Irán, su pulso nuclear y el legado diplomático roto de Javad Zarif
Justo cuando Rafael Grossi llega a Teherán, el arquitecto del acuerdo nuclear de 2015 abandona el gobierno; un símbolo del deterioro diplomático con Occidente
En medio de tensiones crecientes entre Irán y Occidente por su programa nuclear, la renuncia oficializada de Mohammad Javad Zarif, el otrora arquitecto del acuerdo nuclear de 2015, marca un punto de inflexión. Mientras el director del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Rafael Grossi, aterriza en Teherán con la misión de restablecer cierto control y vigilancia sobre las actividades atómicas del país, Irán se prepara para sentarse nuevamente frente a los negociadores estadounidenses.
El legado de Javad Zarif y su partida definitiva
Zarif es una figura clave en la historia reciente de la diplomacia iraní. Como ministro de Exteriores, fue el principal negociador del Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC), firmado en 2015 junto a Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, China y Rusia. Este acuerdo histórico limitaba el enriquecimiento de uranio por parte de Irán a un 3.67%, muy por debajo del umbral necesario para construir armas nucleares, y establecía un riguroso marco de inspección internacional a cambio del levantamiento de sanciones económicas.
La Administración de Donald Trump abandonó unilateralmente el acuerdo en mayo de 2018, reinstaurando sanciones económicas severas. Esto convirtió a Zarif en blanco de críticas tanto del exterior como dentro de la misma teocracia chiita iraní. Para los ultraconservadores, había cedido demasiado; para los reformistas, había sido un pragmático incomprendido.
Esta semana, el presidente Masoud Pezeshkian aceptó formalmente la renuncia de Zarif, quien ya la había presentado en marzo tras desacuerdos sobre la composición del gabinete presidencial. Aunque en el pasado empleó tácticas similares como herramienta de presión, esta vez su salida parece irrevocable. En su lugar, fue designado Mohsen Ismaili, un moderado experto en derecho.
Rafael Grossi en Teherán: el reloj geopolítico no se detiene
La visita de Rafael Grossi, director del OIEA, no podría ser más oportuna ni más tensa. Desde el colapso del PAIC, Irán ha superado consistentemente los límites establecidos por el acuerdo, enriqueciendo uranio hasta niveles del 60% —ya cerca del 90% necesario para uso armamentístico—, y ha reducido significativamente la cooperación con la agencia.
Los inspectores más experimentados del OIEA han sido expulsados, se han desactivado varias cámaras de monitoreo instaladas por la agencia en sitios nucleares clave, y las amenazas veladas desde Teherán sobre el posible desarrollo de un arma nuclear aumentan.
“El enriquecimiento es un asunto real y aceptado, y estamos listos para generar confianza sobre preocupaciones legítimas. Pero renunciar completamente al derecho de enriquecer uranio no es negociable”, dijo el ministro de Exteriores Abbas Araghchi.
Oman, Roma... ¿Dónde se hablará de paz?
Las próximas rondas de negociación están envueltas en una nebulosa. Inicialmente, se sugirió que se celebrarían en Roma; posteriormente, Irán destacó la posibilidad de volver a Omán, habitual mediador en conflictos en Medio Oriente. Mientras tanto, Donald Trump llamó al sultán Haitham bin Tariq el mismo martes en que este se encontraba de visita oficial en Países Bajos, en un posible esfuerzo de coordinación diplomática.
La fractura en las versiones revela la falta de unidad en torno incluso a aspectos logísticos de enorme simbolismo. A la par, declaraciones contrapuestas del enviado estadounidense para Medio Oriente, Steve Witkoff, socavan aún más la confianza.
Witkoff comentó que Irán podría regresar al 3.67% de enriquecimiento de uranio como en el acuerdo de 2015, pero luego rectificó con un tuit lapidario: “Un acuerdo con Irán solo se completará si es un acuerdo Trump. Irán debe detener y eliminar su programa de enriquecimiento y armamento nuclear”.
Trump y el fantasma del 'gran trato'
Donald Trump esgrime la promesa de un pacto más 'duro, justo y duradero'. Sus amenazas retóricas sobre posibles ataques a instalaciones nucleares iraníes vuelven a crispar un clima ya templado con gasolina. Según reportes de inteligencia de varios países, entre ellos Francia y Alemania, Irán posee suficiente uranio altamente enriquecido como para construir al menos una bomba atómica, si así lo decidiera.
Sin embargo, nadie ha presentado hasta ahora pruebas concluyentes de que Teherán haya reactivado su programa de armamento nuclear, suspendido en 2003, según informes previos del mismo OIEA. Como mencionó Grossi en recientes declaraciones, “el punto de inflexión no es técnico, es político”.
¿Un nuevo orden en la diplomacia iraní?
Mohsen Ismaili, el nuevo vicepresidente para Asuntos Estratégicos, representa una línea más moderada pero disciplinada dentro del sistema. Es doctor en derecho internacional islámico y miembro del Consejo de Guardianes, órgano encargado de validar las leyes y candidatos electorales acorde a la constitución iraní.
Durante su carrera, Ismaili ha abogado por una reinterpretación flexible de la sharía en asuntos contemporáneos, pero sin rompermarcos rígidos del sistema clerical. Su llegada podría suponer un intento por mantener el canal diplomático abierto, aunque condicionado fuertemente a los intereses de los líderes supremos y no tanto a la presidencia electa.
Mientras tanto, en foros internacionales, diplomáticos iraníes intentan mantener la narrativa de que Irán no busca armas nucleares, sino reconocimiento internacional de su derecho al desarrollo tecnológico pacífico.
Datos duros: evolución del programa nuclear iraní
- 2003: Irán suspende oficialmente su programa secreto de armas bajo presión internacional.
- 2015: Firma del PAIC; limita enriquecimiento a 3.67% y reduce el número de centrifugadoras.
- 2018: EE.UU. se retira del acuerdo. Irán comienza a violarlo paso a paso.
- 2023: Irán alcanza niveles de 60% en uranio enriquecido, según OIEA.
Además, el Banco Central iraní sigue enfrentando hiperinflación debido a sanciones, lo que ha llevado al rial iraní a su valor más bajo frente al dólar. Esto alimenta la presión interna sobre el gobierno de Pezeshkian, que necesita resultados diplomáticos tangibles para estabilizar la economía.
¿Una bomba o un símbolo?
Algunos analistas, como Trita Parsi, fundador del Quincy Institute for Responsible Statecraft, sostienen que el desafío nuclear iraní es más una herramienta de negociación que un plan militar real. Advierten que la atomización regional podría generalizarse si Irán desarrollara oficialmente armas atómicas, provocando una carrera armamentística en países como Arabia Saudita, Turquía e incluso Egipto.
El juego de poder está en marcha. Con Zarif fuera del tablero, la diplomacia iraní está entrando en una nueva era. Una cargada de desconfianza mutua, pero también, potencialmente, de pragmatismo negociador. Todo dependerá de si las potencias implicadas son capaces de mirar más allá del próximo ciclo electoral.