Un crimen que estremeció a Georgia: el asesinato de Kesaria Abramidze y el retroceso de los derechos LGBTQ+

La brutal muerte de una actriz y modelo trans desata alarma por la vulnerabilidad del colectivo LGBTQ+ en un país atrapado entre Europa y la influencia rusa

Por qué el asesinato de Kesaria Abramidze no es solo un crimen violento más en Georgia. Qué hay detrás del auge del odio, las leyes homófobas y la presión contra voces disidentes en un país que aspira a entrar a la Unión Europea, pero cada vez se parece más a Rusia.

Una vida truncada por el odio

Kesaria Abramidze, actriz y modelo transgénero reconocida en medios y redes sociales georgianas, fue brutalmente asesinada a los 37 años en su apartamento en Tbilisi, capital de Georgia, en septiembre de 2024. Su agresor, Beka Jaiani, de 26 años, fue condenado recientemente a cadena perpetua por homicidio con especial crueldad. Aunque admitió parcialmente su culpabilidad, negó que su crimen estuviera motivado por la identidad de género de Kesaria o que hubiese actuado con “crueldad extrema”.

La sentencia ha reabierto heridas y expuesto el contexto político y social que rodea a la comunidad LGBTQ+ en Georgia. La muerte de Abramidze tuvo lugar tan solo un día después de que el parlamento aprobara una serie de leyes que limitan severamente los derechos de las personas LGBTQ+, lo cual no puede considerarse una mera coincidencia.

¿Quién era Kesaria Abramidze?

Kesaria no era una figura anónima. Fue reconocida como modelo, actriz y activista, pero también como un símbolo de fortaleza y libertad dentro de la reducida y acosada comunidad LGBTQ+ del país. Su carisma y visibilidad la convirtieron en blanco fácil de ataques en una sociedad profundamente influenciada por la Iglesia Ortodoxa y grupos ultraconservadores.

“La forma en que vivía su verdad inspiraba a muches. Su muerte nos recuerda cuán peligroso es simplemente existir como persona trans en Georgia”, expresó en redes sociales Tamar Kordzaia, abogada y activista por los derechos humanos.

Un país atrapado entre dos mundos

Georgia, país del Cáucaso con aproximadamente 3,7 millones de habitantes, vive una tensión permanente entre dos direcciones: integrarse con Europa o acercarse al modelo autoritario de Rusia. Mientras la mayoría de los georgianos apoya la adhesión a la Unión Europea —lo que se reflejó en protestas masivas eurofilas en los últimos años—, el partido gobernante Sueño Georgiano ha impulsado políticas cada vez más conservadoras y cercanas al Kremlin.

“No queremos homosexuales, no queremos propaganda occidental”, gritaban manifestantes de ultraderecha durante el último intento de celebrar la ‘Semana del Orgullo’ en 2023, evento que fue violentamente reprimido con la complicidad de la policía estatal.

Legislaciones que criminalizan la existencia LGBTQ+

Un día antes del asesinato de Abramidze, el parlamento georgiano aprobó una batería de leyes restrictivas contra los derechos LGBTQ+. Entre las más polémicas figuran:

  • Prohibición del matrimonio entre personas del mismo sexo.
  • Prohibición de adopción por parte de parejas del mismo sexo.
  • Prohibición de representaciones públicas o medios audiovisuales que muestren relaciones LGBTQ+ de manera positiva.
  • Prohibición de tratamientos médicos de afirmación de género.
  • Impedimento legal para cambiar el marcador de género en documentos oficiales.

Estas leyes, promovidas por Sueño Georgiano, reflejan una estrategia repetida en contextos autoritarios: usar la identidad sexual y de género como chivo expiatorio frente a complejos desafíos económicos y políticos. La excusa de la “defensa de los valores tradicionales” es una carta populista que suena familiar en Rusia, Hungría y ahora, peligrosamente, en Georgia.

Georgia imita el modelo ruso (otra vez)

Desde 2013, Rusia ha impuesto leyes homófobas que han llevado a la marginación total —e incluso la criminalización— del activismo LGBTQ+. En 2022, el Kremlin prohibió toda “promoción” de relaciones no tradicionales. En noviembre de 2023, el Tribunal Supremo ruso declaró al “movimiento LGBT” como organización extremista, convirtiendo a toda expresión pública queer en una potencial causa penal.

Ahora Georgia parece seguir esa misma senda casi con calco:

  • Ley de “agentes extranjeros” aprobada, obligando a ONGs y medios que reciben más del 20% de fondos internacionales a registrarse como entidades con intereses externos.
  • Sustitución del término “género” en leyes por “igualdad entre hombres y mujeres”, eliminando toda referencia al espectro de identidades no binarias o trans.
  • Reformas penales que convierten no registrarse bajo estas leyes en delito: hasta 5 años de prisión o multas elevadas.

¿Cuál es el objetivo real de estas leyes?

Organizaciones defensoras de los derechos humanos denuncian que, más allá del odio estructural hacia las personas LGBTQ+, estas leyes buscan minar la sociedad civil y la prensa libre, que suelen estar financiadas en parte por organismos internacionales —como la UE o fundaciones de ayuda humanitaria— y son las voces críticas contra el actual gobierno.

“Es un ataque a todos nosotros, no solo a las personas queer”, afirma Tinatin Bokuchava, legisladora opositora del Movimiento Nacional Unido. “Quieren silenciar las críticas y limitar cualquier visión alternativa al régimen”.

Una muerte que encendió las alarmas

El asesinato de Kesaria Abramidze reunió a decenas de personas en una vigilia cerca del Parlamento de Tbilisi. Flores, velas y pancartas con mensajes como “Tu luz no se apaga” y “Justicia para Kesaria” decoraron el improvisado altar urbano. La escena contrastó fuertemente con un país dividido, donde marchas LGBTQ+ apenas pueden celebrarse sin ser atacadas.

“Podemos discutir durante horas si su crimen fue por odio o no. Pero la verdad es que vivimos en un entorno que legitima ese odio”, expresó en un medio local la activista Salome Mikautadze.

¿Qué dice la comunidad internacional?

La respuesta de la Unión Europea no tardó. Varios diputados del Parlamento Europeo pidieron una revisión urgente de las relaciones diplomáticas con Georgia. Incluso se ha puesto en pausa parcial la cooperación económica hacia el país mientras las leyes homófobas y anti-ONG no sean derogadas.

Estados Unidos también reaccionó con sanciones contra varios funcionarios del partido Sueño Georgiano, prohibiéndoles la entrada al país y congelando activos.

¿Y ahora qué?

Georgia vive una batalla por su alma política. Las elecciones de 2025 serán decisivas. La represión contra los activistas, el retroceso en materia de derechos humanos y la violencia respaldada por sectores religiosos han encendido múltiples alarmas. Pero también han provocado una ola de resistencia inédita.

En palabras de Nino Bolkvadze, una de las primeras abogadas abiertamente lesbianas del país: “Por cada paso que damos hacia la oscuridad, también se enciende una luz. La muerte de Kesaria es una pérdida terrible, pero su vida ya ha inspirado una nueva generación que no va a rendirse tan fácilmente”.

La memoria de Kesaria Abramidze hoy es mucho más que un nombre. Es un grito de alerta sobre el peligro del discurso de odio institucionalizado, sobre el silencio cómplice de gobiernos populistas y sobre el papel crucial de la comunidad internacional. Tal vez Georgia aún tenga opción de elegir un futuro distinto. Pero el tiempo corre.

“Ser diferente no debería significar vivir con miedo.”

Este artículo fue redactado con información de Associated Press