La crisis del sueño adolescente: cuando las escuelas enseñan a dormir

Un enfoque educativo innovador que aborda la privación de sueño como una emergencia de salud pública juvenil

¿Por qué enseñar a dormir en la escuela?

Mansfield Senior High School, en Ohio, está tomando una iniciativa audaz que podría parecer, a primera vista, poco convencional: enseñar a los adolescentes cómo dormir. Lejos de ser una ocurrencia simpática, esta materia responde a una crisis real y urgente. La privación de sueño entre los adolescentes no solo se ha vuelto un problema cada vez más dominante, sino que también es uno de los factores que contribuyen al incremento de los problemas de salud mental, las bajas calificaciones, el ausentismo y los comportamientos de riesgo.

“Los adolescentes simplemente no saben cómo dormir”, afirma Tony Davis, profesor de salud en Mansfield. Es por eso que decidió incorporar a su clase un plan de estudios recién desarrollado llamado “Sleep to Be a Better You”. Este programa, que mezcla ciencia con prácticas diarias, busca cambiar la forma en que los jóvenes piensan sobre el sueño.

El reloj biológico adolescente y una sociedad que no ayuda

Desde hace décadas se sabe que, durante la adolescencia, el cuerpo humano experimenta un cambio natural en el ritmo circadiano. Este cambio provoca que los adolescentes tengan una tendencia biológica a dormir y despertar más tarde. Pero esta característica biológica choca con una realidad social: la mayoría de las escuelas sigue comenzando sus jornadas a las 7:30 u 8 a.m., forzando a los jóvenes a levantarse antes de que su cuerpo esté listo para estar activo.

En reconocimiento a este desajuste, estados como California y Florida han aprobado leyes para que las escuelas secundarias no comiencen antes de las 8:30 a.m.. La investigación ha respaldado este cambio: un estudio realizado por la Universidad de Minnesota demostró que los estudiantes en escuelas con horarios de inicio más tardíos dormían más, tenían mejores calificaciones, menos casos de depresión y una menor tasa de accidentes automovilísticos.

Cifras que asustan: la privación del sueño en adolescentes

La CDC (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades en Estados Unidos) ha señalado que casi el 80% de los adolescentes no duerme lo mínimo recomendado, que es entre 8 y 10 horas por noche.

En promedio, un adolescente estadounidense duerme solo 6 horas diarias, lo que tiene consecuencias profundas:

  • Problemas de salud mental: la privación de sueño está estrechamente relacionada con el aumento de casos de depresión, ansiedad y pensamientos suicidas.
  • Conductas impulsivas y riesgo: se incrementan los comportamientos sexuales de riesgo, el consumo de sustancias y los accidentes de tráfico.
  • Rendimiento académico: los alumnos privados de sueño tienden a sacar peores calificaciones debido a su dificultad para concentrarse.

Una intervención educativa: aprendiendo a dormir para rendir mejor

El programa “Sleep to Be a Better You” requiere que los estudiantes lleven un registro detallado de sus hábitos de sueño durante seis semanas. En este diario, anotan cuántas horas duermen, a qué hora se acuestan y cómo se sienten anímicamente durante el día.

Nathan Baker, un estudiante de primer año, admite que antes pensaba que dormir era tan simple como meterse a la cama con el celular. Pasaba horas viendo videos y dormía apenas unas cinco horas por noche. Desde que sigue el nuevo enfoque, creó una rutina que inicia a las 8 p.m.: guarda el celular, evita los bocadillos nocturnos y se acuesta sin pantalla alguna. Ahora duerme unas 7 horas y se siente con más energía por la mañana. “La vida es mucho más sencilla”, asegura Nathan.

El impacto neurológico: lo que pasa en el cerebro privado de sueño

El sueño insuficiente no solo altera el estado de ánimo; también modifica cómo funciona el cerebro. Estudios de resonancia magnética muestran que, en ausencia de sueño:

  • Disminuye la actividad en la corteza prefrontal, encargada de la toma de decisiones, el control de los impulsos y la concentración.
  • Aumenta la actividad en la amígdala, la parte emocional del cerebro que regula el miedo, la ira y la ansiedad.

Estos desajustes explican muchos comportamientos comunes en los adolescentes: irritabilidad, impulsividad, mala toma de decisiones, falta de motivación y estados de ánimo inestables. No es que estén siendo “dramáticos”; están exhaustos.

No es solo culpa del celular

Si bien el uso constante de pantallas —especialmente a la hora de dormir— desempeña un papel negativo, no es el único villano. La vida del adolescente moderno está llena de presiones:

  • Carga académica excesiva: clases avanzadas, cursos universitarios online, tareas y exámenes.
  • Expectativas sociales y uso intensivo de redes sociales.
  • Actividades extracurriculares: deportes, música, consejos estudiantiles y más.

Amelia Raphael, que tiene 15 años, es el ejemplo perfecto. Toma física, química avanzada, trigonometría y está inscrita en clases universitarias. Además de jugar en tres deportes y ser parte del consejo estudiantil. Su horario no le permite irse a dormir antes de las 12 a.m. “Estoy sacrificando el sueño por todo lo demás”, dice.

Lo mismo ocurre con Chase Cole, quien entrena fútbol en tres ligas diferentes, toma clases AP (Advanced Placement) y espera conseguir una beca deportiva. No dedica menos de tres horas diarias a las tareas y apenas duerme unas cinco horas.

¿Es posible una solución?

La educación es una herramienta poderosa. Enseñar a los adolescentes sobre sus cuerpos, sus cerebros y la biología del sueño les brinda el lenguaje, la conciencia y los métodos necesarios para establecer mejoras sostenibles en su bienestar.

Según Denise Pope, profesora de la Universidad de Stanford: “El sueño está directamente relacionado con la salud mental. Nadie puede discutirlo”. A su vez, Andrew Fuligni, profesor de psiquiatría en la UCLA, apunta que la correlación entre el sueño y la salud mental es mucho más clara que la que existe entre las redes sociales y la salud mental. Y sin embargo, es la menos atendida.

La revolución pendiente: un nuevo enfoque en la educación juvenil

Lo que está sucediendo en Mansfield debería servir como modelo. Mientras padres, maestros e instituciones debaten las causas del aumento en enfermedades mentales y el bajo rendimiento académico, puede que una de las soluciones más urgentes esté justo frente a nosotros: dormir más y mejor.

Después de todo, enseñar a dormir podría ser tan esencial como enseñar a leer.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press