Trump, el carbón y el comercio global: las decisiones que están remodelando el mundo
El impacto de las políticas de tarifas y regulaciones ambientales en la economía global y el medio ambiente
En medio de crecientes tensiones comerciales y un panorama energético en transformación, las políticas impulsadas por el expresidente Donald Trump están dejando una profunda huella tanto en el comercio global como en el medio ambiente. Sus propuestas arancelarias drásticas y su enfoque favorable al carbón generan un cóctel de incertidumbre económica, conflicto internacional y preocupación ecológica.
El comercio global bajo amenaza
La Organización Mundial del Comercio (OMC) reportó recientemente que se espera una contracción del 0.2 % en el comercio mundial de bienes en 2025, una disminución impulsada por las políticas de aranceles promovidas por Trump y sus enfrentamientos comerciales con China, Canadá y México.
Este descenso viene acompañado de una previsión especialmente negativa para América del Norte. Según la OMC, las exportaciones de esta región podrían reducirse en un 12.6 %, mientras que las importaciones caerían en un 9.6 %. La caída sería aún más drástica —del 1.5 %— si Estados Unidos aplica sus aranceles recíprocos más extremos.
"La incertidumbre persistente amenaza con actuar como un freno al crecimiento global, con consecuencias severas, especialmente para las economías más vulnerables", advirtió Ngozi Okonjo-Iweala, directora general de la OMC. Esta afirmación refuerza el mensaje de que la política comercial no es un asunto aislado, sino que tiene ramificaciones en todas las capas de la economía global.
¿Proteccionismo o aislamiento?
Durante su presidencia, Trump abrazó una ideología económica nacionalista. Su enfoque, centrado en el principio de “comercio justo”, derivó en una imposición masiva de aranceles a países con los que Estados Unidos tenía déficits comerciales.
Esta estrategia, en principio diseñada para revitalizar la industria estadounidense, ha generado efectos contraproducentes. Muchos exportadores estadounidenses enfrentan ahora barreras adicionales, y la incertidumbre ha paralizado inversiones clave.
El economista jefe de la OMC, Ralph Ossa, explicó que "los aranceles son una palanca de política con consecuencias amplias y a menudo no intencionadas". Las empresas ya sienten el impacto en la forma de cadenas de suministro interrumpidas, aumento de costos operativos y disminución de la competitividad internacional.
El regreso del carbón: un retroceso ambiental
Casi en paralelo al endurecimiento comercial, la administración Trump también está reconfigurando la política energética, buscando revivir el carbón, una industria que muchos daban por muerta ante el avance de las energías renovables.
Una de las grandes controversias ambientales gira en torno al manejo de los residuos de esta fuente energética: las cenizas de carbón. Estos desechos contienen metales pesados como arsénico y plomo, que representan una gran amenaza para el agua potable y los ecosistemas locales. Actualmente, Estados Unidos produce más de 100 millones de toneladas de cenizas de carbón cada año.
La planta eléctrica Gen. James Gavin, ubicada en Ohio, es uno de los muchos ejemplos en donde estos residuos se acumulan en grandes cantidades, cercanos a ríos y áreas pobladas. Según expertos y ambientalistas, muchos de estos sitios carecen de revestimientos adecuados para evitar filtraciones al subsuelo, poniendo en riesgo el agua subterránea.
Revocando regulaciones: el impulso desregulador
En 2015, tras el desastre ambiental de una planta en Tennessee que liberó más de mil millones de galones de cenizas, se establecieron las primeras reglas federales de gestión. Pero bajo la actual dirección política, la Agencia de Protección Ambiental (EPA) ha comenzado a retroceder en esas protecciones.
En enero de 2025, la industria del carbón solicitó formalmente a Trump que relajara los estándares. Poco después, la EPA anunció que consideraría suavizar las normas sobre aguas residuales, emisiones y manejo de residuos de cenizas. Este cambio ha sido bien recibido por la industria.
"Sentimos que la administración anterior diseñó estas regulaciones para forzar el cierre de plantas", expresó Michelle Bloodworth, CEO del grupo industrial America’s Power.
Impactos visibles y preocupaciones comunitarias
Uno de los casos más simbólicos es la planta generadora en Michigan City, ubicada cerca del lago Michigan. A pesar de las reglas impuestas en 2024 que exigen el cierre seguro de sitios de cenizas, recientes mediciones de aguas subterráneas muestran altos niveles de arsénico. Este lugar se asienta parcialmente sobre terrenos artificiales hechos con cenizas y está protegido del lago únicamente por un muro de contención cuyo estado genera inquietudes.
Ashley Williams, directora de la organización Just Transition Northwest Indiana, pregunta: “¿Cuántos años más tendremos que esperar por un alivio definitivo y un cierre seguro?”
Nuevas prioridades en la EPA
La actual administración, liderada por Lee Zeldin en la EPA, ha anunciado que priorizará amenazas a la salud humana "inminentes" en plantas activas. Sin embargo, el nuevo enfoque elimina del radar a los sitios cerrados, muchos de los cuales albergan grandes cantidades de ceniza sin control adecuado.
Organizaciones como Earthjustice han expresado su preocupación de que “la agencia prácticamente aprobará sin revisión las solicitudes de cada estado”, dejándolos actuar sin supervisión federal real.
¿Qué está en juego?
Mientras Trump se esfuerza por impulsar el carbón como una fuente de energía confiable y económica, muchas comunidades pagan el precio ambiental. La política de desregulación ha sido defendida por sus adeptos como un freno a los costos de producción y un escudo frente al cierre masivo de plantas.
Sin embargo, los costos ocultos están en las enfermedades relacionadas con metales tóxicos, la destrucción de ecosistemas locales y la pérdida de agua limpia. Además, desmantelar el progreso en normas climáticas también amenaza la posición global de Estados Unidos en la lucha contra el cambio climático.
El problema no es solo ambiental ni únicamente comercial. Es sistémico. La desestabilización del comercio internacional a través de las políticas arancelarias agresivas amenaza el crecimiento económico justamente cuando el mundo necesita cooperación para enfrentar retos como la transición energética y el cambio climático.
¿Rescate o ruina para el carbón?
La justificación para rescatar al carbón parte de un aumento en la demanda eléctrica debido al auge de centros de datos y otras industrias de alta demanda. Pero otros expertos señalan que persisten formas más limpias, viables y sostenibles de suplir esa demanda, sin recurrir a una fuente tan contaminante.
El regreso del carbón, según muchos analistas, es un paso atrás cuando otras naciones están invirtiendo intensamente en energías limpias. Datos del Global Energy Monitor muestran que, mientras China suma plantas de carbón, Europa, India y Estados Unidos han reducido significativamente su dependencia en años recientes.
El regreso a este combustible, dicen los expertos, podría convertir a Estados Unidos en una anomalía global, aislado tanto económica como ambientalmente.
Una política que choca con la tendencia mundial
En momentos en que la Unión Europea endurece regulaciones ambientales, como demuestra la reciente aprobación del fármaco Leqembi para tratar el Alzheimer pero con énfasis en efectos secundarios y seguridad, Estados Unidos parece elegir un camino opuesto en cuanto a normativas estrictas.
La administración Trump ha priorizado la competitividad local y el abaratamiento de costos, aunque eso implique tolerar mayores riesgos para la salud y el medio ambiente. Resulta paradójico: mientras Europa avanza en sostenibilidad y responsabilidad, Estados Unidos bajo su visión busca "liberar" a las industrias incluso si el costo es ecológico y diplomático.
La encrucijada de una nación
El debate entre competitividad industrial y responsabilidad ecológica ha vuelto con fuerza. Donald Trump no solo busca redefinir cómo Estados Unidos comercia con el resto del mundo, sino también cómo vive, respira y se alimenta su economía.
Las próximas elecciones y decisiones regulatorias dirán si esa visión gana tracción o si, por el contrario, la nación decide seguir el rumbo iniciado por las administraciones anteriores: uno que prioriza el comercio internacional estable, el medio ambiente sano y una matriz energética más sostenible.