse.
- Umpqua Community College, octubre de 2015: 9 muertos. Un tirador de 26 años entró en un aula de escritura y asesinó a su profesor y a ocho alumnos más antes de quitarse la vida.
- Universidad Estatal de Michigan, febrero de 2023: 3 muertos. Un hombre de 43 años abrió fuego en un edificio académico y el centro estudiantil antes de suicidarse.
- Universidad de Nevada, Las Vegas, diciembre de 2023: 3 muertos. Un exprofesor frustrado tras ser rechazado para un puesto atacó la facultad de negocios. Fue abatido por la policía.
¿Por qué sigue ocurriendo?
La pregunta que muchos se hacen es: ¿por qué, en un país con tantos recursos y estudios en criminología, psicología social y políticas públicas, estos tiroteos siguen ocurriendo con tanta frecuencia?
La respuesta no es única, pero hay señales claras:
- Fácil acceso a armas: Con alrededor de 393 millones de armas en manos civiles —más que la población del país (fuente: Small Arms Survey)—, el acceso a armamento letal es abrumador en EE.UU.
- Falta de legislación a nivel federal: Aunque algunos estados han implementado leyes restrictivas, a nivel federal hay muchas lagunas legales que permiten la compra sin control de armas de asalto.
- Problemas de salud mental no tratados: Si bien no toda enfermedad mental conduce a violencia, muchos de los perpetradores presentaban señales de alerta no atendidas por el sistema.
- Cultura de la violencia: El cine, los videojuegos realistas y una narrativa de "justicia personal" contribuyen a normalizar el uso de la fuerza como forma de resolución de conflictos.
El trauma en las universidades
Los tiroteos en campus universitarios tienen un efecto devastador en las comunidades educativas. Más allá de las víctimas, el trauma psicológico afecta a miles. Estudiantes viven con temor; profesores enseñan bajo protocolos de cierre de emergencia; padres temen por la seguridad de sus hijos.
“Oí los disparos mientras visitaba la universidad con mi hijo. Nos encerramos en un elevador de carga con otros padres. Fue aterrador”, dijo una madre que presenció el tiroteo más reciente en FSU.
Según el Center for Homeland Defense and Security, en 2022 se reportaron 300 tiroteos en entornos escolares en EE.UU., el número más alto desde que inició el conteo en 1970.
Protocolos sin políticas
Las universidades han adoptado medidas de seguridad como cierres automáticos, entrenamiento en situaciones de tirador activo y uso de apps de alerta. Pero muchas de estas acciones son reactivas, no preventivas.
Mientras tanto, las políticas públicas se estancan. El debate queda atrapado entre los derechos de la Segunda Enmienda (derecho a portar armas) y el clamor por regular el acceso para salvar vidas.
Una generación marcada
Los estudiantes de hoy han crecido entre simulacros, noticias de tiroteos y redes sociales llenas de homenajes a víctimas. Su desarrollo académico y personal se ve afectado por el peso psicológico de saber que incluso un campus universitario puede no ser seguro.
Las universidades, símbolo del conocimiento y el desarrollo humano, se han transformado en lugares de miedo frecuente.
Las campañas estudiantiles por el control de armas, como la famosa March for Our Lives, nacida tras el tiroteo de Parkland en 2018, siguen vivas, pero enfrentan un sistema legislativo impermeable a reformas profundas.
¿Cambio en el horizonte?
En años recientes, algunos avances se han logrado:
- Restricciones estatales como las de California o Nueva York, que limitan armas de alto poder.
- Presión social y empresarial: compañías como Walmart y Dick’s Sporting Goods han limitado la venta de armas y municiones.
- Consciencia internacional: cada vez más países critican el modelo estadounidense como ineficaz para proteger a sus jóvenes.
Sin embargo, el Congreso federal sigue evitando reformas significativas. La Ley Bipartidista de Seguridad de Comunidades de 2022 fue un pequeño avance, pero no tocó medidas clave como bans de rifles de asalto o revisiones psicométricas universales.
El caso FSU como símbolo
Florida State University ya había sido testigo de un ataque en 2014, cuando un hombre armado hirió a tres personas en la biblioteca antes de ser abatido. Diez años después, el mismo campus vuelve a enfrentar el horror. ¿Cuántas veces más?
“Hemos aprendido a escondernos, a aplicar primeros auxilios, a llamar al 911... pero no hemos aprendido a prevenir”, comenta un profesor de criminología de la universidad.
Llamado urgente a una solución estructural
Ya no se trata solo de reforzar la seguridad. Es hora de abordar el problema de raíz y con voluntad política. La violencia armada es una epidemia que desangra no solo a las universidades, sino al tejido entero de la sociedad estadounidense.
Cada campus universitario debiera ser un santuario del pensamiento, no una posible zona de guerra. Es urgente una reforma integral en legislación, educación, salud mental y control de armas.
Porque cada nombre en esta lista de tragedias representa una vida segada y una sociedad que aún no encuentra el valor de proteger a sus jóvenes donde más debería —en el aula.