Vacunas, autismo y la salud pública en EE.UU.: ¿en qué dirección vamos?
Con polémicas en torno a las vacunas, un secretario de salud antivacunas y un sistema bajo presión, EE.UU. enfrenta desafíos sanitarios que podrían redefinir su política de inmunización
Por primera vez bajo la dirección del secretario de Salud Robert F. Kennedy Jr., conocido por sus posturas contrarias a las vacunas, el Comité Asesor sobre Prácticas de Inmunización (ACIP, por sus siglas en inglés) se reunió en un ambiente cargado de tensión, preguntas sin resolver y una gran incertidumbre sobre el futuro de la vacunación en Estados Unidos.
Una reunión "de rutina" con implicaciones extraordinarias
El encuentro, que se celebró en Atlanta y se desarrolló mayormente por videoconferencia, incluyó temas comunes como la vacunación contra la viruela del mono (mpox), la temporada de gripe y el COVID-19. Sin embargo, el debate giró rápidamente hacia una cuestión crítica: ¿deberían cambiarse las recomendaciones actuales sobre las vacunas contra el COVID-19?
Actualmente, los CDC (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades) recomiendan la vacunación contra el COVID-19 de manera estacional para todas las personas mayores de seis meses. La nueva propuesta plantea centrarse exclusivamente en los grupos de alto riesgo, como personas con enfermedades crónicas.
"Me sorprende que estemos considerando una recomendación basada en el riesgo", expresó la Dra. Denise Jamieson, decana de la Facultad de Medicina de la Universidad de Iowa, mostrando preocupación sobre cómo esto afectará la implementación y la cobertura del seguro para los pacientes.
¿Quién decide ahora sobre las recomendaciones del ACIP?
Históricamente, las recomendaciones de este panel —formado por 15 expertos independientes— son sometidas a la aprobación del director de los CDC. Sin embargo, la situación actual es todo menos tradicional.
Desde enero, Susan Monarez fue nombrada directora interina de los CDC por la administración Trump y recientemente fue designada oficialmente, pero su confirmación por el Senado aún está pendiente. Debido a esto, Robert F. Kennedy Jr. podría ser quien tome decisiones clave sobre las recomendaciones del comité.
Esta posibilidad representa un cambio radical en la estructura habitual de toma de decisiones, ya que Kennedy tiene un historial de posturas públicamente críticas sobre las vacunas. Durante su audiencia de confirmación en el Senado aseguró no ser antivacunas, pero no tardó en anunciar una revisión masiva del vínculo entre las vacunas infantiles y el autismo, una asociación que ha sido refutada científicamente en múltiples estudios.
El eterno debate: vacunas y autismo
El anuncio de Kennedy coincide con un nuevo reporte del CDC que muestra un aumento preocupante en los diagnósticos de autismo: en 2022, se estimó que 1 de cada 31 niños en EE.UU. tiene autismo. Esta es una escalada considerable respecto a estimaciones pasadas: 1 en 150 en el año 2000, 1 en 44 en 2018 y 1 en 36 en 2020.
El diagnóstico de autismo, según el CDC, se basa en la evaluación del comportamiento y no existen pruebas biológicas concluyentes. Las causas son multifactoriales, y aunque el falso vínculo entre vacunas y autismo fue refutado hace más de dos décadas, este sigue siendo una bandera del movimiento antivacunas y, aparentemente, también del Secretario de Salud.
En una reunión en la Casa Blanca y luego frente a la FDA, Kennedy prometió buscar las causas del autismo “en menos de seis meses”. Como parte de esa iniciativa, contrató a David Geier, un hombre conocido por promover la teoría del vínculo entre vacunas y autismo y que incluso fue penalizado en Maryland por practicar medicina sin licencia.
¿Qué dicen los datos científicos?
Estudios rigurosos del CDC y de otras instituciones han descartado sólidamente cualquier relación entre el autismo y los componentes de las vacunas, incluyendo el conservante timerosal.
- Un análisis de 2004 realizado por el Instituto de Medicina concluyó que no hay evidencia creíble de que las vacunas causen autismo.
- Estudios posteriores en Dinamarca, Estados Unidos y el Reino Unido han reafirmado esta conclusión.
A pesar de esto, el movimiento antivacunas ha continuado su ascenso en la última década, avivado por redes sociales y algunas figuras públicas de alto perfil como el mismo Kennedy.
El sistema de salud estadounidense en crisis: la era del "boarding"
Mientras el centro del debate público gira en torno a vacunas y autismo, el sistema de salud estadounidense también enfrenta otro desafío: la saturación crónica de las urgencias hospitalarias. El fenómeno, conocido como ER boarding, implica que los pacientes permanecen por horas o incluso días en la sala de urgencias en espera de una cama hospitalaria.
Este problema afecta especialmente a adultos mayores y personas con demencia. En 2022, más de 3 millones de visitas a urgencias derivaron en esperas superiores a 4 horas para ser admitidos. La mitad de esos casos tenía más de 65 años.
Según el doctor Arjun Venkatesh de la Universidad de Yale, “la combinación de enfermedades más complejas, una población envejecida y un número insuficiente de camas está poniendo el sistema al borde del colapso”.
El fenómeno no es nuevo, pero su frecuencia e impacto han aumentado con la llamada "tsunami plateada" de baby boomers entrando en la tercera edad. La Asociación Americana de Médicos de Urgencias ha pedido reformas profundas. Pero hasta ahora, poco parece cambiar.
Un futuro incierto
El panorama actual presenta una combinación peligrosa. Por un lado, un líder del sector salud con un historial antivacunas. Por el otro, una creciente presión en los sistemas sanitarios de urgencias. Y en el centro, familias que buscan respuestas y atención digna para sus seres queridos.
“La experiencia de mi padre en la sala de emergencias fue deshumanizante”, dijo Tracy Balhan, cuyo padre falleció tras una larga batalla con demencia. “Sentí que nadie lo veía como un ser humano”.
Mientras la administración gubernamental se prepara para realizar lo que llaman una "gran investigación científica sobre el autismo", los expertos señalan que más que retomar mitos desacreditados, el sistema necesita acción para garantizar cuidados, acceso y ciencia basada en evidencia.
Y aunque la tasa de autismo sigue subiendo —posiblemente por mejores diagnósticos— y las salas de emergencia sufren cada vez más demoras, el temor ahora es que las políticas en desarrollo no respondan a la evidencia científica, sino a ideologías personales.