El resurgir del nacionalismo canadiense frente a la presión de Trump: ¿oportunidad o espejismo electoral?

El primer ministro Mark Carney impulsa la integración económica interna como antídoto contra la guerra comercial con EE.UU. mientras Canadá se prepara para unos comicios decisivos

En medio de un escenario internacional incierto y una economía marcada por la inflación, Canadá se acerca a unas nuevas elecciones generales con una narrativa diferente a la tradicional: el renacimiento del nacionalismo canadiense como contrapeso a la influencia —y agresividad— de su vecino del sur.

El nuevo primer ministro Mark Carney, exgobernador del Banco de Canadá y del Banco de Inglaterra, llegó al poder tras la renuncia de Justin Trudeau y se ha propuesto algo ambicioso: eliminar las barreras comerciales entre las provincias canadienses para consolidar un mercado interno unificado antes del 1 de julio. Una apuesta que busca mostrar músculo económico y político frente a las presiones arancelarias y retóricas hostiles del expresidente estadounidense Donald Trump.

Una vieja promesa canadiense en clave electoral

La eliminación de barreras comerciales internas ha sido un tema en discusión desde hace décadas. Aunque pareciera lógico que un país con un sistema federal como Canadá funcione sin obstáculos interprovinciales, la realidad es diferente. Según datos del Conference Board of Canada, estos impedimentos le cuestan a Canadá hasta 130 mil millones de dólares canadienses al año en eficiencia perdida.

Podemos darnos mucho más de lo que Trump nos puede quitar jamás”, dijo Carney durante el último debate electoral el 17 de abril. La frase resuena como un grito patriótico, justamente cuando Canadá sufre los embates de una política exterior estadounidense que ha pasado del proteccionismo económico a las amenazas simbólicas como convertir a Canadá en el “estado número 51”.

Trump: el protagonista ausente pero omnipresente

El expresidente Donald Trump ha sido una figura disruptiva en la política canadiense desde su llegada al poder en 2017. Sus aranceles al acero, aluminio e incluso automóviles encendieron las alarmas en Ottawa. La respuesta de Trudeau fue mantener una diplomacia cautelosa, pero el desgaste fue evidente con el paso del tiempo.

Ahora, Carney propone una estrategia más combativa y enfocada en reforzar la soberanía económica: menos dependencia de EE.UU., más comercio dentro del país. Además, señala que planea entablar “negociaciones inmediatas” con la administración de Trump si es reelegido, aceptando que el vínculo con Washington ha cambiado drásticamente.

“La relación que tuvimos durante los últimos 40 años ha cambiado fundamentalmente”, señaló Carney, acusando a Trump de haber “roto las reglas del juego”.

Reflotar el liberalismo en un clima adverso

Esta elección representa más que un cambio de caras en la hoja histórica del Partido Liberal: es una oportunidad para Carney de redefinir el proyecto de centro-izquierda bajo una óptica más tecnocrática, enfocada en la economía real y menos marcada por los símbolos del progresismo de Trudeau.

En los primeros meses de 2025, el liberalismo parecía hundirse: una encuesta de Nanos Research en enero otorgaba a los Conservadores un 47% de intención de voto contra apenas 20% para los Liberales. Sin embargo, la llegada de Carney, con su perfil técnico y su promesa de nacionalismo económico, ha invertido parcialmente la tendencia. Hoy los Liberales lideran por una diferencia ajustada de 5 puntos porcentuales, según la encuesta más reciente de Nanos de abril.

El conservadurismo de Poilievre: ¿una oferta agotada?

Del otro lado, el líder del Partido Conservador, Pierre Poilievre, intenta mantener el rumbo que le resultó útil en las elecciones pasadas: atacar el legado de Trudeau. Pero las palabras de Carney durante el debate fueron filosas: “Se le hará difícil, señor Poilievre, usted ha pasado años atacando a Justin Trudeau y el impuesto al carbono… y ambos ya no están. Yo soy una persona muy diferente.”

Poilievre centra su mensaje en una crítica feroz al costo de vida y culpa a los Liberales por el aumento de los precios de la vivienda y los alimentos. También los acusa de ser hostiles hacia el sector energético y promete “eliminar leyes anti-energía, regulaciones absurdas e impuestos altos”.

Pero su narrativa gira en torno a un miedo económico que, aunque real, parece desconectado del nuevo ánimo nacionalista que Carney intenta capitalizar.

Nacionalismo canadiense: ¿reencuentro con una identidad olvidada?

Los ataques de Trump y la guerra comercial han tenido una consecuencia inesperada: una oleada de nacionalismo canadiense. Cuando el expresidente estadounidense sugirió que Canadá debería ser absorbido como el “estado 51”, muchos canadienses respondieron con indignación y orgullo.

Este renovado sentimiento nacional ha servido como combustible político para los Liberales, que lo usan como argumento para consolidar una visión de Canadá menos dependiente del sur y más concentrada en su propia economía y valores.

En un artículo publicado por The Globe and Mail, el historiador canadiense Robert Bothwell señala: “Los momentos de tensión con Estados Unidos siempre han funcionado como catalizadores del patriotismo canadiense, desde la guerra de 1812 hasta el NAFTA. Mark Carney está apostando a que este sea otro de esos momentos.”

Un tablero estrecho con múltiples dilemas

Pero no todo son ventajas para Carney. Los problemas estructurales como la crisis de vivienda, el alto costo del gas y las tensiones migratorias siguen siendo preocupaciones diarias para millones de canadienses. Además, el nuevo líder liberal aún carece del carisma populista que caracterizó a Trudeau en sus primeros años.

Al mismo tiempo, su enfoque más tecnocrático podría alienar a votantes más jóvenes y progresistas, especialmente si no logra fidelizar a aquellos desencantados por la falta de avances en temas como el cambio climático, la equidad racial y los derechos indígenas.

¿Estamos ante una nueva era del pragmatismo?

Los analistas señalan que el éxito electoral de Mark Carney dependerá de si logra convencer a la mayoría de que la prosperidad de Canadá puede construirse desde adentro, sin necesidad de someterse a los caprichos de un Trump cada vez más imprevisible.

Con la mira puesta en el 1 de julio —Día de Canadá— como símbolo del país renovado que promete, Carney está utilizando el nacionalismo como herramienta cohesionadora, pero también con un enfoque pragmático que pone la economía en el centro del debate.

Es una apuesta audaz. Porque mientras una parte de la población ve con buenos ojos esta narrativa de unidad económica nacional, otra clama por soluciones inmediatas a sus problemas cotidianos. Los canadienses irán a las urnas el 28 de abril para decidir si este renovado liberalismo nacionalista merece otra oportunidad... o no.

Lo que está claro es que Canadá ya no es el país de hace una década. Y que la sombra de Trump, aun desde el otro lado de la frontera, sigue marcando el ritmo del debate político canadiense.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press