Tarifas, autos y caos: ¿el proteccionismo está destruyendo la industria automotriz estadounidense?

Una mirada crítica al vaivén de políticas arancelarias de Trump y su impacto en un sector clave del país

La promesa de revitalizar la industria automotriz

Desde su llegada al poder, Donald Trump ha intentado vender la narrativa de una América productiva y poderosa. Parte central de esa retórica es la promesa de revivir la otrora gloriosa industria automotriz estadounidense. Para alcanzar ese objetivo, el expresidente ha defendido medidas arancelarias agresivas, argumentando que protegerían a los fabricantes nacionales de una competencia extranjera desleal. Pero, ¿cuál ha sido realmente el impacto de esas políticas en el sector?

Aranceles: una espada de doble filo

En marzo de 2024, Trump impuso aranceles del 25% a los automóviles importados y, posteriormente, anunció tarifas similares para las piezas automotrices. Aunque su intención era fomentar la producción nacional, las consecuencias fueron mucho más complejas. En lugar de reactivar las cadenas de producción domésticas, los fabricantes enfrentaron dificultades para reconfigurar sus cadenas de suministro globales, que tardaron décadas en construirse.

Según Foley & Lardner, un bufete de abogados especializado en comercio internacional, el gobierno planea establecer “un sistema para calcular el contenido no estadounidense” en piezas, lo cual complica aún más la situación.

Pequeñas pausas, grandes problemas

Trump insinuó recientemente la posibilidad de pausar temporalmente algunos de estos aranceles para dar tiempo a los fabricantes de "ajustarse". Sin embargo, los expertos señalan que una pausa temporal de 30 o incluso 90 días no es suficiente para modificar estructuras industriales tan complejas. "Dar la vuelta a una cadena de suministro global construida durante décadas no puede suceder de la noche a la mañana", explica Dan Ives, analista de Wedbush Securities.

Matt Blunt, presidente del American Automotive Policy Council, agregó: “Son ampliamente comprendidas ahora las implicaciones de implementar aranceles generalizados sobre partes, lo cual puede socavar nuestro objetivo compartido de construir una industria automotriz estadounidense próspera y en crecimiento”.

Capas de tarifas: una sobre otra

Además de los aranceles a los carros y a las piezas, las automotrices también enfrentan impuestos del 25% sobre el acero y el aluminio, un 10% global sobre bienes de países extranjeros (suspendido por 90 días), y un 145% sobre productos de China.

En una declaración impactante, John Elkann, presidente de Stellantis (empresa madre de marcas como Jeep y Chrysler), afirmó: "Estamos siendo afectados severamente por los aranceles... capa tras capa. Pero no es demasiado tarde si EE. UU. y Europa toman medidas urgentes para una transición ordenada". Sus palabras resumen la confusión en la que se debate toda la cadena de valor automotriz.

Impactos en empleos y consumidores

El torbellino arancelario ya ha cobrado víctimas: fábricas han detenido sus operaciones en México y Canadá y se han registrado despidos temporales en EE. UU. Pero lo que más duele al consumidor promedio es el aumento de precios.

Los concesionarios advierten que los vehículos, tanto nuevos como usados, podrían encarecerse hasta en varios miles de dólares. Reconociendo esta realidad, compañías como Ford, Hyundai y Jeep comenzaron a ofrecer precios de empleado por tiempo limitado para anticiparse a la subida de precios.

Una industria atrapada en el fuego cruzado

La naturaleza global de la industria automotriz hace que EE. UU., incluso siendo uno de los mayores productores de vehículos, dependa críticamente de piezas extranjeras. Desde componentes electrónicos de Taiwán hasta motores de Alemania, todo está interconectado.

Forzar un retorno inmediato a la producción 100% nacional no solo es económicamente inviable, sino técnicamente imposible en el corto plazo. La reestructuración de una planta automotriz o la reingeniería de una cadena de suministro puede tomar hasta cinco años, según expertos del Center for Automotive Research.

¿Quién realmente gana?

Aunque Trump insiste en que los aranceles ayudarán a los trabajadores estadounidenses, un número creciente de analistas cuestiona esa afirmación. Las exenciones puntuales y las pausas arbitrarias crean más incertidumbre que seguridad. "El mercado automotriz necesita previsibilidad, no decisiones impulsivas", explicó Megan Greene, economista de la Harvard Kennedy School.

Hay quienes sostienen que las políticas proteccionistas pueden beneficiar a ciertos sectores a corto plazo. Pero en este caso, ni siquiera eso parece ocurrir. Las acciones de fabricantes como General Motors, Ford y Stellantis cayeron tras los anuncios originales de tarifas. Solo repuntaron brevemente ante la posibilidad de una pausa.

Valores en juego: libre mercado vs intervención

El comportamiento errático de las políticas comerciales de la era Trump evidencia una tensión no resuelta en la economía moderna de EE. UU.: ¿se debe proteger la industria nacional a través de intervención directa o dejar actuar al libre mercado?

El argumento proteccionista puede tener sentido en sectores emergentes o vulnerables, pero la industria automotriz estadounidense es madura y globalizada. Interferencias imprevistas no hacen más que desestabilizar un ecosistema complejo.

Alternativas reales: cooperación, no conflicto

En vez de construir barreras, analistas proponen que EE. UU. debería colaborar con socios estratégicos como México, Canadá y la Unión Europea para reforzar cadenas de suministro resilientes. Tal enfoque no solo traería mayor competitividad, sino también adaptabilidad frente a crisis como pandemias o conflictos bélicos.

“Trump está jugando ajedrez con una pistola cargada”, expresó sarcásticamente un ejecutivo anónimo del sector automotriz. Con cada tarifa, las tensiones aumentan entre socios, y el consumidor estadounidense es quien paga el precio.

Los sindicatos, divididos

Curiosamente, el United Auto Workers (UAW) no ha tomado una postura oficial ante estas tarifas, lo que refleja las divisiones internas. Mientras algunos trabajadores ven en los aranceles una oportunidad para proteger empleos, otros temen consecuencias catastróficas como despidos, cierres y pérdida de competitividad.

El silencio del UAW frente a este terremoto político-económico sugiere que el sindicalismo estadounidense también está replanteando su rol en un mundo donde las decisiones de política comercial superan las fronteras y los intereses tradicionales.

¿Un cambio de rumbo posible?

A la fecha, el Departamento de Comercio trabaja a contrarreloj para definir cómo calcular el contenido extranjero en piezas automotrices. Una medida que busca suavizar el impacto ante la llegada de las tarifas plenas. La fecha límite para definir este sistema es el 3 de mayo de este año.

En paralelo, legisladores progresistas y conservadores buscando reelección en estados clave como Michigan y Ohio observan con atención. El voto de la industria automotriz —trabajadores, ejecutivos y proveedores— es vital.

El futuro del automóvil está en juego

Mientras todos los reflectores apuntan a las tecnologías eléctricas, autónomas y sostenibles, la industria automotriz estadounidense enfrenta un presente cargado de incertidumbres políticas y económicas. Las tarifas son solo un síntoma de una enfermedad más profunda: la falta de una estrategia clara de largo plazo.

Reunir fábricas, trabajadores, inversionistas y políticas coherentes bajo una sola visión de futuro se vuelve indispensable.

Y tal vez la verdadera pregunta no es si queremos proteger nuestro mercado frente a China o México, sino cómo construir una industria que sea verdaderamente competitiva en un mundo globalizado. No se trata de muros, sino de puentes.

Porque, al final, como dijo alguna vez Henry Ford: "Un negocio que solo produce dinero es un negocio pobre".

Este artículo fue redactado con información de Associated Press