Maldivas veta pasaportes israelíes y Sudán se desangra: la fractura geopolítica que sacude al mundo islámico
Mientras el turismo de lujo se mezcla con el activismo político en el Índico, Sudán se parte en dos con atrocidades en Darfur. Los focos de crisis revelan un panorama preocupante para la estabilidad regional.
Dos puntos en el mapa, dos historias en apariencia distintas, pero un mismo trasfondo: el avance de conflictos que amenazan la estabilidad del mundo islámico. En el sur de Asia, Maldivas asume una postura frontal contra Israel al cambiar su política migratoria. Mientras tanto, en Sudán, un país devastado por la guerra civil, un grupo paramilitar forma un gobierno propio, agravando el riesgo de partición nacional.
Maldivas: Paraíso turístico con postura política firme
Con playas de arena blanca y resorts de lujo sobre el océano Índico, Maldivas es conocido internacionalmente como un destino soñado para el turismo. Sin embargo, detrás de esa apariencia paradisíaca hay una sociedad predominantemente musulmana que observa con preocupación los acontecimientos en Medio Oriente, especialmente en la Franja de Gaza.
El gobierno del presidente Mohamed Muizzu acaba de aprobar una enmienda a la ley migratoria que prohíbe la entrada de ciudadanos con pasaporte israelí al país. Aunque las personas con doble nacionalidad podrían eludir esta restricción, la medida representa una fuerte declaración política.
“La ratificación refleja la firme postura del gobierno ante las atrocidades continuas y el genocidio cometido contra el pueblo palestino”, expresó la oficina del presidente en un comunicado.
Un movimiento político con tintes simbólicos
Si bien el impacto práctico es limitado —en febrero solo se reportaron 59 israelíes en Maldivas—, la medida es significativa desde una perspectiva diplomática y social. Maldivas se suma así a otros países de mayoría musulmana que han cortado o debilitado sus lazos con Israel.
Este movimiento también ocurre en un contexto en el cual predicar o practicar cualquier religión que no sea el Islam sunita está prohibido en el país, lo que refuerza la identidad islámica del Estado. El turismo, que representa cerca del 28% del PIB (según el Banco Mundial), no parece ser obstáculo suficiente para evitar que el gobierno tome posturas ideológicas arriesgadas.
Sudán: Un país al borde de la partición definitiva
Lejos de la serenidad isleña de Maldivas, Sudán vive un caos casi apocalíptico. El 15 de abril de 2023 marcó el estallido formal de una guerra que ya acumulaba tensiones entre las Fuerzas Armadas (lideradas por el general Abdel Fattah al-Burhan) y el grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés), encabezado por el general Mohammed Hamdan Dagalo, conocido como 'Hemedti'.
Después de más de un año de conflicto, la situación ha escalado a niveles devastadores:
- Más de 24,000 personas han muerto (cifra conservadora, según la ONU).
- Cerca de 13 millones han sido desplazadas, incluyendo 4 millones de refugiados en países vecinos.
- Regiones enteras, como Darfur, se enfrentan a famine masiva y ataques sistemáticos contra civiles.
Un 'gobierno paralelo' en medio de la sangre
Dagalo anunció en un discurso reciente la formación de un nuevo “Gobierno de Paz y Unidad” que administrará los territorios controlados por la RSF, especialmente en el oeste del país.
La medida remite a una división fatídica en la historia reciente sudanesa. Recordemos que el país ya sufrió una partición en 2011, cuando Sudán del Sur se independizó tras una guerra desgarradora. ¿Estamos ante una segunda secesión?
Estados Unidos rechazó tajantemente esta iniciativa, advirtiendo que podría generar una partición de facto y una inestabilidad persistente similar a la de Libia, donde dos gobiernos rivales llevan más de una década compitiendo por el poder.
Las masacres de Darfur: ecos de un genocidio impune
Lo más alarmante es que la historia parece repetirse. Las RSF son herederas directas de las temidas milicias Janjaweed, acusadas de orquestar genocidios, violaciones, y desplazamientos masivos en Darfur durante los años 2000.
El pasado reciente y el presente convergen trágicamente; hace apenas unos días, la RSF atacó los campos de refugiados de Zamzam y Abu Shouk. Según la ONU:
- Más de 400 personas muertas, incluyendo 12 trabajadores humanitarios y decenas de niños.
- Hasta 400,000 desplazados más tras la toma de control de los campamentos.
Los ataques han sido catalogados como crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad por organizaciones internacionales.
Geopolítica y religión: la conexión invisible
¿Qué conexión existe entre la prohibición de entrada a israelíes en Maldivas y el intento separatista en Sudán? La respuesta no está solo en la religión; está también en la construcción de legitimidad en sociedades que atraviesan crisis identitarias, económicas, o estructurales.
En ambos casos, los actores políticos optan por medidas que afirman una postura moral o religiosa contra Israel o en defensa de los musulmanes oprimidos. En Maldivas, es un acto simbólico lleno de resonancia política regional. En Sudán, la RSF busca construir legitimidad interna aliándose con facciones islamistas y controlando regiones musulmanas para oponer al gobierno central.
El mall faraónico de Dubái y la desconexión árabe
Mientras en el Índico y el Cuerno de África la región se sacude por guerras étnicas y posturas ideológicas, en Dubái se despliega otro tipo de contra-relato. El Mall of the Emirates, famoso por su pista de esquí bajo techo, acaba de anunciar un proyecto de expansión valorado en $1.300 millones, atrayendo cada año a 40 millones de visitantes.
¿Qué significado tiene este contraste? Se podría argumentar que sirve como recordatorio de las profundas divisiones internas del mundo árabe-musulmán: mientras unos enfrentan hambre y represión, otros viven en la opulencia absoluta.
El proyecto en Dubái parece ajeno al dolor palestino, a la guerra en Sudán, o a los dilemas de identidad en Maldivas. Esa falta de cohesión política y moral explica por qué organizaciones como la Liga Árabe han perdido peso frente a actores individuales que toman iniciativas unilaterales.
¿Un nuevo mapa del poder en el mundo musulmán?
Entre golpes simbólicos como el de Maldivas, las formaciones estatales paralelas como en Sudán, y megaestructuras comerciales como las de Dubái, el mundo musulmán comienza a mostrar grietas que no solo son geográficas, sino también ideológicas y culturales.
¿Puede mantenerse un mundo islámico cohesionado con identidades tan divergentes? ¿O nos encaminamos hacia un nuevo orden multilateral donde alianzas como la de Irán, Turquía, Qatar o Arabia Saudita marquen agendas diferentes e incluso antagónicas?
Lo cierto es que los próximos años no solo dirán qué país logra sobrevivir a sus conflictos internos, sino también qué tipo de islam prevalecerá: ¿el de la resistencia política y bélica? ¿el de la neutralidad dorada? ¿o el de la modernización empresarial con valores selectivos?