La historia de 'S': 20 años de cautiverio, un nuevo comienzo y la lucha por justicia

Un hombre resurge tras dos décadas de encierro por sus propios padres y exige respuestas, justicia y dignidad

“Por favor, llámenme 'S'.” Así comienza el estremecedor testimonio de un hombre de 32 años que, tras haber sido rescatado en febrero de este año de un infierno doméstico en Waterbury, Connecticut, ha decidido compartir su historia, romper el silencio que lo mantuvo encadenado durante más de dos décadas y encaminar su vida hacia la libertad y la sanación.

La historia de ‘S’ no es un caso aislado de abuso, sino un espejo de fallas institucionales, huecos legales en la educación en casa y una llamada urgente a revisar políticas públicas de protección infantil.

Un incendio para obtener la libertad

El 17 de febrero, bomberos respondieron a un incendio en una vivienda de Waterbury. Lo que parecía ser una emergencia común se convirtió rápidamente en un caso que ha conmocionado a toda una nación. Entre los escombros, rescataron a un hombre adulto de complexión famélica. Pesaba apenas 69 libras (aproximadamente 31 kilos), mostraba signos graves de desnutrición, tenía los dientes podridos y claras señales de negligencia médica y psicológica.

Posteriormente, confesó a la policía que había iniciado intencionalmente el incendio como “un intento desesperado de recuperar su libertad”, tras haber estado encerrado y privado de alimento desde los 11 años por su padre y madrastra. Su testimonio desencadenó una de las investigaciones de abuso doméstico y negligencia institucional más escalofriantes de la última década en EE.UU.

Una vida interrumpida

Según documentos judiciales, ‘S’ fue retirado del sistema escolar público en 2004. Su padre y madrastra alegaron conflictos con la escuela, que había estado reportando señales de maltrato al Departamento de Niños y Familias (DCF, por sus siglas en inglés). Sin embargo, después de dos visitas policiales y una evaluación superficial por parte del DCF donde se “constató que todo estaba bien”, no se tomaron más acciones.

Ahora sabemos que esa “normalidad” encubría un horror: el niño fue encerrado en una pequeña habitación sin calefacción ni aire acondicionado, con acceso extremadamente limitado a comida, sin ningún tipo de cuidado médico o dental. Durante 20 años se le negó el derecho más básico: ser un ser humano libre y cuidado.

¿Cómo pudo pasar esto sin que nadie lo notara?

El caso de ‘S’ ha levantado una oleada de críticas hacia el sistema de educación en el hogar en EE.UU. y la eficacia del DCF. Aunque muchos padres responsables educan a sus hijos en casa con éxito, los vacíos legales permiten abusos como el de ‘S’ sin suficiente supervisión estatal.

Según un informe de Child Welfare Information Gateway, varios estados no requieren absolutamente ninguna supervisión a familias que hagan homeschooling. En Connecticut, la supervisión de los niños educados en casa recae principalmente en los padres, y no se requieren visitas periódicas de asistentes sociales o pruebas de progreso académico.

Este vacío normativo fue la puerta que permitió la invisibilización de un niño durante dos décadas. ¿Cómo alguien puede desaparecer del radar estatal por 20 años sin que nadie levante una señal de alerta?

La justicia aún está en proceso

Kimberly Sullivan, la madrastra de ‘S’, ha sido acusada de secuestro, agresión grave y crueldad hacia personas, entre otros cargos. Ella ha declarado no culpable y sostiene que el hombre era libre de moverse por la casa. Sin embargo, documentos judiciales y el estado físico y psicológico del hombre contradicen enfáticamente tales afirmaciones.

El padre, el otro principal responsable, falleció el año pasado.

“Soy sobreviviente de más de 20 años de cautiverio y abuso doméstico. Fui prisionero en mi casa desde que me sacaron del cuarto grado hasta que provoqué el fuego para liberarme”, dijo ‘S’ en un comunicado público publicado por la organización Survivors Say, que apoya a sobrevivientes de tragedias.

El renacer de una identidad: ‘S’ y su primer cumpleaños

Sorprendentemente, a pesar de todo lo vivido, ‘S’ muestra una fuerza admirable. Ha decidido cambiar su nombre legalmente, según explicó, como “el primer acto simbólico para tomar control de mi vida y mi futuro”.

Este mes celebró lo que llama su primer cumpleaños real, rodeado de personal médico, psicólogos y voluntarios que lo han estado asistiendo. Gracias a la organización Safe Haven of Greater Waterbury, se ha recaudado casi $270,000 dólares en una campaña de GoFundMe destinada a su tratamiento médico, dental, psicológico y gastos de vida iniciales.

“Nunca pensé que vería algo como un pastel de cumpleaños o soplar velas. Hoy lo hice. Y lo hice como hombre libre por primera vez”, compartió.

El impacto institucional: ¿dónde falló el Estado?

Los gobiernos local y estatal han iniciado revisiones internas para determinar cómo fue posible que el sistema fallara tan estrepitosamente en proteger a un menor. Se exige una reevaluación inmediata del monitoreo del homeschooling y un análisis profundo del enfoque pasivo del DCF.

Para agravar aún más el contexto, un estudio del Departamento de Salud y Servicios Humanos indica que en 2021, cerca de 600,000 niños fueron víctimas de abuso o negligencia en EE.UU., y solo una fracción de ellos estuvieron bajo supervisión institucional.

El costo humano del silencio

Además del sufrimiento físico y emocional, las décadas de aislamiento han dejado un profundo vacío en el desarrollo de ‘S’. No sabe conducir, no terminó la educación básica, ni ha tenido experiencias laborales o sociales convencionales. “Estoy empezando desde cero, pero al menos estoy empezando libre”, afirma en su mensaje.

Expertos en salud mental indicaron que la recuperación puede tomar años. Michelle Tejada, terapeuta de trauma complejos en Nueva Jersey, explica: “El caso de 'S' requiere una reconstrucción entera de identidad, autoestima y sensación de seguridad. La clave es la constancia, evitar la retraumatización e implementar un enfoque multifacético de apoyo.”

El clamor por justicia y privacidad

‘S’ ha pedido públicamente que todas las personas involucradas directa o indirectamente en su situación cooperen plenamente con las autoridades. También ha solicitado a los medios y al público que respeten su privacidad mientras se desarrolla el proceso judicial.

“Esto no es solo una historia. Es mi vida”, concluyó.

Su testimonio ha encendido debates en todo el país sobre el papel del gobierno en la supervisión de menores, las limitaciones del sistema de bienestar infantil y la urgencia de que este horror no se repita.

¿Cómo podemos ayudar?

  • Apoyar económicamente a organizaciones como Safe Haven of Greater Waterbury y Survivors Say que trabajan con víctimas de abuso.
  • Exigir a nuestros representantes políticos la creación de leyes más estrictas sobre la supervisión del homeschooling.
  • Concientizar en nuestras comunidades sobre los signos de abuso infantil y cómo reportarlos.
  • Promover mejoras estructurales en el DCF y otras agencias vulnerables a 'lagunas institucionales'.

Cada paso que ‘S’ da hacia su libertad es también un llamado de urgencia hacia nosotros, como sociedad, a no mirar hacia otro lado. Porque un niño fue olvidado durante 20 años y, esta vez, no podemos permitir el silencio.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press